VILLA CLARA.- Desde anteayer y hasta el domingo, en este municipio villaclareño, se ha levantado el bramido que alcanza a la algarabía. Desde entonces llueve torrencialmente, cumpliendo con la infaltable maldición gitana.
Durante 3 días la población podrá “disfrutar” de unos —cada vez más caros— “festejos populares”, los que incluyen el tradicional desfile de barquitos engalanados conocido como el “carnaval acuático” que, si las condiciones del tiempo mejoran, tendrá lugar esta mañana de sábado.
Como en años anteriores se recurre, en la casi totalidad de los servicios y suministros, al apoyo diligente de los “compañeros cuentapropistas”, quienes con artes y mañas aprendidas del propio gobierno, salvarán del ridículo a una administración incapaz de mantener en sus áreas destinadas a las diversiones abastecimientos decorosos para el insumo de la ávida multitud, así como demás protocolos, porque nuestros hermanos “independientes” harán las delicias —de fiñes mayormente— con su parque de trastes metálicos, eléctricos e inflables a precios astronómicos, igual la reventa de alimentos y chucherías para la grey infantil.
La cerveza, paradigma de la revolucionaria inflación que históricamente ha sido el gran alivio de la gente adulta, hace mucho que dejó de subsidiarse —según prehistóricas campañas populistas del castrato al venderlas a 40 centavos del despreciado peso—, pues hoy tomarse una sola, cien veces más cara, puede conducir al cataclismo económico para ese porciento incierto y mayoritario que depende del enjuto estipendio gubernamental.
A unos días de cumplirse el primer aniversario del fenómeno nombrado “Irma” que afectó especialmente al territorio, la asamblea del poder popular ha estado todo este mes debatiéndose entre dar o suspender sus “actividades distintivas del verano” por mandato intermitente de la docta superintendencia provincial que anda a punto de disolverse.
La excusa esgrimida entre bambalinas ha sido la falta de caudales suficientes siquiera para enfrentar el desafío de reconstruir lo “naturalmente” arruinado.
Cuando se anuncia gloriosamente que el país laminará en oro a un coste oprobioso la cúpula del Capitolio Nacional, el triste hecho de que ninguna de las 400 viviendas que cuentan como “derrumbe total” haya sido reparada aún, y muchos de los techos de establecimientos estatales tampoco, dan una idea del empleo dado a los recursos asignados por el magnificente estado, que priorizó recuperar en dos meses “su” cayerío aquí, pues “de allí saldrían las divisas imprescindibles para solventar las necesidades del pueblo”, mientras se aseguraba el remozamiento del coto de caza, playas privadas y casas de descanso, importantísimos para las sacrificadas familias en el poder, las que “de ricas” no tienen un pelo, sino un cheque en blanco.
En plena campaña contra vectores, lucha anti insalubridades, raudas fumigaciones, epidemias, generaciones de focos infecciosos más la proliferación de enfermedades contagiosas o endémicas que conforman un corolario de peligros públicos, no existe una recogida de basura estable ni un suministro de electricidad o agua potable confiables.
La salud no da para batallar contra contingencias y escaseces de hospitales y medicamentos, pero las prioridades tampoco las dicta la mandancia de un sector otrora “vanguardia”, el que ha perdido interés entre las políticas distributivas emergentes/erráticas del presupuesto del estado.
En definitiva, tendremos jelengue al costo y precio que podamos pagar —según sean de condescendientes los malditos proveedores— pero, como en el romano circo, demasiadas incertidumbres nos confirman que el “brillante socialismo” —impróspero e insostenible cual mezcla de leones con neones en la sempiterna inmundicia—, bajo promesa de “justicia social”, se nos desconstitucionaliza ahora mismo a paso de conga y sin tumbadora.