CAIBARIÉN, Villa Clara.- Transcurrido medio año del triste evento meteorológico denominado Irma, y con el 67% de las viviendas del pueblo derruidas a la espera del rescate por parte de propietarios o entidades responsabilizadas en hacerlo, los solares y almacenes de centros de trabajo que fueron asumidos como patios donde depositar —para la venta regulada a damnificados del sector tanto estatal como el privado— los recursos imprescindibles para la reconstrucción de la zona, exhiben un panorama de erosión y dejadez.
Siquiera quedan colas, antaño interminables —asediadas por la policía, en plan de detectar ventas de turnos y demás delitos adscritos a la desdicha permanente—, contrastando con los carísimos recursos que en abundancia escandalosa las tiendas recaudadoras han sacado recién a sus vidrieras, más bien como un insulto al decoro del bolsillo medio nacional que como paliativo al del desprovisto en general.
Aduciendo que “no se trata de materiales de primera necesidad, sino de lujo” una dependiente pizpireta de la cadena TRD nos cuenta acerca de su diario enfrentamiento a las críticas del público.
Ella con frecuencia —y a modo de excusa— remite al anuncio “de que evidentemente están recogiendo el exceso de dinero circulante” ante el final de la doble moneda, por tanto “saquen lo que tengan enhuecado que esto se va a acabar”.
Así les dice a los cercanos “con ánimo para complacerlos y que de paso le dejen algo”, y un poco, además, con lástima perdonavidas.
Ella, que lleva 20 años dando la cara a un público heterogéneo que la sopapea como si fuera ella la dueña del negocio, argumenta no poder “alargarla más cuando se siente cuestionada por algún cliente imperfecto y con razón” pues le resulta “inexplicable, insólito y vergonzoso”, por ejemplo, que “una simple celosía de vidrio que ayer costaba 3 CUC, hoy haya desembarcado en franca factura de los almacenes costando cinco veces su precio anterior”.
O que las losas de piso y los muebles sanitarios que casi todos han perdido en setiembre pasado y que necesitan reponer en sus viviendas, anden por la estratosfera como si se tratara de un castigo extra por permanecer vivos en villa miseria y no tener donde sentarse. “Porque en el otro lado esas cosas ni se ven”.
Un subjefe de Almacén de la Panamericana S.A, nos cuenta que por vez primera en su vida ve el precio de la bolsa de cemento blanco a más de 10 CUC, cuando hasta el envío anterior al anuncio de marras, costaba 45 centavos el Kg.
Sin dar cuentas de la ausencia de recursos equiparables (aunque no fueren de “tan exquisita calidad” como los de las tiendas divisables), la entidad encargada de abastecer los patios de materiales para la construcción y los almacenes de recursos destinados a la población, carece de argumentos sobre la particular peladura en sus depósitos que a seis meses de iniciado el arduo proceso distributivo se ha visto paralizado en más de una ocasión.
Esta semana reapareció un poco del cemento gris (a granel) que no garantiza ninguna pureza por su baja calidad y trasiego en esos lares, y cuya condición adelanta derrumbes a corto plazo, más las cabillas (barras de acero para infraestructuras) que se consiguen por fuera al doble del precio, frisando los 20 pesos el metro, las que inmediatamente se oxidan al menor contacto.
Paralelamente, un desembarco inesperado en tiendas de una rastra cargada de cemento P-250 en bolsas de alguna garantía, atrajo a cientos de necesitados que tras horas de espera volvieron a casa pelados y sin alcanzar una, porque aun despachando a 15 por persona, dejó la cantidad total entre los primeros de la fila, previamente avisados por el personal empleado y fiduciarios que deben luchar lógicamente su mascada.
La otra cara del asunto sería la ruindad de carretoneros y transportistas una vez adquiridos los productos, quienes cobran más por llevarlo a casa cuando se trata de asignaciones estatales subvencionadas y largamente acariciadas.
O los motoneros actuales de tres ruedas, que aguardan afuera de las tiendas cuando ya ha arribado o está por llegar algo vendible, sobre los que abundan por lo bajito nuestros confidentes dada su obvia implicación interdependiente: “tienen una red infalible de avisos y complots, pues son más eficientes que la vieja alarma de combate”.
Y dicho esto, como si no fueran todos cómplices de un mismo interés, se disparan a hablar por sus respectivos celulares con informantes y contactos en el acto, porque otra rastra ya viene en camino…