LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Uno de los acuerdos emanados de la reciente Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista fue la eliminación del secretismo en el trabajo de losmedios de difusión. Es decir, que no hubiese temas o noticias tabúes, acerca de los cuales la prensa oficialista solo podía responder con el silencio. Sin embargo, el ejemplo que deseo mostrar nos convence de que lo aprobado en congresos y reuniones suele convertirse en letra muerta, según convenga o no a los intereses del aparato de poder.
Entre los días 25 y 27 del pasado mes de marzo, estaba programada la subserie entre los equipos de Camagüey y Metropolitanos, como parte de la actual Serie Nacional de Béisbol. El segundo de los equipos mencionados, al igual que Industriales, representa a la provincia de La Habana, y comoquiera que era home club en el referido tope, todo hacía indicar que el enfrentamiento tuviera lugar en el Estadio Latinoamericano, o en el “Santiago Changa Mederos”, de la Ciudad Deportiva capitalina, que son las instalaciones que sirven de sede a los equipos habaneros.
Pero cuál no sería la sorpresa de los aficionados cuando se enteraron de que los juegos estaban celebrándose en el poblado de Bauta, en la provincia de Artemisa. Era la primera vez, en más de cincuenta años de la pelota castrista, que un juego se disputaba en un terreno ajeno a los equipos contendientes.
En vano aguardaron los aficionados por una explicación sobre el porqué de tan insólita situación. Ni la Comisión Nacional de Béisbol, ni los periodistas deportivos de la prensa escrita, televisiva y radial dijeron una sola palabra acerca de la anormalidad. Se limitaron únicamente a informar el resultado de los partidos, como si una orden “venida de arriba” hubiese exigido que de lo otro no se hablara.
Claro, es difícil no vincular este traslado de los juegos para Artemisa con los preparativos de la visita del Papa Benedicto XVI, que por esos días tenían lugar en La Habana. Y también es lógico pensar que, tras la ocupación de templos e iglesias por parte de opositores y ciudadanos descontentos con el actual estado de cosas en la isla, las autoridades temieran que del seno de una concentración espontánea de personas, como la que convoca cualquier juego de béisbol, pudiesen haber brotado reclamos de libertad.
Creo que todas las alternativas eran malas para las autoridades. Ellas no iban a dar su brazo a torcer, y reconocer que era el miedo el móvil de la permuta de instalación deportiva. Y por otra parte, les resultaba casi imposible hallar un pretexto creíble, pues quién iba a aceptar que el terreno o el césped de dos estadios se deterioraran simultáneamente. El camino que escogieron, el silencio, confirmó que siguen subestimando la capacidad de discernimiento del pueblo cubano, al cual le reservan el triste papel del cornudo: el último en enterarse, si es que llega a enterarse.
Entonces, ¿y del fin del secretismo, qué? Bien, gracias. Tal vez arribe junto con la eliminación del partido único, es decir, nunca, mientras exista el partido único.