PUERTO PADRE.- Juro, con mi mano puesta sobre la Biblia: No estaba al acecho cuando él dijo: “Ahí vienen”.
Él, es el único condiscípulo vivo de la estancia del general Raúl Castro en el colegio Dolores, en Santiago de Cuba. En el mismo cuarto también dormían Papito (Jorge) Serguera y Ramiro Puentes, pero están muertos.
Mientras los demás estudiantes competían de pie, los únicos que jugaban a las bolas, arrodillados, todos los días, porfiadamente jugándose cualquier cantidad de canicas, eran él, Francisco Álvarez y Raúl Castro, quienes cumplirán 87 años, el 3 de junio y el 1ro de julio. Raúl Castro es un mes más viejo que Francisco.
Este domingo ya el general Raúl Castro había votado en el municipio oriental Segundo Frente, cuando por mera casualidad me encontré con Francisco; el viejo estaba en su silla de ruedas eléctrica, tomando el sol en el portal. De complexión similar a su encumbrado condiscípulo, bastaría vestir a Francisco con uniforme de general para, visualizándolo de perfil, creer a Raúl Castro en silla de ruedas; pensaba en el parecido, cuando sacándome de la abstracción el viejo dijo: “Ahí vienen, ya me traen la boleta”.
Deteniéndose al otro lado de la balaustrada, junto a mí quedó una estudiante de secundaria, uniformada, y el señor Balbuena, septuagenario vecino de Francisco, integrante del colegio electoral.
“Mire, estas son las boletas”, dijo la estudiante, entregándoselas al anciano.
El viejo miró las cédulas, una blanca, otra verde, corrigió a la estudiante cuando dijo: “Esta es la de los diputados”, diciendo: “No, esta es la de los delegados provinciales”, y luego de leer y releer dijo: “No conozco a ninguno”.
“Ah… antes (de 1959) tú no conocías a los candidatos y votabas”, dijo el señor Balbuena, afirmando: “Todos son buenas personas, mira, Teresa Amarelles, la presidenta de la FMC (Federación de Mujeres Cubanas). ¿No conoces a Teresa?”
“Bueno, si todos son buenos, voto por todos”, dijo el viejo, marcando una cruz en el círculo de cada boleta.
Recuerdo esa escena, ejemplificando el galopar de las cifras electorales en casos como este. ¿Cuántos ancianos como el condiscípulo del general Raúl Castro, desconocedores de por quién votaban, fueron a las urnas, o los de las urnas fueron a sus casas este domingo para conseguir su voto…?
Según fuentes oficiales, en Cuba seis de cada 100 personas son mayores de 75 años. Pero esa cifra es comparada con la población nacional, no con los ocho millones de electores, donde no están más de tres millones de menores, así, es mucho más del seis por ciento de votantes ancianos a quienes dirían: “Todos son buenas personas”, y por lo que ellos responderían como el condiscípulo del general: “Bueno, si todos son buenos, voto por todos”.
En el municipio Puerto Padre, provincia Las Tunas, a las 10 de la mañana la comisión electoral informó que el 20% de los electores, 12 800 personas, ya habían votado. A las 12 meridiano reportaban el 53,25% de votantes, en dos horas habían pasado por las urnas 21 280 personas; dos horas después, a las dos de la tarde, el informe era del 75,94%, que son 27 mil 321 personas ejerciendo el voto, algo así como 227 personas votando por minuto en dos boletas; y, a las cinco de la tarde, el reporte era de 84,43%, de “electores que ejercieron el derecho al voto”, dijeron, y son 26 714 personas que debieron identificarse, pasar a la taquilla, marcar cruces con un lápiz en dos boletas…, todos y todo, en tres horas.
“¡Cómo es!”, recuerdo solía ser la exclamación de asombro de cierto criminalista mozambicano. Y, en un caso así no sería para menos. Cómo es que, en un municipio como Puerto Padre, con 91 mil habitantes, 36 mil rurales, de 64 mil electores votaran 54 mil en once horas, y la mitad de ellos, 27 321 votaran en sólo dos horas, de 12 meridiano a 2 de la tarde, para un promedio de algo así como 227 votos por minuto. Lo digo, porque sobre la una de la tarde, observé varios colegios electorales, y, o permanecían vacíos o había un “elector” a la mesa. En el de la Plaza de la Revolución, a esa hora había un votante.
En la descascarillada pared de una vieja edificación en Puerto Padre, una placa dice: “Aquí radicó la junta electoral. Fue atacada por comando del M-26-7 (Movimiento 26 de Julio) el día 26 de octubre de 1958”.
Si antes los castristas ejercían el terror a punta de pistola o con cocteles Molotov para que la gente no votara, ahora “encañonan” de forma sicológica a las personas para obligarlas o inducirlas a votar, incluso, empleando niños; eso lo hemos visto todos, y yo, personalmente, vi cómo votó el ya anciano condiscípulo del anciano General-Presidente. Voto que, por cierto, lo veo como todo un símbolo.
Así y todo, parece que sobre la “junta electoral” se ha producido otro ataque, no sólo en Puerto Padre, sino en Cuba toda; no terrorista, como el del M-26-7 en 1958; ahora no hubo disparos ni incendios, bastó el abstencionismo, lo que es muy civilizado.
Ahora dicen que nacionalmente votó el 82,90 por ciento del electorado. Si el régimen se lo cree, peor para él. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Aun siendo cierta esa cifra, bien saben que la mayoría de esos “votos”, no son tales, sino asentimientos inducidos por la coerción, luego, jurídicamente viciados.