LA HABANA, Cuba.- Todo parece indicar que el señor Miguel Díaz-Canel Bermúdez se cree presidente de verdad, y como tal desea imprimirle un sello personal a su gestión. Eso no es de extrañar, pues también Osvaldo Dorticós imaginó un día que él era la máxima autoridad del Estado cubano, como en aquella ocasión en que llevó a su esposa a un desfile en la Plaza de la Revolución, como si fuese la Primera Dama de la República.
El nuevo estilo de Díaz-Canel, al parecer, se basa en incrementar las reuniones, los chequeos y los despachos. Desde que asumió la jefatura de los Consejos de Estado y de Ministros, la prensa oficialista no hace más que reflejar los encuentros del flamante “presidente” con otros funcionarios y con varios sectores de la sociedad cubana.
Esa especie de reunionismo de Díaz-Canel llegó a su apogeo durante la más reciente sesión del Consejo de Ministros. En esa cita el heredero del poder sugirió la realización de despachos mensuales con los jefes de los organismos de la administración central del Estado (ministros) con el único objetivo de chequear, caso a caso, tres temas muy sensibles para la economía cubana: las exportaciones, la inversión extranjera, y el uso que se les da a los créditos externos.
Tamaña insistencia confirma que se trata de asuntos que no marchan según el deseo de las autoridades de la Isla. Y lamentablemente para el señor Díaz-Canel, esos problemas no se resolverán con más chequeos y reuniones. Es preciso profundizar en las reformas económicas, permitir que afloren todas las reservas productivas, y hacer más transparente la sociedad.
No obstante, el apuro es tal, sobre todo en lo concerniente a atraer más inversión extranjera, que el nuevo mandatario parece habernos adelantado lo que les susurrará al oído a los ministros que se reúnan con él: “Hay que ser creativos y correr riesgos, sin afectar nuestra soberanía” (“Analizó Consejo de Ministros comportamiento de la economía cubana”, en periódico Granma, edición del 21 de junio).
Como es lógico suponer, el reunionismo de Díaz-Canel se ha extendido a otros miembros de la nomenclatura. En ese contexto, el secretario general de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte de Nacimiento, ha convocado a un ciclo de reuniones en cada centro laboral del país, en aras de analizar el documento denominado “Bases para el Fortalecimiento de la Misión del Movimiento Sindical Cubano”. Todo como parte de la preparación para celebrar el XXI Congreso de la CTC el próximo año.
Aunque el señor Guilarte de Nacimiento ha expresado su deseo de que esas reuniones sean espacios donde los trabajadores expresen libremente sus opiniones, sabemos que no pasarán de ser encuentros formales que no redundarán en beneficios para los cubanos de a pie.
Es casi ilusorio esperar que de esas reuniones se deriven aumentos salariales, la principal demanda de los trabajadores cubanos ante la galopante carestía de la vida, o que se permita en ellas la presencia de sindicalistas independientes que aporten un punto de vista no oficialista.
Como colofón, no sería ocioso que el señor Díaz-Canel advirtiera que el reunionismo deriva con frecuencia en burocracia, ese mal que tanto dicen combatir, pero que parece inherente a sociedades como la cubana.