LA HABANA, Cuba.- “Para entrar en mi casa primero tienes que dejarte revisar”, así nos dijo una vecina de la barriada del Cerro, quien por vergüenza solicitó que la nombráramos Marlen.
La plaga que sufrió por meses la dejó paralizada, y tiene terror de sufrirla otra vez. Por experiencia conoce que puede trasladarse en cualquier objeto, o en la ropa de algún vecino del barrio.
Marlen reconoce su primer error, recoger una mesita “casi nueva” de la basura.
“No recogí los demás muebles que había porque no es mi costumbre, eso me da pena”, dice.
Nunca imaginó que el mueble recogido del basurero para decorar el patio le traería uno de los mayores problemas de su vida: la infestación de su casa con chinches de cama, un insecto hematófago que pica la piel humana en las noches para alimentarse de la sangre; causantes de inflamación en la piel, estrés e insomnio.
Explosión de la plaga
Las alarmas del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) en Cuba se encendieron en 2017 ante la invasión de chinches de cama en las zonas urbanas. En esa fecha las autoridades de salud distribuyeron una revisión bibliográfica sobre el tema, con el objetivo de documentar a los especialistas de la salud sobre la plaga.
Sin embargo, el insecto, que no es considerado transmisor de enfermedades, ganó terreno hasta llegar a la explosión actual de contaminación.
A inicios de este año las autoridades de Higiene y Epidemiología en Santiago de Cuba lanzaron una alerta sobre el aumento de estos parásitos en varias zonas de la ciudad. La alarma se escuchó poco en la capital, teniendo en cuenta que una las principales formas de propagación del insecto es mediante su traslado en equipajes y ropas de los viajeros.
Los técnicos en control de plagas entrevistados para este reportaje señalan que desde inicios de 2016 comenzó a notarse el aumento en la ciudad de los chinches de cama. Una plaga que hasta entonces se describía solo en las prisiones, albergues de unidades militares y hoteles.
El fumigador de Salud Pública que se identificó como Reinaldo, asegura haber participado en la desinfección del Hostal “Los Frailes”, en la Habana Vieja.
“A raíz de la presencia en Cuba del Patriarca Ruso nos reportaron una plaga de chinches de cama en el hotel donde se alojó la delegación (…) Estuvimos tres meses fumigando las habitaciones, ahí fue donde conocí el chinche de cama”.
Pedro Cosme, especialista en control de plagas, coincide en la fecha de la aparición de estos parásitos.
“En la actualidad, y desde hace alrededor de tres años, se viene notando la presencia de este tipo de plaga en cualquier zona de la ciudad, un hotel, casas de renta, o una ciudadela donde haya poca higiene. Un poco se atribuye a la reparación de colchones en la calle, pero está presente también en el traslado de la papa hacia la capital, los turistas que la traen de sus países en los equipajes, o cuando viajan a las zonas rurales en Cuba (…) El chinche de cama puede caminar hasta 50 metros en función de buscar el hospedero para picarlo hasta tres veces en la noche”.
La plaga renace
Cada chinche de cama pone de 4 a 59 huevos diarios, alrededor de 500 en el período de vida, lo que aumenta la importancia del producto químico que se utilice para la desinfección.
Las autoridades de Higiene y Epidemiología del municipio Centro Habana consultadas no solo confirmaron la explosión de la plaga, alertaron sobre la necesidad de otorgar mayor importancia a la campaña de eliminación.
Hasta el momento se evidencia que el mayor peligro es la presencia de esta plaga en cualquier espacio público. Este pudiera ser uno de los factores que incide en la insuficiencia de la campaña para combatirlos.
Otro factor es la escasez de reportes de los lugares infestados; la mayoría de las veces por vergüenza de las personas afectadas, o por el intento de aplicar medidas caseras que solo generan más expectativas.
En el sector institucional es diferente, ya se cuentan con reportes al sistema de salud de invasión de chinches de cama en establecimientos públicos.
Solicitamos ayuda en la Dirección Municipal de Salud de Centro Habana para erradicar la plaga en una vivienda, la funcionaria que nos atendió advirtió la mejor y casi única solución:
“Botar el colchón, quemarlo, es lo que se está haciendo”, sugirió.
La recomendación escrita en la revisión bibliográfica distribuida a los trabajadores de la salud sugiere quemar 150 CUC, en el caso de los colchones criollos, los más baratos, o 500 CUC, los más caros.
Para librarse de la plaga Marlen debía botar dos colchones y los muebles que heredó de sus padres.
“Aún debo lo que me costó la fumigación, pero fumigué con un particular como dios manda. Si tengo que deshacerme de las cosas más nunca me recupero económicamente”, expresa.
La respuesta actual de Higiene y Epidemiología contra la infestación del chinche de cama es similar a la utilizada en la campaña contra el mosquito Aedes Aegypti; los fumigantes utilizados matan el insecto adulto, sin eliminar los huevos que eclosionan a los 17 días.
El precio de eliminarla
“Es muy difícil convivir con chinches”, señala el técnico Pedro Cosme, y advierte: “si no haces un control de la plaga, alrededor de los tres meses puedes tener una población elevada (…) Para el tratamiento de los chinches hay que tener en cuenta el local para establecer sellados desde 72 a 96 horas, y generar los gases de Fosfamina que destruye los adultos y desaparece los huevos. Esta es la única manera que se puede hacer el control de todos los estadios de la plaga”.
Pero la solución perfecta no está al alcance de todos, como tampoco quemar un colchón o desechar un mueble “casi nuevo”. La fumigación con Fosfamina puede costar hasta 80 CUC, en dependencia de la habitación y el nivel de infesta.
Estos inconvenientes económicos benefician la propagación del parásito en la capital, donde la alerta debería comenzar a formar parte de las advertencias públicas del ministerio de salud.
Mientras esto sucede, las personas que como Marlen han padecido el malestar de la plaga comienzan a crear enemistades al poner su casa en cuarentena.
“No es que la gente deje de ser bienvenida a mi casa, pero ahora tiene que ser necesario la revisión para dejar entrar a cualquiera, y yo no visito a nadie (…) He renunciado a tomar café y conversar en casa de los vecinos hasta no estar segura de la eliminación de la plaga en el barrio”.
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