LA HABANA, Cuba.- Ada López Canino murió a fines del año pasado supuestamente de un paro respiratorio. Nadie puede decir “la mataron”, pero se descubrió que tenía un coágulo de sangre en la cabeza que solo pudo haberse formado por las golpizas que le diera la Seguridad del Estado cubano.
Deysi Artiles es una sobreviviente de cáncer de mama, y además del acoso que tiene que sufrir su hijo por las opiniones políticas de ella, ha sido golpeada hasta el desmayo en más de una ocasión.
Ellas dos son Damas de Blanco, pero no han sido las únicas en ser humilladas, amenazadas, acosadas, golpeadas por cuestiones políticas.
No se sabe cuántas mujeres integran la oposición cubana, ni cuántas han sido expulsadas de sus trabajos por “no ser confiables”, ni cuántas piensan diferente y han decidido hacer silencio o “colaborar” con la Seguridad del Estado con tal de no “perjudicar” o “marcar” a sus hijos o a su familia.
Lo que sí es seguro es que ninguna de estas aparecerá en las estadísticas que el Gobierno promueve como parte de su campaña en contra de la violencia contra las mujeres y las niñas.
Según ellos, las violencias más frecuentes en Cuba son las de tipo psicológicas y las económicas.
La violencia de tipo político no aparece identificada en los estudios de los que la doctora Mayda Álvarez Suárez, directora del Centro de Estudios de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) se hace portavoz, pero que han sido realizados por el Centro de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas, con el apoyo del Fondo de Población, UNICEF y PNUD, en una muestra representativa de unas 19 mil 800 personas.
¿De la “muestra representativa” nadie ha sido testigo ni se ha dado por enterado de la realidad política de las mujeres que han decidido, en ejercicio de su derecho, pensar diferentes y manifestarlo? ¿O la violencia de género se justifica en algunos casos?
¿Cómo justificarían el acoso sexual que ha estado sufriendo María Cristina Labrada Varona por un soldado de la Seguridad del Estado? ¿O ella se lo merece de alguna manera? Cuando se habla en la campaña #NoAcoso, ¿se incluirán los casos de Laritza Diversent, María Bonet, Yamara Rodríguez Curbelo, Teresa Perdomo y Arianna Romero cuando fueron desnudadas frente a desconocidas para ser examinadas como si fueran delincuentes? ¿Se justifican porque la vejación fue ejecutada por otra mujer instrumentada para ejercer la violencia?
Estas situaciones parecen muy específicas pero tampoco han sido las únicas.
Lía Villares, activista por los Derechos Humanos, el año pasado fue abofeteada en el aeropuerto por exigir su derecho de salida del país y meses después fue desaparecida durante más de 24 horas por querer hacer una función de teatro en su casa.
Yuneth Cairo Reigada y Marietta Martínez Aguilera, ambas integrantes de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) fueron detenidas el 15 de abril de 2016 por protestar en el Parque de la Fraternidad lanzando octavillas y pidiendo libertades para el pueblo de Cuba como parte de la Campaña #TodosMarchamos. Fueron acusadas de Desorden Público y resistencia, lo que implica golpes propiciados lo mismo por policías hombres que por mujeres. En estos momentos se encuentran recluidas: la primera, en la Prisión de Mujeres de Occidente y la segunda en la Prisión de Mujeres de Camagüey.
Berta Soler Fernández, líder de las Damas de Blanco, es otra mujer que no clasifica en ninguna campaña que incluya a la “mujer cubana violentada”. Ha sido detenida violentamente y golpeada de manera sistemática durante 15 meses consecutivos, según uno de los últimos informes del movimiento de mujeres.
Y la narración de golpes y detenciones es solo una parte de la historia, quizás la más tangible. ¿Pero en qué tipo de violencia clasifica el descrédito, el hurgar y divulgar la vida íntima de las opositoras como instrumento represivo? ¿Y las amenazas a los hijos o a las madres o a los maridos? ¿Y las horas de interrogatorios?
El activismo de género en Cuba parece ser muy selectivo y prefiere no involucrarse en situaciones políticas reales. Por eso recalan en lo mismo que denuncian. No ve, no oye, no reconoce, no se involucra, no denuncia lo que un poder machista no le permite y hacen pensar a algunos en el acoso sexual o en los feminicidios como lo que no es, un tema de moda en el que es mejor no hablar de situaciones poco sexy o glamorosas, en situaciones que “me puedan poner en una lista negra” o por la que “me quiten el viaje o la jabita o cualquier otro privilegio”.
Valdría la pena preguntarse, ¿qué hacen las mujeres de “Eres más”, la única campaña aceptada por el Gobierno, cuando se enteran que otras mujeres están siendo golpeadas en Lawton o en 5ta avenida? Hasta el momento parece que nada, aunque tampoco hacen mucho por las integradas al sistema.
En el mismo sitio web de Cubadebate del 6 de diciembre de 2017, en donde se pueden consultar los datos de la encuesta nacional, una de las comentaristas expone su caso.
Iris cuenta cómo tanto ella como sus hijas han sido violentadas por su exesposo, y cuando piensa que ha encontrado la salida a su problema, sigue siendo víctima de las legislaciones cubanas y de los que ayudan a ejecutarla. Ni la FMC, ni el PNUD, ni la UNICEF, ni la Campaña “Eres más” han estado para ayudarla, como tampoco se han pronunciado contra las golpizas que han recibido Ailer Mena, Melkis Fauré Echeverría o Sonia González Mejías las veces que han sido detenidas. El silencio de estas organizaciones las hace cómplices y, por tanto, tan culpables como el que levanta la mano contra cualquier mujer o niña en Cuba.