LA HABANA, Cuba. – La Cofradía de la Negritud envió al presidente de los Consejos de Estado y de ministros, Miguel Díaz-Canel, una Carta Abierta titulada “Algunas consideraciones sobre la problemática racial en Cuba”. Al parecer, como ya ha pasado en otras ocasiones, la misiva se quedará esperando respuesta.
Norberto Mesa Carbonell, el primer cofrade de la organización de la sociedad civil independiente, toma como referencias documentos, libros y conferencias emitidas por el mismo Estado cubano para proclamar que en un país poscolonial como Cuba no se reconozca el racismo estructural y la negación de términos como afrodescendiente, que definen a los activistas y a las personas de toda la región.
Entre esas referencias están la Mesa Redonda “El racismo sobre la mesa”, de marzo de 2016, y el Informe de Cuba ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, como Estado parte, en la 96 Sesión Ordinaria de CERD, el 15 de agosto de 2018. También involucra la historia de la revolución cubana con Heriberto Feraudy Espino, presidente de la Comisión José Antonio Aponte; a Esteban Morales y sus pronunciamientos en su blog personal; a Fidel Castro con el libro de Ramonet y a las Observaciones finales sobre los informes periódicos en Ginebra.
Para Mesa Carbonell existe una contradicción entre el discurso de negación que enarbola el régimen y la responsabilidad que le ha sido otorgada expresamente a Díaz-Canel del tema en Cuba. Por tal razón, el cofrade hace tres exigencias directas en la Carta Abierta.
La primera y la tercera son reclamos de reconocimiento y atención.
“Realice un encuentro con las diversas plataformas de la sociedad civil interesadas “, dice la carta en un pedido que, de ser respondido, conllevaría a convertirse en hito en la historia de la represión y la censura en Cuba, país donde se ha declarado abiertamente la guerra a cualquier pensamiento diferente, alternativo u opositor a los principios inamovibles del régimen.
El segundo reclamo es que las Observaciones finales del CERD puedan tener “un cumplimiento satisfactorio de cara a la próxima presentación” y eso implicaría reconocer que en Cuba existe racismo estructural y que el gobierno se compromete a crear políticas públicas encaminadas a saldar la brecha de pobreza que se ha acentuado tras más de 60 años de mala administración.
Aun cuando la Carta Abierta fuera entregada hace aproximadamente una semana, y todavía está en el lazo legal de 60 días hábiles comprendidos, de antemano se sabe que Díaz Canel no responderá y no solo porque la Cofradía pertenezca a un sector de la sociedad civil que el gobierno se empeña en silenciar, sino porque sería responder a demasiadas interrogantes, aunque Mesa Carbonell solo esté pidiendo un encuentro.
El actual presidente cubano le teme a las preguntas difíciles, a los argumentos que contradigan el guión que le han entregado para que lo repita y lo haga lo más creíble posible. Que un grupo de negros y negras inconformes le exija que reconozca lo que en Cuba se viene negando desde 1961, cuando Eduardo Dorticós proclamara la “abolición” de la discriminación racial como si se tratada de la esclavitud, puede ser un giro inesperado con el que no sabrá cómo tratar.
El “problema racial”, como dice la Carta, se ha mantenido en silencio convenientemente porque eso implicaría hablar de “las históricas desventajas materiales” que afectan a las personas negras. El gobierno, en su totalitarismo, no permite ni facilita que la sociedad civil sea quien asuma la solución porque eso implicaría abrirse al mundo de posibilidades que ofrecen algunas organizaciones internacionales a los afrodescendientes, lo que conduce, por fuerza, a la democracia.
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