GUANTÁNAMO.- El pasado 30 de mayo de 2018, la prensa oficialista cubana publicó que, debido a las intensas lluvias que azotaron a gran parte del país, la bahía de La Perla del Sur fue perjudicada por un derrame de 12 000 m3 de aguas oleosas, mezcladas con hidrocarburos almacenados en las piscinas residuales de la refinería de petróleo “Camilo Cienfuegos”.
A pesar de que en ese momento el vertimiento afectaba el 70% de la bahía, las primeras declaraciones de los dirigentes de la entidad causante de este nuevo desastre ecológico estuvieron marcadas por un optimismo muy alejado de la magnitud del desastre. Esa misma prensa —después que varios medios internacionales se hicieron eco de lo ocurrido, entre ellos CubaNet— ofreció una información más objetiva.
Este corresponsal de CubaNet estuvo en Cienfuegos entre el 15 y el 18 de junio pasados y pudo conocer parcialmente los efectos del desastre. No pudimos constatar el daño en el norte de la rada debido a que ahí sólo puede llegarse desde la refinería o mediante una embarcación y la zona está muy controlada.
En el barrio de Punta Cotica
En Punta Cotica, humilde barrio situado en la parte noroeste de la ciudad, los efectos del derrame fueron mínimos, aunque el aumento de la turbiedad de las aguas y la ausencia de aves marinas y de peces que en otras ocasiones hemos avistado fácilmente en sus orillas era evidente.
Conversamos con un pescador furtivo, amigo de la infancia, quien se gana la vida sobre una rústica embarcación de poliespuma. Ángel —así lo llamaré, pues me pidió que no revelara su identidad— me dijo: “Aquí, como puedes ver, no hubo mucho daño, pero ahí enfrente sí —y señaló para la parte de la costa donde están la termoeléctrica “Carlos Manuel de Céspedes” y, más allá, la refinería de petróleo—. El otro día fui por la desembocadura del Damují, porque allí se pesca bien, y me dio mucha tristeza ver las grandes manchas de petróleo, peces y pájaros muertos. Tuve que esconderme entre el mangle, porque se acercaba una de las lanchas de guarda fronteras; si me cogen allí me multan con mil quinientos pesos, me quitan la chalupa y me detienen el tiempo que quieran. Imagínate, con mi chalupa me gano la vida y alimento a mi familia”.
Ante mi propuesta de pagarle para que me llevara al lugar, donde según él y recientes reportes televisivos se acusa el mayor impacto del daño, se negó rotundamente: “¿No me oíste? Y si me cogen contigo no la pasaré nada bien”. Le pregunté si no temía enfermarse si se comía la ristra de pescados que llevaba y me respondió: “¡Qué va, bicho malo nunca muere, lo malo es morirse de hambre!”.
Caminando por otras zonas de la bahía
En la calle La Mar y Gacel, cerca del Muelle Real, tampoco aprecié rastros significativos del derrame, salvo el aumento de la turbiedad de las aguas.
Esa misma situación fue la que vi detrás del centro gastronómico “Costasur”, en el malecón y después en el maleconcito, el Club Cienfuegos y La Punta, tres lugares del hermoso barrio de Punta Gorda.
Fue alentador apreciar que frente al malecón había varios alcatraces y corúas, aunque su presencia no era tan notable como he apreciado en otras ocasiones.
En el maleconcito, sobre la acera, una gran mancha de petróleo quedó como prueba de la chapucería de los trabajadores que se encargaron de recolectar los hidrocarburos recalados en esa parte de la rada, que mancharon los cascos de las embarcaciones fondeadas en el Club Cienfuegos —antiguo Yatch Club—,las que al hacer nuestro recorrido ya se veían totalmente limpias.
A pesar de la magnitud de este nuevo desastre ecológico, el sábado y el domingo, días en que hicimos el recorrido, había muchas personas bañándose en La Punta y el club Julio Antonio Mella porque las autoridades no han prohibido los baños en la bahía.
¿Cuándo conoceremos los impactos económicos y ecológicos reales de este nuevo desastre?
Una entrevista publicada el pasado 8 de junio por el periódico “5 de Septiembre”, órgano oficial del comité provincial del partido comunista, realizada por Magalys Chaviano Álvarez al Dr. C. Alaín Muñoz Caravaca, especialista del Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC), ofreció las impresiones del científico, quien declaró que la zona más perjudicada es el lóbulo norte, lo cual explica que El Perché —un pueblito de pescadores situado a la entrada de la rada— y las caletas conocidas como Calicito, las Tetas de Doña Tomasa y las ensenadas de Don Bruno y Jucaral, también hayan recibido cantidades significativas de residuos contaminantes debido al movimiento de las corrientes marinas.
Es de agradecer que la parte sureste de la rada no se haya contaminado porque en ella radica la Laguna de Guanaroca, un bellísimo lugar convertido en reservorio de flamencos y de otras especies.
Como otras personas entrevistadas por estos días con relación al suceso, el científico —aunque es un especialista en materia de protección al medio ambiente— tampoco respondió la pregunta sobre si lo ocurrido pudo haberse evitado. Sólo se limitó a decir que en el transcurso de un mes se emitirá un informe sobre el diagnóstico del fenómeno y su impacto en el ecosistema, del que ya existe un antecedente por igual causa en el 2005.
Al propio tiempo, y quizás para insuflar optimismo entre los cienfuegueros, el científico declaró que el propio dinamismo del movimiento de las aguas de la bahía, impactadas por un gran volumen de agua dulce procedente de los ríos que desembocan en ella, unido a la dirección de los vientos y a las mareas que se producen cuatro veces al día, “garantizan la limpieza de todas las cargas” contaminantes.
Quisiera compartir su optimismo, pero creo que a pesar de las bondades naturales de la rada de mi ciudad natal, que favorecen su limpieza, se debería tomar de una vez por todas un conjunto de medidas para proteger con efectividad su ecosistema.
Una estupenda sería que todas las industrias, hospitales, hoteles e instituciones fueran dotados de una tecnología capaz de eliminar, o al menos disminuir notablemente, el impacto que provocan sus vertimientos contaminantes en la bahía. Otra no menos positiva sería que la ciudad acabara de contar con una planta de tratamiento de todas las aguas residuales del sector residencial, que hoy también van a parar al mar. De cara al bicentenario de La Perla del Sur sería loable que al menos alguno de esos necesarios proyectos comenzaran siquiera a planificarse.
La naturaleza dotó a Cienfuegos de una bahía excepcional cuyas corrientes marinas y los demás factores coadyuvantes mencionados por el científico favorecen su limpieza, pero todo tiene un límite, incluso la indolencia y los deseos de sembrar falsas expectativas.