GUANTÁNAMO, Cuba. – Los métodos represivos y de control impuestos por el castrismo desconocen elementales derechos humanos.
Impuestos con una sistematicidad y crueldad extraordinarias, la dictadura ha logrado por décadas reprimir y silenciar las voces y acciones disonantes.
Un reciente reportaje publicado en CubaNet por la colega María Matienzo Puerto abordó las experiencias de Rafael Alba Macía, coordinador nacional de la Asociación Cubana de Transportistas Autónomos. De su lectura se advierte que las acciones represivas siempre son las mismas: detenciones arbitrarias, amenazas e infiltraciones para dividir y desarticular cualquier intento de organización de la sociedad civil realmente independiente.
Lo primero que deben interiorizar todos los cubanos que han decidido defender sus derechos y organizarse fuera del control estatal es que no están cometiendo delito alguno, pues el artículo 20 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece claramente que toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacífica y el 23.4 reconoce que toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses. Es el Estado cubano-no esos ciudadanos-quien actúa ilegalmente cuando intenta coartar tales derechos.
Rafael Alba Macía expresó a nuestra colega que la Seguridad del Estado amenazó a los activistas que el pasado 7 de diciembre del 2018 decidieron no trabajar, con quitarles el transporte y la licencia, y que de ello depende la alimentación de sus familias. Ciertamente habló de un riesgo real, de un monto económico considerable, pero el reto que tenemos los cubanos está signado por esta alternativa: Seguimos aguantando abusos o corremos los riesgos que requiere la lucha pacífica por la libertad.
La nueva Constitución impuesta no es fruto de un ejercicio libre y democrático, pero ofrece más posibilidades para la participación popular y derechos que la anterior. Desestimar la importancia y posibilidades de la sociedad civil independiente en estas nuevas condiciones sería un error.
No está de más recordar que las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones permiten a los ciudadanos, con un simple teléfono móvil, registrar cualquier hecho y difundirlo. Ya el régimen no puede impedir, como años atrás, que sus acciones represivas sean registradas y denunciadas al mundo.
Por eso es factible que cada organización de la sociedad civil independiente cuente con miembros encargados de divulgar las acciones represivas del Estado a órganos de prensa y organizaciones internacionales, aunque su identidad sea protegida.
Cada miembro de esas organizaciones debe contar con amigos y familiares que puedan acceder a dichos medios en caso de que sea detenido o haya sufrido algún abuso por parte de las autoridades. Imprescindible es que cada organización cuente con los servicios de un especialista en asuntos jurídicos y con fondos suficientes para ayudar a sus afiliados cuando sea requerido.
También creo que toda organización de la sociedad civil independiente cubana debe buscar apoyo y crear relaciones con sus similares del mundo.
Del miedo y otras justificaciones
El miedo, como la alegría, la sensación de plenitud y la tristeza, es un sentimiento muy humano. Todos hemos sentido miedo alguna vez y es lógico que este sentimiento nos acompañe si vivimos en una sociedad represiva como la nuestra, donde el individuo se halla en un total estado de indefensión. Pero el miedo también puede ser superado cuando el individuo es capaz de centrarse en sí mismo y hallar en él las reservas físicas y morales suficientes para su auto soporte.
Dentro de los mitos que circulan por la sociedad cubana está el que afirma que la Seguridad del Estado está en todas partes. Es cierto que ese órgano represivo cuenta con personal calificado, con gran número de efectivos y chivatos, y absorbe gran cantidad de recursos para defender los intereses de los déspotas aupados en el poder; pero ni está en todas partes ni puede estarlo, y casi todo lo que logra saber se debe a nuestros errores e indiscreciones.
Son muchos más los cubanos que quieren un cambio que los miembros de la Seguridad, las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior. No hay control capaz de abarcar a ese enorme número de personas y reprimirlo sino a un costo político extraordinario.
Necesidad del Observatorio Constitucional Cubano
Por su naturaleza y clara subordinación al castrismo, la Fiscalía General de la República (FGR) ha sido y es incapaz de defender las leyes y de atender eficazmente las quejas de los ciudadanos, pues hace acepción de personas según su posición política. Ahora que los principales dirigentes del país y la nueva Constitución aseguran que Cuba es un Estado de derecho, ojalá esa situación fuera revertida, pero no lo creo. No obstante, no considero válido dejar de denunciar ante la FGR la violación de nuestros derechos.
No obstante ejercitar el derecho de queja, pienso que en cada municipio del país debería crearse un Observatorio Constitucional compuesto por juristas independientes y otras personas capacitadas, con el objetivo de llevar un registro de las violaciones a la Carta Magna, divulgar su contenido y participar activamente en el control constitucional. Si los cubanos no nos involucramos en la defensa de los escasos derechos que tenemos jamás habrá conciencia cívica.
Una labor esencial de ese Observatorio sería asesorar a los ciudadanos en la redacción de quejas ante la FGR y darle seguimiento a las mismas, para, en caso de que las respuestas no fueran ajustadas a la ley y violaran elementales derechos humanos, informar a organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos, a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU y a cuantas personas e instituciones deban conocer la violación. Los recursos humanos existen y pueden desempeñar un rol muy importante en esta labor.
Estas son algunas ideas que he querido compartir tomando como referente la experiencia de muchos compatriotas.
Hasta ahora la verdadera sociedad civil cubana no ha superado el gateo. Estoy convencido de que llegó el momento de su erección.