WASHINGTON, Estados Unidos.- En la madrugada del primero de enero de 1959 Fulgencio Batista regresó al Campamento Militar de Columbia, donde había liderado un golpe de estado siete años antes, y huyó a Santo Domingo donde lo esperaba Rafael Leónidas Trujillo, el dictador dominicano.
A cientos de kilómetros, en la Sierra Maestra, Fidel Castro dormía apaciblemente, y al enterarse, comenzó su apoteósico peregrinaje hacia La Habana por la Carretera Central. El viaje duró una semana, y el Comandante en Jefe hizo gala de su oratoria en pueblos y ciudades, donde se incorporaron nuevos cientos de reclutas al Ejército Rebelde.
Los discursos fueron muchos, y los cubanos extasiados escuchaban las promesas y el mensaje de esperanza y libertad del joven líder barbudo. Ya no habría abusos, ni corrupción, ni presos políticos, ni las madres buscarían desesperadas a sus hijos torturados en las estaciones de policía; se restablecería la Constitución y en el término de dos años el pueblo elegiría a sus gobernantes en elecciones libres.
Respondiendo a lo que casi todos los cubanos creían eran calumnias de los batistianos, el 13 de enero Fidel dijo: “Yo no soy comunista, ni tampoco el movimiento, pero no tenemos que decir que somos anticomunistas para agradar al extranjero.” El 7 de abril, en un discurso ante la prensa en Washington declaró: “Esta revolución no es comunista sino humanista.”
Hoy, el periódico del Partido Comunista entonces, citaba a Fidel: “Creemos que no debe haber pan sin libertad, pero tampoco puede haber libertad sin pan”, una frase que desconoce al paecer el presidente simbólico, Miguel Díaz Canel, quien culpa a un huracán y al “bloqueo norteamericano” por la falta de pan, que milagrosamente no afecta a los turistas.
Fidel lo había dicho en una frase memorable: “Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella; y ahora parece como si el mundo se hundiera, cuando oímos decir la verdad”.
Pero el mundo no se hundió cuando el 2 de diciembre, el periódico Revolución publicaba un discurso diferente. Fidel Castro onfesaba: “lo digo aquí con entera satisfacción y con entera confianza. Soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida.” Al día siguiente, el periódico oficial Revolución lo citaba de nuevo: “¿Creo en el Marxismo?, creo absolutamente en el marxismo. ¿Creía el primero de enero?, creía el primero de enero. ¿Creí el 26 de julio?, creía el 26 de julio.”
Años después, el 3 de febrero de 1999, Fidel lo explicó de esta manera a los estudiantes de la Universidad Central de Caracas: “Eso sí, de marxismo-leninismo no les hablamos ni una palaba, ni teníamos por qué decirles nada…”
Es imposible entender la revolución de Fidel Castro desconociendo los discursos y pronunciamientos, las ideas y la trayectoria del dictador cubano. Su devoción al poder sin límites, y al marxismo, lo llevaron a establecer una sociedad soviética en el trópico, y a una alianza militar, política y económica con Moscú, cuyas consecuencias continúan sufriendo millones de cubanos. Lo llevaron a pedirle a Rusia que iniciara una guerra nuclear contra Estados Unidos, donde, si se hubiera producido, habrían muerto millones de personas y hubiera resultado en la destrucción completa de Cuba. En las memorias del dictador ruso Nikita Jrushchov aparece una carta fechada el 25 de octubre de 1962 en la que Castro le dice:
“En este momento quiero hacerle partícipe de mi opinión personal. Si los imperialistas invaden a Cuba con el objetivo de ocuparla, el peligro que esa política agresiva representa para la humanidad es tan grande que, tras tener lugar ese hecho, la Unión Soviética no debe nunca permitir circunstancia alguna en que los imperialistas puedan ser los primeros en lanzar un ataque nuclear contra ella. Le manifiesto lo anterior porque yo creo que la agresividad de los imperialistas es extremadamente peligrosa y que, si ellos de hecho llevan a cabo el acto brutal de invadir a Cuba en violación de la ley y la moral internacional, ese sería el momento para eliminar tal peligro de una vez para siempre a través de un acto de legítima defensa, aunque se trataría de un solución dura y terrible no hay otra alternativa.”
Fidel estaba completamente convencido de la superioridad del modelo soviético. Un año después, en 1963, decía en un discurso: “Creo que sería un absurdo, propio solamente de la gente ciega, no darse cuenta de que, en el orden científico, la Unión Soviética ha sobrepasado por completo a todos los países capitalistas… en la Unión Soviética estudian tres veces más ingenieros que en Estados Unidos; en la construcción de viviendas, la Unión Soviética es el primer país del mundo… Es decir, hay una cosa absolutamente comprobada: la realidad de la historia ha demostrado plenamente, ha confirmado totalmente la doctrina del marxismo-leninismo. Estados Unidos crece al ritmo de 2.3 o 2.5 por ciento al año; la Unión Soviética ha estado creciendo al ritmo de 10, o creo que de 11 por ciento al año.”
En el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba en diciembre de 1975 dijo: “La bancarrota de la economía capitalista ha confirmado lo inexorable de las predicciones de Carlos Marx, y contrasta con el creciente vigoroso progreso de las economías de los países que, agrupados en la comunidad socialista del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), tienen en el sólido desarrollo de la Unión Soviética su punto fundamental de apoyo”.
En ese mismo congreso dijo: “Con la solidez de la Revolución, con el desarrollo de nuestras relaciones con todo el mundo, con nuestros sólidos vínculos con el CAME y con la Unión Soviética, garantizando en este país el combustible, garantizando en este país el trigo, los alimentos, los equipos, las inversiones industriales, ¿con qué nos pueden amenazar los imperialistas?”
El 14 de febrero de 1986 en un discurso ante el Tercer Congreso del Partido, según reportó la revista Bohemia, el dictador dijo: “Por su condición de primer país socialista, por su enorme potencial económico, su fuerza militar indudable y su fidelidad a los principios del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario, la URSS es parte decisiva de las fuerzas históricas contemporáneas”.
Ya para 1985 se burlaba del embargo: “Los Estados Unidos tienen menos y menos cosas para ofrecer a Cuba. Si pudiésemos exportar nuestros productos a los Estados Unidos tendríamos que comenzar a hacer planes para nuevas líneas de producción […], porque todo lo que producimos ahora y todo lo que vamos a producir en los próximos cinco años ya ha sido vendido a otros mercados. Deberíamos privar a otros países socialistas de esos productos para venderlos a Estados Unidos. Pero los países socialistas nos pagan precios mucho mejores y tienen relaciones mucho mejores con nosotros que las que tenemos con los Estados Unidos. Hay un dicho popular que dice: “No cambies una vaca por un chiva”.
Finalmente, en el ámbito internacional no se debe ignorar el apoyo al terrorismo internacional del régimen, que continúa dándole refugio a asesinos de policías norteamericanos y cuyas naves de guerra destruyeron a dos pequeñas avionetas en espacio aéreo internacional, en el Estrecho de la Florida, asesinando a cuatro seres humanos que buscaban a refugiados que escapaban de la isla.
Así lo dijo Fidel: “Si el Estado cubano optara por desarrollar actos terroristas, por responderles con terrorismo a los terroristas, estamos seguros de que seríamos unos terroristas muy eficientes… ¡Que nadie piense lo contrario! Si decidimos ser terroristas, no hay duda de que seríamos muy eficientes. Pero el que la revolución cubana nunca haya recurrido al terrorismo no significa que hemos renunciado a ello. Que esto sirva de advertencia”.
Ese discurso tuvo lugar en el Teatro Carlos Marx de La Habana, el 6 de junio de 1976. En enero de 2001, en Teherán, Irán, Fidel Castro dijo: “Irán y Cuba, en conjunto, pueden poner de rodillas a Estados Unidos. El régimen de Estados Unidos es muy débil, y estamos presenciando su debilidad de cerca”. En el momento en que se escribe este artículo, militares castristas oprimen y matan a manifestantes pacíficos en Nicaragua y Venezuela, pero ya lo dijo en 1959 el Che Guevara, cuando recomendó el uso del “terror revolucionario” en contra de los que se oponían a la dictadura.
Después de más de medio siglo de miseria y opresión, el sistema instaurado por Fidel se mantiene. La industria azucarera no produce lo suficiente para el consumo interno y el régimen ha tenido que comprar azúcar en Francia. Fidel impuso el modelo económico y de represión soviético. El racionamiento de alimentos continúa, no se permiten sindicatos obreros independientes ni el derecho a la huelga. Amnistía Internacional no puede entrar al país. El régimen ha enviado a hospitales psiquiátricos a algunos opositores. Ningún cubano dispuesto a criticar la situación recibe el permiso necesario para trabajar de barbero, vender maní tostado en las calles o alquilar una habitación a un turista. El régimen cuenta aún con el apoyo de elementos “progresistas” en el extranjero y de algunos gobiernos democráticos, notablemente España y México. En América Latina otros gobiernos como Colombia, Chile, Brasil y Argentina son críticos de La Habana.
Frank Calzon es cubano, politólogo y activista por los derechos humanos. Al principio de enero de 1959, antes de que Fidel Castro llegara a La Habana, puso una bandera cubana en la ventana de su casa celebrando el final de la dictadura. Cuando Fidel le pidió a los niños exploradores, los boy scouts cubanos, que dirigieran el tránsito debido a que la policía de Batista había desaparecido, junto a otros adolescentes habaneros, ayudó a mantener el orden hasta la llegada de Fidel. Todavía no había terminado 1960 cuando ya era un refugiado político.
frank.calzon@cubacenter.org