GUANTÁNAMO, Cuba.- En una decisión sin precedentes, la dictadura cubana ha invitado a todos los emigrados cubanos a participar en la discusión del antidemocrático Proyecto de Constitución.
Las reacciones de este discriminado sector de la nación han sido diversas, algo comprensible atendiendo a que no se trata de un grupo homogéneo. Tampoco quienes lo componen han sufrido de igual forma la represión del castrismo.
El exilio histórico, conformado por esbirros de la dictadura de Batista, asesinos y malversadores de la riqueza nacional, pero también por personas honestas, propietarios que acumularon riquezas y prestigio con su esfuerzo y contribuyeron al progreso del país, constituyó la primera oleada de emigrantes cubanos hacia los EE.UU. y otros países. En él también están quienes aportaron dinero, armas y recursos materiales a los rebeldes y luego fueron despojados de sus bienes, y quienes fueron encarcelados o son familiares de los fusilados de forma expedita por luchar para restablecer la Constitución de 1940 y las elecciones libres y democráticas, pilares esenciales del Programa del Moncada y los Pactos de la Sierra, de México y de Caracas, traicionados arteramente por Fidel Castro y sus secuaces, quienes se empalagaron con “las mieles del poder”.
Ese exilio de indudable esencia política aumentó a la par que la represión y la ineficiencia económica del castrismo. Muchos cubanos emigraron luego de sufrir numerosas humillaciones y despojos materiales, sin saber cuándo podrían regresar, siquiera para poner alguna flor en las tumbas de sus seres queridos. A muchos los golpearon en los actos de repudio cuando los sucesos de la embajada del Perú y -con crueldad infinita- también les fue negado el derecho de regresar para acompañar a familiares en la enfermedad o la agonía de la muerte. Muchos no pueden regresar todavía, porque en sus casos ese derecho pasa por la abjuración de sus ideas.
Y es precisamente ahora cuando la dictadura les extiende esta especie de rosa blanca carente de efluvios martianos.
Algunas cuestiones pendientes para los emigrados
Por residir en Cuba carezco de la perspectiva de los emigrados cubanos para adentrarme en todos los resquicios del asunto, no obstante me atrevo a identificar algunos puntos que seguramente interesan a los hermanos del exilio.
El nuevo Proyecto de Constitución no garantiza la igualdad de derechos para todos los cubanos porque reitera la discriminación política contra quienes vivimos aquí y no compartimos el proyecto totalitario, pero también contra los que viven en el extranjero, incluyendo a los defensores del castrismo.
Los emigrados no pueden participar en las votaciones del Poder Popular, tienen que pagar altas sumas monetarias para obtener un pasaporte cubano y si perdieron su residencia aquí -realmente cuesta trabajo entender que alguien pierda su residencia en el país de origen sólo por vivir en el extranjero- tienen que pagar muchos servicios en divisas cuando regresan, algunos de ellos a precios exorbitantes, incluidos los de salud.
Esos cubanos tampoco pueden heredar a los familiares que fallecieron y dejaron bienes en Cuba. La discriminación política llega al extremo de que -según el Decreto Ley No. 352 del 30 de diciembre del 2017, dictado por el Consejo de Estado-, los menores de edad nacidos en el extranjero, de madre o padre cubanos, sólo pueden adquirir esta ciudadanía siempre y cuando sus padres no hayan cometido hechos o realizado acciones contra los fundamentos políticos, sociales y económicos del Estado cubano.
No existe absolutamente nada en este Proyecto de Constitución que asegure que esa política va a cambiar.
¿Entonces, cuál es el objetivo de esta alharaca “democrática”?
Según los medios cubanos, los emigrados tendrán las mismas oportunidades que los residentes acá, las que en definitiva se reducen a participar en el debate, porque tanto ellos como nosotros jamás sabremos qué va a pasar con nuestras propuestas de adición, modificación o eliminación de frases o párrafos, ni qué atención recibirán. Quienes conocemos las manipulaciones del castrismo sabemos que este no informará cuántos cubanos tuvieron la dignidad de solicitar la eliminación de la dictadura de partido único, o la incorporación al Proyecto de Constitución de todos los derechos humanos, por sólo citar dos aspectos esenciales. Si el régimen ofrece cifras serán las que le convendrá publicar, nunca las reales. Y por supuesto, siguiendo fielmente a Paul Joseph Goebbles, afirmará hasta el cansancio que este ha sido el proceso más democrático de nuestra historia y la del mundo, y que el pueblo apoyó masivamente a la revolución, etc, etc.
Estamos frente a una gran operación política dirigida fundamentalmente hacia la pusilánime y dividida Unión Europea, más preocupada por obtener pingües ganancias a costa de los cubanos y la precariedad económica de la dictadura que el restablecimiento de una sociedad democrática. A la vez, se trata de la más grande investigación sociológica realizada por el régimen, precisamente por ello muchísimos cubanos continuarán optando por el silencio o la simulación como métodos de sobrevivencia social.
Ya se ha dicho que quienes residan en el extranjero tendrán que probar su origen cubano y, además, hacer llegar al Ministerio de Relaciones Exteriores sus opiniones. ¿Los que se atrevan a participar sinceramente en el debate quedarán registrados como enemigos si sus respuestas no satisfacen a la dictadura? ¿Les negarán la entrada al país cuando quieran venir? Teniendo en cuenta la naturaleza represiva del castrismo la pertinencia de tales preguntas es incuestionable.
En ese contexto entiendo perfectamente a quienes se oponen a participar en el debate. Sin embargo, pienso que deben hacerlo, porque ha llegado el momento en que todos los cubanos que creemos en la democracia debemos enviarle un mensaje inequívoco a la dictadura.
Si luego esta pasa por alto el deseo mayoritario de los cubanos, esa actitud puede tener consecuencias inmediatas, aunque la voluntad real del pueblo sólo se conocerá si el referendo es monitoreado por organismos internacionales. Creo que nunca antes existió una ocasión como esta para lograr la unidad de la oposición cubana.
En definitiva, la cuestión esencial es unir fuerzas y luchar para quebrar la actitud hipócrita que prevalece en la ONU, en la OEA, en otros organismos internacionales y gobiernos del mundo sobre la situación cubana. Lo esencial es que los cubanos de allá y acá entendamos que de nada valdrá seguir pidiéndole cambios y derechos elementales al castrismo si no nos decidimos a arrebatárselos, porque éste, despótico como es y armado como está, jamás va a dejar de saborear “las mieles del poder” sólo porque se lo pidamos.
Este es un momento definitorio para nuestra nación, donde la dignidad y la creatividad de los cubanos debe brillar como nunca antes en los casi sesenta años de dictadura.