LA HABANA, Cuba. – En el contexto de la celebración del Día Mundial de los Derechos Humanos, como era de suponer, la propaganda oficialista cubana insistió en las supuestas acciones que se llevan a cabo en la Isla para la observancia de tales derechos.
Como complemento, el periódico Granma publicó en su edición del 10 de diciembre el artículo Derechos cubanos, logros indiscutibles de la Revolución, en el cual, además, se señalan las ocasiones en que Cuba ha sido “víctima” de acusaciones en relación con este tema.
Uno de los párrafos del referido texto precisa: “En el caso de Cuba, omiten intencionadamente que, desde la ocupación militar de Estados Unidos y durante el período neocolonial, el 45% de los niños no asistía a la escuela”.
Para cualquier observador que conozca la historia de nuestra nación es una burda falacia el hecho de relacionar las insuficiencias del sistema educacional de la Isla con la ocupación militar norteamericana acaecida durante el trienio 1899-1901. Veamos.
Al finalizar la dominación española en Cuba, el estado de la educación en el país era precario, consecuencia de la calamidad social que significó la contienda independentista iniciada en 1895. Se estima que hacia 1899 el 63,9% de los cubanos eran analfabetos. Asimismo, había provincias donde solo el 5% de los niños asistían a la escuela.
Por otra parte, la preparación del magisterio era deficiente, y en ocasiones los docentes no recibían con regularidad sus reducidos haberes. Se carecía de adecuados edificios escolares, y ni pensar en la existencia de material científico con que apoyar la labor de los maestros.
Uno de los primeros actos del gobernador militar John Brooke fue designar al eminente pedagogo estadounidense Alexis Everett Frye como Superintendente de Escuelas Públicas en Cuba. El funcionario se dio a la tarea de confeccionar un Manual para Maestros, que constituyó la primera orientación técnica de la época en la enseñanza primaria. El Manual de Frye contenía también, como lema, “Libertad absoluta a todo maestro para que emplee su propio método”. Sin dudas, ese espíritu recordaba los tiempos en que el patricio José de la Luz y Caballero alentaba la faena educativa en Cuba.
Las autoridades de ocupación distribuyeron más de 100 000 pupitres por las escuelas públicas del país y, ante la carencia de libros de texto en la Isla, se tradujeron al castellano muchos libros escritos originalmente en inglés. Y, claro, no podía faltar en esta relación el envío en 1901 de 60 jóvenes cubanas a una Escuela Normal en Estados Unidos con vistas a su capacitación, con el compromiso de que sirvieran, al menos por dos años, en las escuelas públicas de la Isla.
Si al finalizar la época colonial se contaban en Cuba alrededor de 312 escuelas primarias, ya en 1900 había unas 3313. Otro dato elocuente de la ingente faena acometida en esos años en pos de revitalizar la enseñanza en Cuba.
Con respecto a las enseñanzas secundaria y superior sobresalió la labor del eminente intelectual Enrique José Varona, quien había sido designado como Secretario de Instrucción Pública. Su labor, en esencia, consistió en modernizar la educación cubana. Entre otras medidas, se suprimió el idioma latín del programa de estudios y el estudio de la Historia de España se sustituyó por la impartición de Historia Universal. Todo en el marco de “la consecución de una pedagogía científica y la formación de personas que penetraran en la concepción del mundo”.
Le sugerimos al articulista de Granma -en caso de no haber actuado de mala fe- que consulte el tomo VII de la monumental Historia de la Nación Cubana, editada en 1952 con motivo del cincuentenario de la República.
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