LA HABANA, Cuba. – Tanto la prensa oficialista como los voceros del régimen y los historiadores de nuevo tipo –siguiendo órdenes– continuamente distorsionan la realidad cubana de antes de 1959 para hacernos creer que la revolución de Fidel Castro es la culminación del ideario martiano. Proclaman a Martí antiimperialista, adulteran la historia y utilizan al héroe porque lo necesitan para hacerse pasar por salvadores de la patria “mancillada por los gobernantes de turno al servicio del imperialismo”.
En el año 1953, el pueblo cubano celebraba el centenario del natalicio de nuestro Apóstol por todo lo alto con actividades en diversas localidades del país y con la presencia de la poetisa y ensayista Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura de 1945 y entusiasta admiradora de la obra de Martí, al que consideraba su maestro y a quien definió inteligentemente como “el mejor hombre de nuestra raza”.
Pero Fidel Castro tenía otros planes para celebrar el centenario del natalicio del Apóstol: asaltó el cuartel Moncada y, para ganar simpatizantes, declaró a José Martí el autor intelectual de ese nefasto hecho que marcó el inicio de una degradante época de violencia en nuestro país.
Para justificar sus desmanes, la dictadura manipula y tuerce las palabras de José Martí, como se evidencia en el nuevo proyecto de Constitución al declarar “nuestra voluntad de que la ley de leyes de la República esté presidida por este profundo anhelo, al fin logrado, de José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Sin embargo, el posterior contenido del texto desmiente lo anterior al decidir sin previa consulta popular que Cuba es un Estado socialista y que este sistema es irrevocable. Tampoco se les permite a los ciudadanos la libertad de asociación, sólo se reconoce el derecho de las organizaciones creadas por ellos (CDR, FMC, UJC, etc.) para vigilar, controlar y reprimir a la población.
Pero lo que resulta paradójico y demuestra un absoluto irrespeto a las ideas de José Martí es que se plantee que el Partido Comunista de Cuba, “único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Los comunistas cubanos pretenden ignorar el criterio de Martí, que sabiamente consideró el socialismo como un sistema corrupto que llevaría a los pueblos a la esclavitud.
José Martí creó el Partido Revolucionario Cubano con la finalidad de preparar la guerra necesaria para la independencia de Cuba, y consecuentemente con su pensamiento de que “la patria es dicha de todos, y dolor de todos y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie”. Con esa convicción, perseverancia e inteligencia, logró aunar la voluntad de todos los cubanos que estaban dispersos por el mundo. Y aunque escribió sobre el peligro potencial que representaba la expansión de Estados Unidos para los pueblos de América, no podemos ignorar el contexto histórico en que se produjo esa reflexión.
Los cubanos necesitamos una verdadera Carta Magna que haga realidad el pensamiento martiano más profanado por la dictadura comunista: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía”.