LA HABANA, Cuba.- Este lunes 28 de septiembre se cumplieron 60 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y la República Popular China. La primera página del periódico Granma correspondiente a esa jornada publicó el intercambio de mensajes entre los dirigentes de ambos países, ocasión en la que el presidente Miguel Díaz-Canel, como si todo hubiese transcurrido libre de tropiezos, afirmó que “la entrañable amistad que une a nuestras naciones ha superado la prueba del tiempo”.
Por su parte, el embajador chino en La Habana, Chen Xi, entrevistado por el semanario Trabajadores, apuntó que “la amistad china-cubana ha resistido vicisitudes de la palestra internacional y las relaciones bilaterales se han tornado cada vez más maduras”.
Evidentemente, hay más sinceridad en las palabras del funcionario asiático al reconocer que no todo ha sido color de rosa en los vínculos entre ambos países. Porque, por ejemplo, las “vicisitudes de la palestra internacional” en los años 70 estuvieron a punto de provocar la ruptura de dichas relaciones.
Todo comenzó a finales del decenio anterior a los 70, cuando Beijing y Moscú iniciaron sus disputas en torno a la supremacía del movimiento comunista internacional. Los dirigentes cubanos optaron por apoyar las posiciones de la Unión Soviética, y calificaban los argumentos chinos como “una política revisionista”.
En 1972 la prensa cubana condenó el recibimiento que le tributó en Beijing el gobernante Mao Zedong al presidente norteamericano Richard Nixon. El episodio fue visto como una traición, en momentos en que arreciaba la guerra de Vietnam.
La cima de las discrepancias entre China y Cuba sobrevendría hacia la segunda mitad de esa década, cuando las dos naciones se involucraron en el conflicto sostenido por los distintos grupos guerrilleros que luchaban por liberar a Angola del colonialismo portugués.
Como es sabido, Cuba envió sus tropas regulares para apoyar al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), encabezado por Agostinho Neto, que a la postre declaró unilateralmente la independencia y se hizo con el poder en esa nación africana. El MPLA contaba además con el apoyo soviético.
China, en cambio, colaboró con asesores y armamento para secundar a las otras dos formaciones guerrilleras que luchaban contra los portugueses, pero que también se oponían al MPLA.
Nos referimos al Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto, y a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), que tenía como líder a Jonas Savimbi.
Eran tiempos en los que la prensa oficialista cubana arremetía a diario contra los asesores chinos que se hallaban en Angola, a los que acusaba, entre otras cosas, de colaborar con guerrilleros que coqueteaban con los racistas sudafricanos.
Fue tal la histeria antichina que se vivió en Cuba por esa época que los profesores de una secundaria básica en el campo de la provincia de Matanzas, nombrada República Popular China, enviaron una carta al Ministerio de Educación para que se autorizara el cambio de nombre a ese centro docente.
En la actualidad la propaganda oficialista cubana se refiere al importante monto comercial entre Cuba y China —Beijing califica como el segundo socio comercial de la isla—, al tiempo que alaba la posición del gigante asiático al oponerse a Washington en la geopolítica internacional.
Sin embargo, muy poco hablan esos medios de las reformas pro mercado que han llevado a China a los primeros planos de la economía mundial. En ese sentido se mencionan a Mao Zedong y a Xi Jinping, pero apenas reconocen el papel de Deng Xiaoping, el gran reformista chino.
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