LA HABANA, Cuba. – Revisando la entrevista que le hiciera hace unos años el periodista Fernando Ravsberg para BBC Mundo a Odilia Collazo, he revivido el mal recuerdo de cuando ella y Néstor Baguer, a quienes contaba entre mis amigos, resultaron ser topos de la Seguridad del Estado que sirvieron de testigos en los juicios contra los opositores arrestados en la ola represiva de la primavera de 2003.
Odilia Collazo fue más amiga mía que Baguer, que pese a ciertas afinidades intelectuales, era demasiado elitista y maledicente para mi gusto.
Nunca sospeché que Odilia fuera una infiltrada, aunque muchos la acusaban de provocadora y en cierta ocasión, en circunstancias nada claras, dio una golpiza a Gladys Linares, que había sido una de las protagonistas de Concilio Cubano y estaba muy activa en aquel momento en la recogida de firmas para el Proyecto Varela.
A fines de los años 90, cuando me iniciaba en el periodismo independiente, estuve muy próximo a Odilia Collazo y su esposo Pedro, un policía supuestamente tronado por indisciplina, compartidor, campechano, curda, de enorme bigote y marcado acento serrano. Ellos pusieron su diminuto apartamento en San Miguel del Padrón a disposición mía y de Mercedes Moreno, una ex comentarista deportiva de la TV que fue de las pionera del periodismo independiente, para que pudiéramos enviar por teléfono nuestros reportes a Nueva Prensa Cubana, en Miami, que dirigía la periodista Nancy Pérez Crespo.
Eran los tiempos en que nuestras noticias y comentarios tenían que ser leídos por teléfono para que fueran grabados y luego transcritos en el exterior. Y no cualquiera se arriesgaba a dejarte utilizar su teléfono para menesteres relacionados con la disidencia.
No solo eso tuve que agradecerle a Odilia y Pedro que me permitieran utilizar el teléfono. Varias veces me mataron el hambre, en aquellos tiempos en que vivía solo, estaba recién divorciado, y lo que ganaba como albañíl de los malos, sumado con lo que pagaba Nueva Prensa Cubana cuando podía, no me alcanzaba ni remotamente para comer y pasar la manutención a mis dos hijos.
Sí, porque Odilia Collazo convendrá conmigo en que los miles de dólares que pagaba la Sección de Intereses Norteamericana a los periodistas independientes solo existieron en los cuentos de ella y de los cotorrones Reinaldo Taladrid y Randy Alonso en la Mesa Redonda.
Odilia Collazo, a quien entonces admiraba por su valentía, siempre me reprochaba ser demasiado noble. Me decía que me faltaba mucho por aprender. ¡Que bueno que no llegó a enseñarme!
Mucho nos dolió a Mercedes Moreno y a mí, pero principalmente a Mercedes que la quería como a una hermana y tardó mucho en reponerse del disgusto, ver a Odilia Collazo en la TV, del lado de los represores, despotricar mentiras e infamias contra los que hasta hacía unos días habían sido sus compañeros de lucha.
Odilia Collazo, que fue la presidenta del proscrito Partido Pro derechos Humanos, se jacta en la entrevista con Ravsberg de la vara alta que tenía con los diplomáticos de la Sección de Intereses Norteamericana. En eso no miente. Es verdad que los norteamericanos han tenido tremenda mala puntería al escoger sus favoritos entre los opositores.
Aunque parte de su familia, incluida su hija, rompió con ella cuando se supo que era agente del G2, Odilia Collazo dice no sentirse arrepentida de haber contribuido a que sus antiguos compañeros de la oposición fueran a la cárcel. Con frialdad, dijo: “A mí me tocó ser espía del gobierno”.
¿Le tocó? ¿Por qué? ¿Por la libreta de abastecimiento? ¿O la chantajearon? A mí, que la conocí, no me convence su explicación de que se hizo agente debido a los antecedentes revolucionarios de su familia. Mi padre era comunista, fue preso y torturado durante la dictadura de Batista, y eso no me hizo servidor del castrismo.
Recuerdo que Odilia decía sufrir mucho por los maltratos a que era sometido en la cárcel su padre, que había sido de la Marina durante el anterior régimen. ¿Sería cierto? Con ella no se sabe. Luego de todo lo que ha dicho, y como lo ha dicho, se difumina —y de qué manera— la frontera entre lo cierto y lo falso…