LA HABANA, Cuba. – Un prolongado espectáculo político-cultural, que incluyó en su concepción el reconocimiento a los mejores peloteros de la Serie Nacional de béisbol número 59, un homenaje a la fallecida bailarina Alicia Alonso y la celebración por el Día de la Cultura Cubana, tuvo lugar ayer en la provincia de Camagüey, elegida sede del evento, con una puesta en pantalla cursi, melodramática y patriotera.
La fiesta del béisbol cubano y sus actuales estrellas, que con las pruebas de habilidades y el juego de veteranos había logrado las delicias del público durante viernes y sábado, devino este domingo en un escenario político traído por los pelos, que en una mezcolanza de cánticos, dragones y banderas, convirtió su original propósito en un encuentro ideológico con aires de tribuna abierta.
Los falsos vitrales de la parte colonial de Camagüey, colocados en la media luna del terreno de béisbol, rodeados por la presencia de orishas con sus atributos; así como un dragón chino cruzando sobre la tabla de lanzar en el montículo, más unas tablas colocadas sobre el área del home play, donde danzó parte de la compañía del ballet de la ciudad de los tinajones, dejaron una falsa visión del famoso ajiaco cultural de Don Fernando Ortíz, convertido en un pastiche lastimero.
Si a esto le agregamos las imágenes de Alicia danzando vestida de miliciana, o de traje verde olivo con Fidel, Vilma y otros militares, al evento deportivo, convertido en desfile militar, sólo le faltaron las antiaéreas en el área del jardín central, los tanques entrando por el izquierdo y una escuadra de aviones de combate sobrevolando el estadio, en apoyo a los jóvenes que “peleaban” sobre la grama del Cándido González por un pan con jamón y un refresco Tukola, amén de un pantallazo.
También resultó patética la interrumpida intervención de la delegada provincial del Poder Popular en el territorio agramontino, por fallas en el audio. Sin dudas, fue una tarde malograda para los amantes del béisbol en Camagüey y para quienes lo seguíamos en toda Cuba por nuestros telerreceptores.
Sin embargo, los amanuenses, correveidiles y voceros que cubrieron la demorada clausura de la fiesta del Juego de las Estrellas, coincidieron en señalar por unanimidad -cual impresoras y coro de papagayos amaestrados-, que todo aquel abigarrado panorama kitsch fue un dechado de originalidad, virtudes y épicas sensaciones. Sólo un debutante comentarista deportivo en la televisión cubana habló de la necesidad de tener cuidado con las imprecisiones. ¡Dios lo ampare!
Por otra parte, la representación del faranduleo político ideológico, mezclando en un solo paquete, convoyado, los tres hechos que coincidían alrededor de una fecha histórica para los cubanos, atrasó el espectáculo beisbolero con el peligro de suspensión si llegaba la noche, pues no habría luces artificiales por falta de combustible.
El incansable y asfixiante propósito de las autoridades cubanas de convertirse en una especie de Rey Midas ideológico vestido de verde olivo, capaz de convertir en un acto político todo lo que suceda en Cuba -no importa si un carnaval, un festival de cine, rumba, o una feria porcina-, tiene al pueblo hasta el cuello. Sin embargo, frente a las cámaras, en vez de rebelarse o llorar, la gente aplaude y ríe.
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