LA HABANA, Cuba. – Mucho se escribe en los medios de comunicación del país y se habla en las calles sobre lo que ocurre entre los intelectuales y artistas de la Isla. De pronto parece que hemos vuelto al año 1961, cuando Fidel Castro “manejó” al sector con su conocido discurso “Palabras a los intelectuales”.
Hoy, al cabo de más de medio siglo, vuelven las comparsas de intelectuales y artistas tratando de descubrir cómo le entra el agua al coco. Por desgracia, los cubanos seguimos sin entender las palabras del propio Fidel Castro: “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución, nada”.
Los debates, a puertas cerradas, para que las quejas y el descontento generalizado no salgan por el techo, tratan temas que continúan preocupando a los creadores, particularmente el respeto a las posiciones ideológicas diversas de una sociedad que, al parecer, está despertando.
¿Será que la causa fundamental es el desmoronamiento evidente del socialismo de los hermanos Castro? ¿Será que al fin hemos descubierto que el socialismo promete prosperidad, pero solo logra miseria y subdesarrollo?
Como fundadora que fui de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), desde el mismo momento en que participé de su Primer Congreso, el 8 de agosto de 1961, apenas teniendo yo 22 años de edad, pude percibir que aquella frase del “Comandante” era una camisa de fuerza para la creación literaria y artística, tal como resultó. Pero, ¿quién podía protestar o rebelarse ante la figura de un dictador convertido en Dios, dueño de uno de los ejércitos más fuertes de América Latina y poseedor de un ministerio que sin necesidad de Internet espiaba a los creadores hasta en el interior de su propio baño?
Es bueno destacar que sí hubo muchos de aquellos miembros, que no pasaban de 600 en total, que se rebelaron, como los poetas Francisco Riverón Hernández, Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Emilio Ballagas (hijo), José Lorenzo Fuentes y otros muchos que desaparecieron del escenario cubano, obligados al exilio.
Recordando a aquellos valientes, pienso hoy en los que al cabo de 60 años de dictadura comunista siguen machacando lo mismo: tratando de hacer creer que asistimos a un proceso necesario, aunque jamás haya habido diálogo sino monólogo a punta de pistola.
Las heridas acumuladas en el cuerpo cultural de la nación continúan abiertas y duelen. Mucho más a aquellos que continúan en un exilio injusto y otros que lamentablemente se han apagado dentro y fuera de la Isla.
Hoy, a los “nuevos rebeldes” no les queda otro remedio que acudir a una especie de “diálogo” porque persisten los viejos problemas, los mismos que comenzaron en 1959 con un régimen unipartidista que acalla a todos.
Dicen también que en los encuentros actuales entre intelectuales y dirigentes partidistas se hizo hincapié en un mal crónico del que padece el socialismo: la censura en los medios de información, depositados en las manos de siempre.
Lo mismo Fidel que los otros mandamases trataron de hacer ver que el diálogo crítico y la reflexión incómoda eran partes de la Revolución, una estrategia que solo pretendía fortalecer a la dictadura en cada nueva etapa histórica, que es lo mismo que decir en cada crisis.
Esperemos que la última gran crisis sea esta de hoy, porque nuestro José Martí no pudo haberse equivocado cuando dijo, refiriéndose a la libertad: “Cuba será con todos y para el bien de todos”.
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