LA HABANA.- La fiebre del castrismo por los ceros se convirtió en una tradición desde que el periodista del New York times, Herbert Matthews, llegó el 17 de febrero de 1957 a la Sierra Maestra, entrevistó a Fidel Castro y éste, para demostrarle que tenía bajo su mando a más de cien guerrilleros, hizo desfilar varias veces entre los matorrales del fondo del campamento a los menos de veinte hombres con que contaba en realidad.
Cuando terminó la lucha contra Batista, los cientos de guerrilleros que llegaron a La Habana se habían multiplicado en miles; muchos de ellos, claro está, sin barbas.
Luego, la fiebre por los ceros lo abarcaba todo en los discursos del líder máximo. Sus concentraciones, ya fueran en la Plaza de la Revolución, en la intersección de las calles 23 y 12, frente al Palacio Presidencial o en un simple poblado como El Cotorro, los que acudían a escucharlo ascendían por lo general a “un millón o más”.
No importaba que no cupieran en los espacios utilizados. Bastaba que Fidel dijera que se había congregado un millón de cubanos para que su prensa lo repitiera como loros hasta el cansancio.
¿Y qué me dicen de esa cifra que hasta hace poco se repetía entre historiadores y periodistas, la que arrojaba 20 000 víctimas de Batista?
Así, para siempre, los ceros a la derecha de las cifras eran y siguen siendo el pan de cada día. Desde la zafra de los diez millones frustrados, hasta los 600 atentados que le hiciera la CIA a Fidel y que éste contó uno a uno.
Pero la cifra más reciente y que me sacó de mis cabales es la que acaban de publicar los periodiquitos de Raúl, donde se dice que el pasado 12 de abril se supo que el país arribó a los cinco millones de servicios de líneas móviles activas.
La información la brindaba la Dirección de Comunicación de Etecsa y hay que creerle. Lo que sí no se le puede creer es que en realidad se trate de cinco millones de celulares en activo, porque la inmensa mayoría de los cubanos que llevan en sus bolsillos estos lindos y pequeños teléfonos móviles, surgidos en el desarrollo capitalista, lo menos que hacen es usarlos como teléfonos en realidad.
Juan, mi vecino más cercano, lo tiene sólo para escuchar música y otros y otras que pasan por mi casa me confiesan que jamás le pueden poner una tarjetica de cinco CUC para fondo de divisas, y que si hicieron un esfuerzo en invertir cuarenta CUC en ponerle una línea telefónica, fue para esperar que alguien los llame pagando ellos, porque en realidad sólo les sirve como álbumes de fotografías, para vídeos familiares y para escuchar música, sobre todo música.
Lo que no dice Etecsa ni a tiros es cuántos de esos cinco millones de teléfonos móviles se comunican entre sí, porque poseen saldo de forma permanente. Estoy segura que podríamos señalar que sólo un diez o un veinte por ciento, pertenecientes a extranjeros, generales empresarios, agentes de la Seguridad del Estado o políticos localizables tienen acceso a dinero fuerte para recargar su saldo.
Los cubanos de a pie, que lucen su móvil como una prenda de lujo, mueren de desengaño. Hacerlos funcionar como es debido, con dinero cubano, se convierte en una ilusión.