LA HABANA, Cuba.- Para muchos las palabras del gobernante Miguel Díaz-Canel durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros podrían haber dejado más dudas que certezas. Sobre todo aquellas referidas a la sugerencia de hacer las cosas de una manera diferente.
En verdad la presidencia del benjamín del poder se ha caracterizado por una ralentización de los cambios económicos contemplados en la actualización del modelo, en especial los relacionados con el reconocimiento de los espacios de mercado en la economía.
Incluso habían disminuido últimamente las menciones de documentos rectores de la referida actualización del modelo económico, como los Lineamientos del Partido y la Conceptualización del Modelo Económico y Social. ¿Y qué decir del ostracismo en que se mantiene la figura de Marino Murillo, calificado por no pocos como el zar de los cambios económicos durante la época en que Raúl Castro atendía directamente los asuntos de gobierno?
A lo anterior debemos agregar la cruzada emprendida por Díaz-Canel y su equipo de gobierno contra el trabajo por cuenta propia y otras formas no estatales de gestión. Un accionar que incluyó los topes de precios, fundamentalmente a las tarifas de transportación de pasajeros, y los precios del agro, así como el cierre de varios mercados agropecuarios de oferta-demanda, y su conversión en mercados estatales.
Además, en el contexto de la actual pandemia del coronavirus, el mandatario reclamó retomar la supremacía del Estado en la planificación. O sea, un paso atrás con respecto al discurso anterior que le otorgaba a las empresas un papel protagónico en dicha actividad. Incluso se dijo que disminuirían los indicadores directivos para la confección del plan.
En resumen, que para la opinión pública el señor Díaz-Canel clasificaba hasta el momento como un baluarte de la línea dura, antirreformista, dentro de la nomenclatura del castrismo.
Así las cosas, sobrevienen las declaraciones del mandatario en el citado cónclave del Consejo de Ministros, en las que evaluó “cómo, de una manera más rápida, más decidida, más organizada, implementamos un grupo de cuestiones que están pendientes de implementación en la Conceptualización del Modelo Económico y Social”. Díaz-Canel llamó también a redimensionar los sectores empresarial y privado.
¿Estamos en presencia acaso de un giro hacia posiciones reformistas por parte del gobernante? ¿Habría sido esa una recomendación de Raúl Castro durante aquella misteriosa reunión del General de Ejército con los principales dirigentes del país, de la que solo se ofrecieron imágenes sin audio? Claro que estamos en presencia de interrogantes de difícil respuesta, y por tanto pensábamos que únicamente podríamos incursionar a tientas en el terreno de las especulaciones.
Sin embargo, apenas tres días después de las palabras de Díaz-Canel aparece un artículo en el propio diario Granma en el que se asevera la no viabilidad para Cuba de adoptar los modelos chino o vietnamita. Es decir, que aconseja no transitar por los caminos de un socialismo de mercado.
Por supuesto que ese artículo no debe contemplarse como obra de la casualidad, sino como una manera de aclarar el significado de las palabras del gobernante.
Entonces casi estamos en condiciones de imaginar que la intención de Díaz-Canel no fue en verdad la de ahondar en el ámbito de las reformas económicas. Más bien se trata de la desesperación de la maquinaria del poder ante una crisis económica de la que no saben cómo salir, y que sin dudas trascenderá con creces los marcos de la actual epidemia del coronavirus.
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