LA HABANA, Cuba. – No me extrañaría que antes del 31 de diciembre del año en curso o en los primeros meses del que viene, el Consejo de Estado anuncie un indulto masivo como los ocurridos en el 2015, a propósito de la visita a la Isla del Papa Francisco y posteriormente, en el 2016, esta vez como respuesta a una petición del Sumo Pontífice a los jefes de Estado en el Año Santo de la Misericordia.
La primera excarcelación incluyó a más de 3 500 reos y la segunda 787, la gran mayoría sancionados por delitos comunes. Los presos políticos, beneficiados con ambos gestos, o bien ya habían extinguido casi toda la sanción o verdaderamente se encontraban muy enfermos. Proporcionalmente, resultaron ser muy pocos.
Así que el humanismo de la acción fue más bien opaco, por no decir nulo. En realidad, la balanza terminó inclinándose del lado de lo utilitario.
Esos guiños piadosos responden a una estrategia que reporta sustanciales dividendos políticos. Por tanto, es cíclica y aplicada convenientemente para remediar cualquier avería en el ámbito de la legitimidad del poder.
Desde hace décadas, la dictadura se place en armar estos escenarios de gran impacto mediático y utilizados como plataforma para el relanzamiento de las consignas patrioteras, las marchas de reafirmación revolucionaria y los compromisos de proteger el modelo socialista de las asechanzas del capitalismo.
El planteamiento del tema en cuestión tiene su origen en una plática con un ciudadano común, que me aseguró haber escuchado algo de este asunto de parte de una fuente, para él bastante fidedigna.
Ante los hechos, me limito a compartir un mensaje que ni afirmo, ni desmiento. De ocurrir, no sería nada extraordinario.
Nada les cuesta a los mandamases sacar de las prisiones varios cientos de reos, incluso algunos políticos, para minimizar los señalamientos críticos de ciertos países, fundamentalmente de Estados Unidos y de paso darle materia prima a los tontos útiles y compinches foráneos para que la defensa a la élite del partido único sea mucho más efectiva en los foros internacionales.
Ese tipo de generosidad cotiza bien en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y todo su entramado de instituciones y si el Vaticano aparece en la ecuación, ni hablar. Negocio redondo para el castrismo.
Si finalmente se realiza el indulto, me alegraría por todas las personas que han sido encarceladas sin las debidas garantías procesales y sobrevivido a condiciones infrahumanas, pero el júbilo sería brevísimo. La solución que demandan las circunstancias pasa por una revisión a fondo del código penal y de un respaldo institucional al ejercicio pleno de las libertades fundamentales. Todo lo que se haga al margen de eso se circunscribe a una eventualidad que niega la esencia de la verdadera justicia.
¿Qué valor puede tener la cancelación de una pena carcelaria, cuando se mantienen abiertas las posibilidades de un retorno a esa geografía del espanto, conformada por más de 200 prisiones y campos de trabajo?
Entre el rutinario desamparo jurídico y la pavorosa impunidad de la policía política y sus secuaces, apenas queda espacio para pensar en una existencia digna y sin los temores de ser llevado a un tribunal por lo que se les ocurra a los represores o sufrir el ataque programado de las turbas parapoliciales, una de las piezas favoritas del terrorismo de Estado.
De vuelta a la probabilidad de un perdón gubernamental a un número de tres o cuatro cifras de prisioneros, en su mayoría comunes, me da por pensar que está vez el Papa Francisco no aparecerá como protagonista en la escena. Me inclino por la idea de un protagonismo europeo. ¿Un derivado del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación firmado por los cancilleres de Cuba y la Unión Europea en el 2016?
Quizás. El tiempo confirmará la autenticidad o el fraude de la fuente que deslizó la información en mis oídos.