LA HABANA, Cuba. – En pocas horas las redes sociales han ardido con las declaraciones de Arantxa Tirado, una politóloga socialista española, que aseguró haber vivido en Cuba durante un mes con 30 euros que le bastaron para sufragar el costo de tres comidas diarias y hasta merienda. La afirmación vino acompañada de su intención de “desmontar a los que nos venden que la gente se muere de hambre allí”. Para sostener su premisa, hizo referencia a los productos de la libreta de abastecimiento que la población compra a precios subsidiados; omitiendo detalles sobre la calidad y cantidad de los mismos.
La politóloga no tuvo la cortesía de explicar la ruta alimentaria que le permitió sobrevivir por 30 días con un dinero que a los cubanos no les alcanza para nada. Según expresó en Twitter, visitó Cuba en junio de 2019, antes del incremento salarial. Entonces el sueldo promedio se estimaba en 750 pesos (32 CUC), exiguos para costear los altos precios tanto en los comercios estatales como en el mercado negro. En medio de esta economía contraída la española hizo su experimento, el cual se procurará desmontar a continuación con datos y cifras extraídas de la vida cotidiana para ilustrar el tipo de dieta que sería costeable con 30 euros; descartando de antemano la posibilidad de comer fuera y asumiendo que la politóloga carece de un paladar exigente.
Una vez cambiada la moneda europea, pongamos que a 1.10 CUC -la tasa oficial de compra más alta registrada el pasado año-, obtuvo 33 CUC (792 pesos). Digamos que con ese dinero compró un cartón de huevos. Si tuvo la suerte de adquirirlo por la libre, garantizó con 33 pesos cubanos el plato fuerte del desayuno para todo el mes. Si, por el contrario, debió comprarlo en el mercado negro, algo que muchos cubanos hicieron ante la desaparición de un alimento tan necesario, el cartón no costó menos de 5 CUC (120 pesos).
El resto del desayuno habría incluido pan, leche, café, algún jugo de frutas y quizás ese lujo incapturable que es la mantequilla. La bolsa de leche en polvo que podría rendir un mes -sin hacer batidos-, cuesta 5.20 CUC. Agreguemos 30 panes del más barato que se vende por la libre en moneda nacional (1 peso); además de una guayaba o un mango diarios para jugo o merienda, considerando que sus precios oscilan entre 4 y 5 pesos la unidad, en el caso de la guayaba, y de 5 a 10 pesos un mango.
En cuanto al café, con un presupuesto tan limitado, probablemente se arregló comprando en la calle, a 15 pesos, la mezcla infame que llega a la bodega. Eso significa que el paquete le duró tres días máximo; de modo que para garantizar ese trago horrendo durante toda su estancia, la durañona debió invertir un total de 150 pesos. La mantequilla, si pudo encontrarla, no le costó menos de 1.95 CUC (50 pesos).
Presumamos que cada uno de esos treinta días almorzó y comió croquetas criollas de la empresa PRODAL, la “proteína” más barata que se puede conseguir. Cada paquete vale 5 pesos moneda nacional y trae diez unidades, perfectas para el consumo frugal que debe haber implementado la federada de ultramar. Si comió cuatro croquetas diarias (dos en el almuerzo y dos en la cena), el paquete le duró dos días y medio; por tanto, debió comprar 3 paquetes semanales para un gasto de 15 pesos en una dudosa porción de proteínas. Agreguemos, pues, 60 pesos para las fritangas del mes.
Supongamos que no comió frijoles -el más económico en moneda nacional no baja de 20 pesos por tres cuartos de libra- y su consumo de arroz fue reducido, atendiendo al sano hábito de los europeos de acompañar la proteína con ensaladas de verduras. Pongamos entonces que compró una libra diaria de pepino, la opción más barata, por 6 pesos. Ello habría representado un gasto de 180 pesos, que de seguro aumentó si decidió probar otro vegetal, para variar.
Pensemos que no comió cereales, pastas, carne, mariscos, pescado ni postre. Que no compró azúcar, sal, aceite, salsa de tomate, vinagre ni especias para cocinar. El desglose propuesto se ajusta a los productos más económicos que se comercializan en Cuba para conformar una dieta deficiente y aun así representa una inversión de 773 pesos moneda nacional, de los 792 en que se convirtieron los 33 CUC iniciales. El remanente de 19 pesos habría desaparecido con la adquisición del cartón de huevos en el mercado negro, lo cual probablemente sucedió.
La incorporación de otros alimentos baratos como boniato, plátano burro o arroz, bastaría para dinamitar la premisa de Arantxa Tirado, quien no solo miente descaradamente; sino que sus declaraciones son un insulto, en primer lugar, a los jubilados cubanos, cuyas pensiones ni siquiera rondan los 30 euros. Si un trabajador no puede sustentarse con esa suma irrisoria, piénsese en un anciano con una chequera de 300 pesos (12 CUC), o una madre soltera con dos hijos que criar.
Arantxa Tirado no dijo qué comió en esos treinta días; pero difícilmente los habrá pasado a base de croquetas. En cualquier caso, si pudo vivir aquí con 30 euros y se sintió tan satisfecha, debió haberse quedado. Su cínica apología refrenda que muchos políticos y politólogos de izquierda cada día son más sinvergüenzas. Un mes en Cuba no basta para comprender el sacrificio de un pueblo que no muere de hambre, pero ha ayunado durante décadas, generación tras generación; con la esperanza reducida al instinto de supervivencia y las neuronas pulverizadas bajo el peso de tantas consignas.
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