LA HABANA, Cuba.- El mes de diciembre ha sorprendido a los cubanos con bajas temperaturas antes de concluir la primera quincena. Muchos ya se habían acostumbrado a aprovecharlo como etapa de vacaciones; especialmente a propósito de los días festivos, pero también por la moderación del calor, que acompañado de una brisa amable, trastoca el último mes del año en un verano casi al estilo mediterráneo.
Al cierre de 2017, sin embargo, el súbito descenso en los termómetros ha obligado a sacar los abrigos, con mínimas que han alcanzado los 12ºC en la capital. Para algunos esto no significa frío de verdad; quienes superan los cuarenta años de edad, recuerdan otros diciembres con temperaturas muy bajas.
Según datos del Instituto de Meteorología, diciembre de 2010 fue el más significativo con un total de 31 nuevos récords de temperatura mínima para la Isla. En aquella ocasión, se registró 1,9 ˚C en Colón (Matanzas); mientras en zonas del interior de La Habana los descensos oscilaron entre 2,5 y 3,6 ˚C, y la estación meteorológica de Casablanca marcó la mínima más baja para una temporada invernal, con 12,1 grados.
Desde entonces hasta la fecha, en el mes de diciembre los valores de temperatura se han mantenido alrededor de los 24 ˚C, dejando el invierno “crudo” para los meses de enero y febrero. Pero los efectos del cambio climático se han hecho sentir en la Isla, con tórridos calores que hacen de julio y agosto un lapso insoportable, o adelantando la llegada de masas de aire seco provenientes del Ártico.
Los cubanos están bastante enterados sobre la creciente amenaza del clima y conocen cuáles podrían ser sus efectos para la Isla a mediano plazo. Todos los entrevistados por CubaNet coinciden en que el frío ha llegado temprano y hacía falta que refrescara, aunque algunos reconocen que 11 ˚C en diciembre les parece un tanto excesivo.
Las islas son, por sus características, muy vulnerables al cambio climático. La singular situación de Cuba y su perenne falta de recursos hace que los pobladores observen con preocupación el calentamiento atmosférico y el aumento del nivel del mar, que provoca inundaciones severas en cualquier época del año.
El único saldo positivo —además de aliviar el calor— que los criollos encuentran en las bajas temperaturas es la oportunidad de lucir más elegantes, ataviándose con prendas de vestir que podrían considerarse obsoletas en un país con fama de ser, según el slogan oficialista, “un eterno verano”.
Bufandas, pompones, jerseys, sweaters, botas, pantalones de lana y corduroi… componen el atuendo que hiberna casi todo el año en el closet de los criollos. Poder vestirse diferente hace más llevaderas las bajas temperaturas. Otros colores, otro sentido de la moda y el ambiente —aunque más mustio cada vez— del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, se conjugan para convertir la avenida de 23 en una improvisada pasarela que rompe la omnipresencia del calor, la humedad, la fatiga y el mal olor.
A pesar de andar medio encogidos por el gélido viento que sube del Malecón, los cubanos agradecen el frente frío que le saca presión al hacinamiento en paradas y ómnibus. A falta de transformaciones más profundas, diez o quince grados menos propician que las relaciones humanas sean más cordiales, que las personas disfruten caminar en la ciudad, y sientan el placer de salir de casa bien arregladas para regresar del mismo modo.
Es un frío inusual para diciembre. Algunos lo atribuyen al cambio climático, otros opinan que solo se está recuperando el equilibrio en los termómetros, y la mayoría ni siquiera se cuestiona el porqué. Solo reciben esa masa de aire seco y ártico que marca la diferencia en vísperas de un fin de año gris. No es la clase de cambio que los cubanos esperan, pero sí representa un alivio.