LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Por más que Fernando Ravsberg, el corresponsal de BBC Mundo en La Habana, asegure estar dedicado a “informar de la forma más objetiva posible” sobre Cuba, no lo consigue. Y no porque le falte profesionalidad. Más bien le sobra ambigüedad.
Particularmente lo que escribe en su blog, siempre se presta a varias lecturas, ninguna de ellas ingenua. Sólo que siempre se percibe una comprensiva confianza en el mejoramiento del régimen y un escepticismo demasiado crítico hacia quienes se le oponen. Y ese desbalance –vaya usted a saber por qué razones o compromisos- parece que le es absolutamente imposible corregirlo. Incluso cuando se lo propone.
Tal es el caso de “Una extraña conversación”, publicado el 15 de marzo en su blog, donde se refiere a una funcionaria de la aviación civil tronada por corrupción y condenada a 10 años de prisión.
Ravsberg explica que dio con la funcionaria gracias a “un buen amigo” que le pidió “ayuda para denunciar el caso.” El periodista uruguayo cuenta con demasiados buenos amigos en la elite “vive bien”, pero parece que tiene muy pocos o ninguno en la Cuba profunda que le pida ayuda para denunciar el desalojo de un llega y pon, los abusos policiales, la situación de un preso o la represión contra los disidentes.
Cuenta Ravsberg que la mujer le dijo que fue obligada a confesar, bajo tortura en Villa Marista (sede de la Seguridad del Estado), que había recibido 10 000 dólares de un empresario extranjero. Cuando Ravsberg averiguó que las torturas habían sido todas de tipo psicológico -la peor fue amenazarla con un registro en su casa delante de sus hijos-, trató de explicarle que “sería muy difícil acusar a las autoridades de tortura por haberla mantenido sentada en una sala de espera varias horas y que, en estos tiempos, es más complejo aun defender a un funcionario acusado confeso de corrupción.” Fue entonces que la tronada, muy molesta, le dijo que no entendía por qué el periodista no le hacía caso si ella, por haber sido militante del Partido Comunista hasta que la expulsaron, sabía bien que “ al fin y al cabo, la prensa extranjera está aquí para atacar al gobierno.”
Como los argumentos de Ravsberg no lograron convencer a la señora, esta enfáticamente le aseguró que “piensa sumarse a los grupos disidentes y de derechos humanos para despertar así el interés internacional sobre su caso.”
Ante esta posibilidad, no se me ocurre otra cosa que decir “solavaya”. Pero Ravsberg se quedó muy preocupado por “la paradoja de que esta funcionaria, dirigente de la aviación civil, militante del Partido Comunista y condenada por corrupción, termine apareciendo en las listas de presos de conciencia.”
Cuando la ex funcionaria refirió a Ravsberg que otros implicados – a uno de ellos le ocuparon dos millones de dólares en su casa- tuvieron condenas menores porque colaboraron con las autoridades, o están libres porque son personas muy importantes, el periodista le dijo “ahí sí tenemos una buena historia”, encendió la grabadora y preguntó los nombres de los personajes. Entonces preguntó ella:”¿Y qué gano yo con eso?”. Cuando el periodista le respondió que quien gana es su país, la mujer exclamó: “Entonces no me interesa”, y terminó la conversación.
Una primera lectura de este trabajo de Ravsberg hablaría sobre el grado de desmoralización de los funcionarios, que no serían menos corruptos, por cierto, si en los núcleos del Partido Comunista, en vez de quejarse de “la guerra mediática contra Cuba” debatieran acerca de cómo combatir la corrupción, como ingenuamente sugiere el periodista, olvidado de los males de fondo de un sistema que irremediablemente se va a pique.
En una segunda y más cuidadosa lectura, afloran las moralejas favorables al régimen:
1-En Cuba no torturan. Lo que hay son exageraciones acerca de ciertos maltratos policiales.
2-Cualquier sinvergüenza que desee hablar un poco de mierda para llamar la atención internacional y que le paguen un puñado de dólares –incomparablemente menos que los que robaba al gobierno- puede dirigirse a la prensa independiente y los grupos de derechos humanos.
3- Cualquiera de dichos sinvergüenzas –y algunos otros más- puede aparecer luego en las listas de prisioneros de conciencia.
4- Y por supuesto que a ninguno de ellos le interesa que su país gane.
Muy polémico, y con mucha tela por donde cortar, como todos los artículos de Fernando Ravsberg. En definitiva, muchas veces, a falta de objetividad, esos rasgos, entre otros, son los que hacen interesante un trabajo periodístico. Aunque no contribuya precisamente a informar.