LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -En el mercado Brimart, perteneciente a la cadena de tiendas Panamericana, el cliente puede encontrarse con dos cosas: aguas residuales cuando llueve y vales de venta donde no aparecen productos que ya le han cobrado.
Cuando se tupen, por la lluvia, las alcantarillas de la Calzada de 10 de octubre, en el barrio habanero de Santos Suárez, Brimart amanece ocupado por un mar de agua con excrementos. Ese día la apertura se pospone por una o dos horas, y algunos empleados se arman con haraganes para hacerle frente a la tropa invasora. Es un agua negra de un olor desagradable, que quita las ganas de comprar al cliente menos escrupuloso.
En realidad, este fenómeno no es muy cotidiano y depende del capricho de las nubes, al contrario de otro fenómeno menos natural y sí más humano, que amenaza diariamente a los clientes de Brimart.
Hace unos días, Ana, la vecina de los bajos de mi edificio, compró allí un pomo de refresco, uno de aceite y uno de mostaza. Pagó la cuenta. Al salir, la portera le pidió el comprobante de venta, y verificó el contenido de su jaba para asegurarse de que coincidiera. Al parecer lo creyó así y la dejó marcharse.
Camino a casa, Ana miró por casualidad el comprobante y notó que la caja sólo registró dos productos, el refresco y el aceite, pero no la mostaza. Y el total a pagar era 3.90 CUC. Ella recordaba perfectamente -porque nuestras ancianas pueden olvidar cualquier cosa menos la cantidad de dinero que invierten- que la cajera le había dicho 5.95 CUC. Faltaban por contabilizar los 2.05 CUC de la mostaza.
Cuando regresó y le preguntó a la cajera el motivo por el que ese producto no aparecía en el comprobante de venta, ella le dijo que ese artículo había entrado recientemente, y aún no le habían asignado el código para la caja registradora. Una mentira obvia dicha con total desfachatez.
Para comprobar mis sospechas de que esa mostaza no estaba contabilizada en ninguna factura comercial y que no era más que un producto del negocio ilícito de los trabajadores del mercado, fui dos días después a comprar mostaza. Y nuevamente no apareció este producto en el comprobante de venta. Y nuevamente la encargada de verificar los comprobantes me dejó salir con el pomo de mostaza. Y nuevamente volvieron a contarme el cuentecito de los códigos, a pesar de que ya habían pasado dos días.
Es un secreto a voces que muchos de los artículos que se venden en estas tiendas los compran los dependientes y directivos, de forma ilegal, a los camioneros que traen las mercancías para la tienda, y a otros vendedores de mercancías ajenos a los almacenes del Estado. Lo peor de esto, no es que los empleados estafen al Estado, que a fin de cuentas nos estafa a todos, sino que esta práctica puede poner en peligro la salud del cliente, al comprar, sin saberlo, mercancías de dudoso origen.
Dicen que un periodista de la prensa oficial puso en jaque al mercado Brimart, hace ya algún tiempo, por motivos similares. Pero como sucede siempre con los periodistas en Cuba, los trabajadores de Brimart esperaron a que saliera por la puerta para mostrarle el dedo del medio y seguir en sus ilegalidades, las que sólo parecen salir a flote cuando a un cliente, como Ana, le da por mirar un comprobante de venta y descubre que le “sobra” un pomo de mostaza.