LA HABANA, Cuba.- A la socióloga venezolana y miembro de la Red de Derechos del Niño, Carla Serrano, le preocupa el futuro y la niñez de su país. Su posición de científica le ha permitido identificar las condiciones sociales que solo favorecen el incremento de la violencia.
“Creo que el modelaje que están teniendo los chamos es de una sociedad que se ha vuelto un poco indolente, un poco egoísta”, describe las consecuencias de una crisis económica prolongada. “Cada quien viendo cómo salva su pellejo, cómo se salva en lo micro: mi familia, mis allegados, mis personas más cercanas, casi sin importarme el efecto que eso tiene en el otro”.
Apunta sobre todo quiénes a un no muy largo plazo son los mayores beneficiados.
“Eso termina siendo muy exitoso para sistemas políticos que tienen inspiración totalitaria” y todos los que han vivido en este tipo de sistema saben a qué se refiere Serrano. “En la medida en que nosotros estemos atomizados, desconectados o aislados, que no estemos articulándonos para hacer cosas somos más débiles, más vulnerables y por tanto presas más fáciles para este tipo de sistema”, lo que hace pensar a algunos analistas que Venezuela aun cuando algunos tiendan a hacer paralelismos con Fujimori en Perú, lo que les espera como futuro es la indiferencia y el automatismo de sus ciudadanos, o sea, Cuba.
Y percibe el “monstruo que se va retroalimentando, que va engordando y que van recibiendo nuestros chamos, y que no es más que las muchas formas de violencia” que está viviendo Venezuela hoy.
“No existe la sociedad cándida, perfecta, que ha estado todo el tiempo en una armonía ininterrumpida”, el análisis histórico se hace imprescindible para aclarar la imagen de una sociedad venezolana violenta antes y después de la revolución bolivariana. “Tampoco quiero sonar idílica porque creo que hay distintas variables que llevaron a Hugo Chávez al poder. Eso no pasó por obra y gracia del Espíritu Santo, hay razones históricas, sociales, económicas y políticas que explican por qué ese movimiento que el protagoniza terminó llegando al poder”.
Y agrega: “Pero en el camino pareciera que no terminamos de asimilar y de aprender ciertas lecciones. En todo caso Venezuela no era un país perfecto”, y se apoya en la teoría del sociólogo Ramón Piñango y la ilusión de armonía de un país que vive de la renta petrolera“, nosotros con los recursos abundantes que nos llegaban de esos ciclos de bonanzas petroleras se nos permitió acelerar procesos y como sociedad nos quedamos atascados en aprendizajes, históricamente no maduramos”; y ahora están pagando las consecuencias según la teoría de la socióloga. “No hay sociedades que no tengan conflicto, el tema es cómo resuelves las situaciones conflictivas” y siente que Venezuela está metida en “un callejón sin salida donde se nos han ido sumando distintos tipos de situaciones”.
La violencia política es una de las más latentes.
“Estamos teniendo cada vez más personas perseguidas, cada vez más personas que son encarceladas por su manera de pensar, presos de conciencia, presos políticos y eso pareciera que va in crescendo”, y a ella le angustia aunque no se detenga en su trabajo con la Red por los Derechos de los Niños.
“Me preocupa el tono radical que hemos adquirido”, y ahora se refiere a las dinámicas de hace más de dos décadas de lo que debiera ser “la política con P mayúscula”, como lo definiera ella misma. “Los mensajes que se dan son muy fuertes, estigmatizantes (sic), que deterioran lo que debe ser un proceso para dirimir las diferencias, aquellos puntos de vista encontrados por los que no necesariamente tendríamos que vernos como enemigos”.
Según Serrano, es lo que llaman “suma cero” algunas corrientes politológicas; o sea, “yo te tengo que eliminar a ti o tu a mí, ¿no?”, y se lamenta mucho de que esa atmósfera crezca cada día en el país y que “poco a poco se haya ido internalizando en la cultura política”, y que se refleja en la homogenización de todos los que no son afines al Gobierno, en oposición.
“Eso que se entiende por la MUD es un contubernio”, desarrolla su visión sobre la que es para muchos “la oposición” venezolana. “Ahí hay una mezcla de partidos con muchísimas posiciones y esa alianza ha sido en un primer momento fundamentalmente de tipo electoral. En el camino ellos han intentado madurar y hacer otras cosas”, pero está consciente de la desconfianza que ha generado la alianza de partidos porque “pareciera que la dirigencia no es totalmente transparente y muchísima gente que se siente defraudada; pero la oposición es un espectro amplísimo donde entran muchísimos sujetos y actores políticos, aunque los que más han logrado consolidarse, tener cierta estabilidad y reconocimiento es ese grupo heterogéneo que entra en la MUD, y que han intentado mantenerse bajo el paraguas de la unidad”, desde su perspectiva no ha sido un proceso fácil ni sencillo, “y se nota que en cuanto a lo interno de ellos hay muchas estrategias y diferencias de cómo abordar las cosas”.
Otro tipo de violencia que identifica es la que genera el hambre.
“No tener la certeza de lo qué se va a comer o de si mañana vas a poder desayunar, de si vas a poder seguir estudiando”, los ve no solo como los dilemas de las familias venezolanas sino una incidencia directa sobre el futuro de la infancia.
Pero del otro lado de la violencia identifica el miedo como un sentimiento aprehendido que va a influir negativamente.
“Los chamos están asimilando de nosotros los adultos significativos temores de que no estamos siendo exitosos en afrontar esta situación”, se vuelve hipercrítica aunque esté segura que como mismo hay un lado autoritario, hay otro que pone resistencia en un proceso que ella considera “desgastante” pero que “hace rato que hemos debido resolver esto, además teniendo tantos ejemplos cercanos, con herramientas de las cuales echar mano, y entonces te preguntas qué pasa que no terminamos de desarmar esto”.
“Yo soy una mujer que va a cumplir 44 años”, y define lo que ha sido la lucha de la mitad de su vida, “y he visto la decadencia, cómo el deterioro va poquito a poquito, no se detiene ni se estanca, sigue porque van avanzando otras lógicas. Y estoy en el grupo de las personas que han decidido no irse del país aunque sé que el tiempo histórico es uno pero el tiempo personal es otro”.
Pero no se va sobre todo porque está convencida de que “hay que trabajar para que los chamos no crezcan con la parálisis que produce el miedo a atreverse, a opinar, a pensar por sí mismos”, y echa mano de otras experiencia, “porque sé que llega un momento en que el adoctrinamiento te abarca y el costo puede ser demasiado alto”.