LA HABANA, Cuba. – El año no pudo empezar peor. Por si no fueran suficientes la miseria, las escaseces, la desesperanza del pueblo y la arrogancia, egoísmo y demagogia de los mandamases empeñados en retener el poder absoluto a perpetuidad, los primeros días de enero nos han traído el triste espectáculo de los bustos ultrajados de José Martí.
En las redes sociales, donde han colocado fotos de los bustos manchados de pintura roja, se atribuye tal “hazaña” un grupo que se autodenomina Clandestinos, por la película de Fernando Pérez.
¿Por qué la emprendieron contra Martí? ¿A qué puede contribuir este hecho que amén de contraproducente, es vil y deleznable?
¡Vaya protesta! Al régimen castrista no lo afecta. Al contrario: le da un buen argumento para seguir su cantalenta de que todos los que se le oponen son enemigos de la patria.
Algunos sospechan que se trata de una jugarreta del régimen, una operación de falsa bandera, para culpar a los opositores. No lo dudo. Pero tampoco dudo de la existencia, en esta masa embrutecida en que nos ha convertido esta dictadura de 61 años, de gente ignorante y resentida que rechaza de plano, ciegamente, sin pensar, todo lo que identifiquen con el régimen. La programación televisiva, las películas cubanas, el arte, la cultura. La bandera y el himno nacional. O José Martí. Porque recuerden que al hombre nuevo le inculcaron en la escuela que Martí fue “el autor intelectual” del ataque por Fidel Castro al Cuartel Moncada.
Lo paradójico es que la mayoría de esas mismas personas que reniega de todo lo que le huela a comunismo, a “teque de esta gente”, se niega a hablar de política y no quiere ni que les mencionen a los opositores, no quieren ni saber que existen. Su única expectativa es buscar dinero y sobrevivir. O largarse de Cuba, adonde sea y como sea, a la primera oportunidad que tengan.
Aunque sepan poco y mal de su obra y sus hechos —apenas, de carretilla, unos cuantos versos y frases y las fechas que les enseñaron en la escuela—, Martí es venerado por la inmensa mayoría de los cubanos, de la bandería que sean.
Esta monstruosa afrenta ha hecho coincidir en la repulsa al régimen y a parte de la oposición. ¿Cargo de conciencia? Después de todo, ambos tienen parte de responsabilidad. El régimen, por su descarada manipulación de Martí para apropiárselo, presentándolo como el inspirador de la revolución de Fidel Castro. La oposición, por su incapacidad para llegar a la población y guiarla de modo efectivo, y no en rabietas histéricas, para que reclame sus derechos y exija libertad y democracia.
El ultraje a Martí más que preocupante, es deprimente. Cuando más necesarios nos son para salir de este agujero negro a que nos ha conducido el castrismo y que amenaza la propia existencia de la nación, seguimos perdiendo valores, tradiciones, ética. Y también perdemos —o en nuestra ignorancia, se los cedemos al régimen para que se quede con ellos y los use en su provecho— la cultura, la historia, los próceres, los símbolos nacionales. Y así, nos vamos quedando sin patria. Y con amos. Los peores amos posibles.
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