![](https://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2018/01/maleta_balon_nuclear.jpg)
MIAMI, Estados Unidos.- El presidente Donald Trump y su homólogo norcoreano Kim Jong-un intercambiaron amenazas esta semana acerca del tamaño, la locación y potencia de sus “botones nucleares”.
En su mensaje de año nuevo, Kim Jong-un advirtió: “Todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas nucleares y hay un botón nuclear siempre en mi escritorio”. Horas más tarde, Donald Trump le contestaba en Twitter: “Por favor, que alguien de su régimen agotado y famélico le diga que yo también tengo un botón nuclear, pero mucho más grande y poderoso que el suyo, ¡y funciona!”
Pero si bien es cierto que la imagen de un jefe de Estado con un dedo sobre un botón —el gatillo capaz de desatar una destrucción nuclear a escala global— ha simbolizado durante décadas la velocidad a la cual un este tipo de arma podría ser lanzada, hay un detalle importante: tal botón no existe.
Entonces, ¿por qué las constantes menciones? Según The New York Times, el origen de la expresión se puede rastrear en el botón de pánico que tenían los aviones bombarderos en la Segunda Guerra Mundial para salvar la vida del piloto.
Más tarde, a mediados de la década de 1960, la imagen se popularizó cuando Lyndon B. Johnson, entonces candidato a la presidencia de EE.UU., prometió en su campaña hacer todo lo posible para evitar “apretar ese botón que volará el mundo”. De ahí en adelante, para muchos esta ha sido una pesadilla recurrente.
¿Cómo funciona en realidad?
En la Casa Blanca definitivamente no hay un “botón nuclear”, pero lanzar los misiles no es muy difícil. Ni el Congreso ni la Corte Suprema intervienen en la decisión final. En este caso no funciona el sistema de controles y equilibrios de poder y el Ejecutivo concentra en sus manos la decisión, como si de apretar un botón se tratase.
El protocolo presidencial actualmente en vigor permite que el primer misil esté en el aire tan pronto como cinco minutos después de la orden. Para llevarlo a cabo, el presidente de EE.UU. tiene dos herramientas que consisten en un “balón” y una “galleta”. Son los respectivos sobrenombres de un maletín de aluminio que pesa 45 libras y una tarjeta con una serie de códigos de verificación sin los cuales no se puede iniciar el proceso de lanzamiento.
Ambos elementos acompañan al presidente en todo momento. El “balón” es llevado por uno de sus cinco auxiliares militares, mientras que la “galleta” es guardada mucho más cerca: el líder del país más poderoso del mundo la lleva encima (Bill Clinton la perdió durante uno de sus mandatos y ocultó el hecho durante meses).
El protocolo estadounidense actual para un ataque nuclear, ya fuera ofensivo o defensivo, es el siguiente:
- El presidente decide que es necesario atacar
Las armas atómicas no serían la primera respuesta a un conflicto pues “hay muchas opciones no nucleares, como lanzar ataques aéreos para tratar de eliminar el arsenal nuclear de Corea del Norte”, dijo Alex Ward en Vox. No obstante, si el presidente decide hacerlo, es su prerrogativa.
2. Un auxiliar militar le abre el maletín
El “balón” nuclear incluye “una guía instructiva para realizar un ataque, incluida una lista de localidades que pueden ser objetivo de las 900 armas nucleares que componen el arsenal estadounidense”, detalla The New York Times. También posee las instrucciones para contactar a los comandantes militares y darles las órdenes de lanzar los misiles.
3. El presidente se reúne con sus asesores
Ya sea personalmente o por teléfono, las consultas del presidente a consejeros civiles o militares son un paso obligatorio del proceso. “Una persona clave con la que debe hablar en el Pentágono es el subdirector de operaciones del Centro Nacional del Comando Militar, o Sala de Guerra, el corazón del Departamento de Defensa”, explica Vox.
El presidente puede incluir a quien considere conveniente como asesor, pero la decisión final compete exclusivamente al inquilino de la Casa Blanca.
4. El presidente da la orden oficial de atacar
Al hacerlo se debe identificar formalmente ante un oficial superior de la Sala de Guerra, quien debe verificar que la orden procede del mandatario en persona. Para eso, el presidente recurre a la “galleta” y, cuando el militar le recite un código, el mandatario responderá según esté impreso en la tarjeta.
El oficial puede considerar que la orden es ilegal —algo que no está claramente definido, pero que comprende la desproporción del ataque o el sufrimiento excesivo—, puede rehusarse a aceptarla, y Trump puede echarlo. “Las cosas se pueden poner feas, con gente que renuncie hasta que por fin se encuentre alguien que quiera realizar el ataque”, añade Vox.
5. Se realizan los preparativos para el ataque
Desde la Sala de Guerra se emiten las órdenes para que los distintos grupos militares involucrados —submarinos, aviones, tropas, y otros elementos según se requiera— actúen según los planes del ataque. En el proceso hay varias instancias de seguridad.
6. Se lanzan los misiles
Lanzados desde tierra, es posible que hayan pasado apenas cinco minutos desde que el presidente dé la orden final. El mismo proceso toma unos 15 minutos si los misiles se lanzan desde submarinos.
En dependencia de dónde haya sido lanzado el misil, su trayectoria puede demorar más o menos. Un escudo antimisil podría rastrear el dispositivo e intentar derribarlo.
Según escribió Bruce Blair en la revista Politico, “en la era atómica, cuando las decisiones se deben tomar muy velozmente, la presidencia ha evolucionado hacia algo similar a una monarquía nuclear”.
“Con una sola llamada, el comandante en jefe tiene un poder virtualmente ilimitado para hacer que las armas nucleares le lluevan a cualquier régimen o país adversario en cualquier momento”, añade Blair.
Por su parte, el protocolo de Corea del Norte permanece en el misterio. No obstante, The New York Times estima que “es dudoso que realmente haya un botón” en el escritorio de Kim Jong-un.
Según el periódico neoyorkino, al menos “se cree que los misiles de mayor rango de Corea del Norte están impulsados por combustible líquido. Eso significa que no pueden estar guardados listos para usar en un momento. Se los debe llenar de combustible antes del lanzamiento, un proceso que puede llevar horas”.
Por ello, en cualquier caso, todavía tomaría algún tiempo para que se produjera el primer impacto. Unos minutos que, de llegar a contarse, podrían significar mucho si los máximos jefes se lo piensan dos veces.