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LA HABANA, Cuba.- El gobierno lleva más de una semana de “esclarecimientos” después de haber anunciado el nuevo proceso de “perfeccionamiento” de la actividad económica de los cuentapropistas. Pese a la estrategia de repetir una y otra vez la entrevista a la primera viceministra de Trabajo y Seguridad Social, Martha Elena Feitó, quien asegura que estas medidas “no constituyen un retroceso”, el sentimiento que se percibe es de incertidumbre.
“¿No se entiende bien la cosa aún o es que están aclarando solo lo que les conviene?”, dice uno de los tantos boteros a los que solo hay que preguntarles para que se explayen sobre las “nuevas regulaciones”.
“Oye, la he visto cada vez que he podido porque mi mujer me la grabó pensando que no lo pondrían más, y me quedo como si me estuvieran tupiendo”, dice otro botero del tramo Habana-Ceguera por la avenida 23, refiriéndose también a la entrevista realizada por el periodista Wilmer Rodríguez a la viceministra, en el espacio revista matutina del noticiero.
“¿Por qué no han hablado de las licencias que se ‘van del aire’?”, se pregunta además, y hace un breve recuento: “El año pasado fue el explote: ellos se quedaron con el dolor, nos quisieron meter el pie con los precios y los tramos… ¿Te acuerdas? Pero no pudieron. Muchacha, contra este gobierno no hay quien pueda. No pierden ni a las escupidas”, termina el botero antes de concentrarse en el tráfico.
La gente, además de “escepticismo”, como se ha reconocido oficialmente, también se muestra preocupada por lo que acarrean, por lo general, los supuestos cambios implementados por el gobierno desde que Raúl Castro asumió el poder.
“No es solo que no hacen nada bueno, lo que sí es seguro es que desfilarán más inspectores pidiendo dinero. Te lo digo yo que estoy aquí y que veo cómo se mueve la cosa”, comenta Alicia, una joven de 22 años que no es dueña de nada, pero que se beneficia porque es contratada por otros. Andrés, dueño de un carro viejo que da carreras directas, está completamente de acuerdo con ella, aun cuando la viceministra haya aclarado en televisión que una de las regulaciones es precisamente la de concentrar la inspección en un solo hecho “multidisciplinario”, como lo clasificó.
“Parece que están hablando el mismo idioma nuestro, pero en la vida muy real hay un poco de envidia detrás”, analiza Juan Carlos, otro botero que asegura tener una flotilla en la calle. “Esto es puro marxismo: un grupo de burócratas tiene el poder pero viven mal, comen mal, se visten peor y ellos no soportan que otro grupo de cubanos hagamos dinero porque no hemos perdido el tiempo en reuniones y consignas”.
Parece una burla lo que explica para quien lo quiera escuchar. “Ven al niño pero no los dolores de parto. No se preguntan por el trabajo que paso para mantener lo que tengo”, y enumera un grupo de vicisitudes: “Subió el petróleo, los choferes que contratas te roban, te tienes que mantener en la calle para saber cómo va la movida, y encima de eso ellos, porque hay que pagarle a policías e inspectores para que te digan al final que te estás enriqueciendo”.
El dueño de la flotilla de carros recuerda cómo el año pasado había “tres cuerpos de inspectores distintos en la calle que alimentar porque todo el mundo pedía lo suyo. Yo tengo carros en tres vías y dondequiera es lo mismo, chama. La jugada cada día la aprietan más”, asegura.
“La entrevista me la pueden poner como patrón de prueba, pero ya está demostrado: aquí tanto control solo ha traído más corrupción”, resume David mientras hace un esfuerzo por montarse en un carro que lo lleve Neptuno arriba. “Los más jodi’os seguimos siendo nosotros, los que no tenemos nada”, y la espera le da para hablar más: “Fíjate si es así que con otros que han hecho fijación son los repasadores, pero no se han preguntado por qué los niños tienen que tener repasadores. Oye, porque yo me acuerdo que cuando yo era niño no hacía falta pagarle a nadie, con la escuela bastaba”.
Junto a este oficio autorizado por el gobierno deben estar siendo “regulados” también los profesores de idiomas que han creado condiciones que no ofrecen las escuelas del gobierno, los de música u otras artes que han preferido salirse de las casas de cultura deprimidas y deprimentes o de las ya extintas escuelas que una vez promovieron las enseñanza artística en el país y que han sido cerradas una a una.
No falta un bromista que asegura que las regulaciones para los arrendatarios serán simples. Además de la cuenta en el banco para controlar los ingresos, “puedes alquilar todas la habitaciones, pero puedes poner cama en una sola, o si brindas desayuno tienes que clausurar el baño, o cualquier cosa por el estilo”, porque para él “la cosa” estaba empezando a “cuadrar” y solo se necesitaba que “el gobierno pusiera tiendas mayoristas”. Entonces se pone serio: “Pero no, su preocupación mayor es por qué ellos no están ganando más dinero a costa nuestra”.
Samy, otra arrendataria cuenta que la oficial de Inmigración y Extranjería que la “atiende” por su renta en divisas en Centro Habana le dijo que “todo se resolvería de uno a cinco meses, aunque nosotros no nos sentimos tan afectados porque al fin y al cabo no paramos aunque estemos en temporada baja, muy baja”, pero es una de las tantas especulaciones que recorren la ciudad para aumentar la incertidumbre porque, si hay algo que los cuentapropistas parecen haber aprendido, es que tiempo es dinero.
En las retransmisiones se ve una vez tras otra cómo, tanto entrevistador como entrevistada, piden ante las cámaras un voto de confianza; sin embargo, la gente se muestra con esa actitud de derrota que ha comenzado a ser parte de algunos cubanos y lo resume María Luisa, casera en la Habana Vieja: “Yo no pienso tener problemas pero ya estamos curados de espanto, lo que nos queda es esperar y adaptarnos a lo que venga”.