LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -A Clemente Acosta, un trabajador de la Cruz Roja en La Habana, le amargaron el día cuando uno de los miembros del Partido Comunista (PCC) del centro le encomendó la tarea partidaria y de prioridad número uno de asistir a un acto de repudio a las Damas de Blanco.
“Compadre, yo soy revolucionario, pero no me meto en nada. A mí no me gustan esas cosas de ofender, ni gritarle a nadie. Ahora mira tú qué clase de cuadro este. Si me niego a asistir al acto de repudio ese, quedo como incumplidor de esa tarea”. Así se quejaba Clemente de la tarea que le encomendó el PCC.
Clemente no es un opositor al gobierno, pero tampoco quiere ser parte de esas turbas, reclutadas por la Seguridad del Estado en los centros de trabajos para sembrar a golpes el miedo en las calles. En su memoria están todavía frescas las imágenes que vio en una computadora, donde un esbirro con pullover de la Cruz Roja cubana golpeaba con saña usando su camilla a un ciudadano indefenso que protestaba minutos antes de que empezara la misa que dio el Papa en la ciudad de Santiago de Cuba.
Él es radio aficionado, y teme que le quiten el permiso si no obedece. Por otro lado, está la presión sicológica a que se expondrá, y el impacto negativo para su trabajo si se niega a cumplir la triste tarea encomendada. Esa negativa manchará su expediente de revolucionario. Dejará de ser confiable porque se negó a defender la revolución desde la trinchera de combate que le asignaron: reprimir a un grupo de mujeres pacíficas.
Como veterano trabajador de la Cruz Roja, con más de dos décadas como paramédico, conoce bien que tres de los principios fundamentales de dicha institución son la humanidad, la imparcialidad y la neutralidad.
El primero de ellos previene y alivia el sufrimiento de los hombres en todas las circunstancias, protege la vida y la salud, y hace respetar a la persona humana. La imparcialidad es un principio que no hace ninguna distinción de nacionalidad, raza, religión, condición social ni credo político. Y el último de ellos, la neutralidad, y con el ánimo de conservar la confianza de todos, indica que la institución se abstiene de tomar parte en las hostilidades y, en todo tiempo, en las controversias de orden político, racial, religioso e ideológico.
Hombres como Clemente, que no son parte de la oposición, sienten sin embargo que no es correcto lo que se les ordena. La cacareada espontaneidad que se le atribuye al pueblo cuando participa en estos actos de repudio contra los opositores haya su desmentido en ejemplos como éste, donde un hombre que tiene la obligación de proteger y respetar a la persona humana, es enviado a amedrentar y maltratar a personas indefensas.
Triste papel el que el gobierno está obligando a desempeñar a esta institución cubana que tantas vidas ha salvado. La cruz roja sobre fondo blanco se está poniendo negra desde el mismo momento en que a sus miembros se les azuza, como a perros de pelea, contra personas inermes.