LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Los socialismos carnívoros que gobiernan en algunos países de América Latina han arremetido de modos diversos contra la libertad de prensa. Cuba sentó el peor ejemplo, con medios masivos estatales caracterizados por sus loas desenfrenadas al poder. La Venezuela chavista cerró Radio Caracas Televisión, la emisora más popular del país.
En Ecuador, su actual presidente inauguró una nueva modalidad represiva: nombrar jueces condescendientes y arbitrarios que le sirvan de cómplices en juicios amañados contra los órganos independientes. Esta realidad la han estado sufriendo en carne propia el prestigioso diario El Universo y los profesionales que en él laboran.
Hace varios días, la Corte Nacional de Justicia de ese país ratificó las condenas de tres años de prisión a varios colegas del importante periódico, así como la imposición a éste mismo de una multa por cuarenta millones de dólares, más otros dos por concepto de costas procesales: un ejemplo de los extremos de arbitrariedad y abuso a los que pueden llegar funcionarios judiciales obsecuentes que, en lugar de cumplir sus promesas de imparcialidad y justicia, se dedican a congraciarse con el mandón de turno.
Ante todo, es conveniente dejar bien sentado un punto: Por supuesto que los profesionales de la prensa no son intocables; si cometen una acción antijurídica, es correcto que respondan por ella. Pero la infracción hay que probarla ante una corte imparcial, y las sanciones que en su caso se impongan deben guardar proporción con la envergadura de la presunta falta.
En este caso, llaman nuestra atención el desenfreno de los juzgadores, la ferocidad de la sanción penal —más adecuada para habituales del delito que para intelectuales que pudieran haber cometido un error—, así como el brutal castigo pecuniario, que implica la quiebra de los editores y no se atempera a la escasa magnitud del supuesto daño ocasionado. Éste consistió sólo en haber afirmado que el presidente autorizó a tropas leales para que dispararan a discreción contra un hospital repleto de inocentes enfermos, familiares y trabajadores de la medicina.
El hecho tuvo lugar a raíz de la insubordinación de varios centenares de policías que protestaban por la reducción de sus beneficios, quienes sitiaron al presidente durante horas. Este bochinche de mal gusto fue calificado por Correa como un “golpe de estado”, lo cual es o una franca mentira o una fabulosa exageración. Pero los magistrados gobiernistas ecuatorianos, tan severos con El Universo, no han enjuiciado —y mucho menos condenado— al encumbrado autor de esa burda patraña.
Tras sufrir la vil prevaricación, los afectados se aprestaron a acudir ante la Organización de Estados Americanos (OEA), que durante su secular existencia ha sabido instituir órganos supranacionales destinados a impedir o paliar los atropellos perpetrados en los diferentes países miembros.
Correa invocó razones de soberanía e independencia y recurrió a la patriotería —último refugio de los pillos, la llamó alguien—, anunciando acciones de política exterior encaminadas a desconocer los trámites y pronunciamientos que pudiera hacer la entidad panamericana con vistas a restablecer la equidad y el respeto a la libertad de prensa.
El incidente sirvió de pretexto para un nuevo intento de dinamitar la OEA desde dentro y exaltar la naciente Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC). Los promotores de este nuevo proyecto dirigido contra los Estados Unidos y Canadá, no han mostrado el menor interés por establecer órganos que protejan los derechos humanos, característica que seguramente agrada en extremo tanto a los tiranos actuales como a los potenciales.
El pasado martes, se interpretó el último acto del sainete de El Universo: se dio la noticia del “perdón” de Correa a los periodistas y ejecutivos del diario. Todo indica que por esta vez primaron los consejos de los asesores presidenciales menos exaltados. Es probable que estos señores hayan tenido en cuenta el creciente rechazo provocado en la ciudadanía por el infame atropello con enmascaramiento judicial.
Es positivo que ya no haya cárcel ni multas millonarias, pero mientras el mandamás de Ecuador adopta esa pose de “buena gente”, todos los medios independientes de la nación andina seguirán bajo la misma amenaza que durante meses se cernió sobre El Universo y sus hombres, sabiendo que los tribunales correístas son cómplices de los caprichos del poder y no protectores de los derechos ciudadanos.
Pese a que por esta vez nuestros colegas eludieron el castigo arbitrario y desproporcionado, las incidencias de este caso no auguran nada bueno para la prensa no gobiernista de ese país hermano.