LA HABANA, Cuba. – Cuando se presentó el plan de la economía para el año 2019, uno de los objetivos principales a lograr era “realizar un proceso inversionista eficiente y que respaldara los programas priorizados”. Por supuesto que semejante propósito incluía cumplir el plan de inversiones del año que ascendía a 12 mil 750 millones de pesos.
Sin embargo, trascendió durante una reciente emisión de la Mesa Redonda de la televisión cubana, que las inversiones en 2019 cerraron con un monto de 10 mil 200 millones de pesos, lo que representa el 80% de lo planificado. De esa manera, y como viene sucediendo desde hace más veinte años, el país incumple el plan anual de esta importante actividad económica.
Y algunos se preguntarán: ¿Es que acaso son tan ambiciosos esos planes que no hay modo de cumplirlos a pesar del esfuerzo que se haga? En realidad no parece que esa sea la esencia del problema. Mejor sería ahondar en las fallas que se producen a la hora de acometer el proceso inversionista.
En primer término, habría que considerar las insuficiencias en el componente constructivo que conforma la mayoría de las inversiones. Y en ese sentido tomar en cuenta que el año 2019 resultó pésimo en lo referido a la producción de importantes materiales de la construcción, como el cemento, la madera y el acero.
A propósito, en la citada Mesa Redonda, se informó que el país ha iniciado la exportación de ciertas cantidades de cemento, todo como parte de esa obsesión del equipo de Díaz-Canel por exportar a diestra y siniestra. Es casi una burla enviar al exterior un producto que, debido a su escasez en el país, impide la concreción de muchas obras sociales y productivas.
En ese contexto tampoco se puede obviar la carencia o fluctuación de la fuerza de trabajo calificada -constantemente hay que preparar a nuevos operarios- en las obras de polos turísticos como el de Varadero, lo cual hace que no se cumplan los plazos de terminación de las inversiones.
Pero nadie piense que las deficiencias en las inversiones se relacionan solo con el elemento cuantitativo. En una entrevista concedida a Granma por el ministro de Economía y Planificación de Cuba, Alejandro Gil Fernández, el funcionario apuntó que “no solo se trata de que las inversiones no rinden lo consignado en los estudios de factibilidad, sino que el problema parte desde el propio estudio realizado, muchas veces, como un acto formal, sin objetividad, como una vía para aprobar la inversión y, por tanto, se diseñan indicadores que solo se dan en los papeles. Ello es un problema grave”.
Precisamente, entre las propuestas que van aflorando en el proceso de discusión de las cifras del plan de la economía 2020 en las empresas y entidades del país, una se relaciona con la necesidad de mejorar la preparación de las inversiones y los estudios de factibilidad, pues se invierte mucho en obras que después no tienen respuesta productiva, y, por tanto, la inversión no se recupera en el tiempo previsto.
Si todo lo anterior se refiere a las inversiones que acomete el gobierno cubano, no menos sombrío resulta el panorama de la inversión extranjera. A pesar de que las autoridades no emiten muchas cifras al respecto, se sabe que el capital foráneo aún no satisface los requerimientos mínimos que demanda la economía cubana. Una de las últimas cifras informadas al respecto indicaban que la inversión extranjera era apenas el 6% de la inversión total de país.
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