PUERTO PADRE, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -El Día de las Madres se celebró en Cuba por primera vez en esta ciudad el 2 de mayo de 1920 por iniciativa del maestro masón Dr. Eduardo Queral Mayo, según consta en acta de la Logia Los Perseverantes.
Noventa y dos años después, cuando el próximo domingo los residentes de Puerto Padre celebremos ese día, Rosario Parra Ronda, una madre cubana, poco tendrá que festejar.
“La muerte de Harold Brito Parra, de 38 años, ocurrida mientras cumplía sanción, en la prisión Provincial de Las Tunas, cumplió un año el pasado 12 de febrero, sin que la autoridades hayan dado respuesta de las circunstancias que condujeron a su fallecimiento, petición formulada por los padres ante las máximas autoridades del gobierno, en virtud del Artículo 63, de la Constitución de la República”, escribimos en este sitio en febrero pasado.
Pues ahora el asunto es mucho más grave.
Técnicamente la legislación sobre la administración estatal establece un plazo de 60 días dentro de los cuales las autoridades están en la obligación de responder las quejas y peticiones que reciban.
La ley número 83 de 1997, de la Fiscalía General de la República, asignó a esta institución, entre otras atribuciones, la de atender las reclamaciones presentadas por los cubanos sobre presuntas violaciones de sus derechos, facultando a los fiscales para restablecer la legalidad quebrantada.
Por si no fuera suficiente, el objetivo número 16 de la última conferencia del Partido Comunista de Cuba expresa: “Exigir y comprobar que en la instituciones y en el propio partido se preste oportuna y debida atención a las quejas y denuncias y otros asuntos planteados por la población y que las respuestas se brinden con el rigor y la celeridad requeridos”.
Pues bien, a la señora Rosario Parra Ronda, madre del fallecido Harold Brito Parra, no solo no le han dado respuesta de cómo y por qué murió su hijo, sino que tampoco, en concordancia con la ley de procedimiento penal y las reglamentaciones que regulan el trabajo del Ministerio del Interior, le han informado quiénes están implicados en esa muerte.
Por si no fuera suficiente el dolor por la muerte de su hijo, ocurrida en circunstancias desconocidas, el velatorio de Harold estuvo todo el tiempo bajo la observación de la policía política, dirigida personalmente por su jefe en el Territorio Norte de Las Tunas, teniente coronel Juan Peña. El entierro fue supervisado directamente por la jefatura del Ministerio del Interior, hasta el punto que el delegado del ministro Colomé Ibarra en Las Tunas, coronel Ávila Marrero, envió al sepelio de Harold a uno de sus más cercanos oficiales, el teniente coronel Aguilar Hernández, quien solo se retiró cuando Harold ya estaba bajo tierra y todos los dolientes camino a su casa.
No conforme con realizar un sepelio bajo vigilancia policial, ahora tampoco dejan que la madre del muerto llore en paz.
Rosario Parra Ronda fue maestra de escuela, profesora de secundaria básica y nunca se vinculó a otras actividades políticas que no fueran las oficiales, esto es, la Unión de Jóvenes Comunistas, la Federación de Mujeres Cubanas y los Comités de Defensa de la Revolución.
Con todo, Rosario tiene en Cuba un gravísimo “delito”: trajo al mundo a un hijo idealista, amante del surrealismo, que prefería ir a la cárcel por desacato a la policía que ir por la calle simulando ser hombre libre.
Harold nunca perteneció a ninguna organización política, pero con solo 13 años de edad el régimen lo consideraba ya su enemigo, y así lo tachó, por “diversionismo ideológico”.
Rosario tampoco pertenece a las Damas de Blanco, al Partido Republicano, al Movimiento Cristiano de Liberación ni a ninguna otra organización opositora. Simplemente es una madre dolida. Por conseguir la libertad de su hijo acudió a la Fiscalía, al Tribunal Supremo, al Consejo de Estado, al cardenal Jaime Ortega Alamino, al embajador del Papa en La Habana y a la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.
En Cuba, eso ya es bastante para pasar a ser un “enemigo”.
Ahora, los Comités de Defensa de la Revolución, la Asociación de Combatientes de la Revolución, y vaya usted a saber cuántos “revolucionarios”, se dedican a observar, -valga decir vigilar, acosar- a Rosario por si es Dama de Blanco, si está metida en política o si habla con la prensa independiente.
Si llega a su casa un automóvil con matricula de La Habana,… ¡Uff, la contrarrevolución! Y sin embargo, es el papá de Harold que ha venido a traer flores a su hijo. Y si el automóvil va a la plaza… ¡Corran, que va para casa del periodista! Y en realidad es que el padre del difunto fue a visitar a su prima.
Pobres perseguidores. Tan faltos de ideas que ya mueven compasión. ¡Qué ilusos, que tontos los que piensan en el socialismo cubano!
¿Socialismo?… ¡Vamos, si hasta vigilan a los hijos muertos y persiguen a sus madres!
Acaso, el próximo domingo, Día de las Madres, ¿pensarán que mujeres como Rosario y tantas otras son madres también, o se mantendrán en acecho, vigilantes para atraparnos cuando ocupemos el lugar de los muertos junto a sus madres?