Gregorio Fuentes, el pescador cubano amigo de Hemingway, ante un cuadro de los dos.
Papa Hemingway vuelve a navegar
A pesar de que Andy García es un guajiro lépero y ensimismado del pueblo de Bejucal, al sur de La Habana, voy a creer en él cuando interprete a Gregorio Fuentes, un hombre del norte, de la playa de Cojímar, capitán de barco, pescador, cocinero, bebedor taimado de rones y aguardientes, que fue el patrón del yate Pilar y el mejor amigo de Ernest Hemingway durante los 21 años que el escritor vivió en Cuba.
Hay que confiar en que el gran actor cubano se meta en el personaje del marinero porque García tiene talento y, además, tiene memoria, información y herencias sobre la atmósfera en la que respiró Fuentes y sobre la vida que llevó como compañero de aventuras, compadre (Hemingway bautizó todos sus hijos) y cúmbila en las horas de felicidad o de peligro en la punta de las olas de la corriente del Golfo.
Andy García tiene el desafío de convencer al público de que es el hombre que más tiempo pasaba en el Caribe con el autor de El viejo y el mar, el único de su círculo habanero que se permitía pequeñas tánganas esporádicas con su jefe y que basaba su respeto sólo en el aprecio personal porque no había leído ninguno de los libros, las crónicas y los artículos que escribía de pie en el baño de su casa de la finca Vigía el llamado Dios de bronce de la literatura americana.
La relación entre esos dos hombres tan diferentes tenía su fuerza en el mar, en los silencios y en sus soledades. Hemingway confiaba en Gregorio Fuentes sin ninguna reserva y fue el marinero de Cojímar quien le ayudó a artillar en secreto el yate Pilar y le acompañó, después, durante la Segunda Guerra Mundial, en su recorrido por los cayos del norte de Camagüey, en busca de submarinos alemanes.
García va a tener enfrente a un Hemingway encarnado por Anthony Hopkins. Y a este hombre también habrá que creerle cuando se pasee en bermudas por una calle de La Habana Vieja, salude a los viandantes con su español macarrónico y agresivo, cuando se emocione en el barullo de una valla de gallos y cuando salga de El Floridita al atardecer después del daiquiri salvaje (sin azúcar) número 14 y mire hacia el infinito, que debe quedar por el rumbo de su casa de San Francisco de Paula, 45 minutos al este de La Habana.
Habrá que guardar un porcentaje de credibilidad para Annette Bening a quien le ha tocado asumir el papel de Mary Walsh, la última esposa del escritor, un personaje que merece un filme aparte, pero de otro género. Una señora sin capacidad para entender los aguaceros tropicales, el tono de voz de los cubanos o las tumbas de los perros de Papa, callados y mansos cerca de la piscina.
Andy García tendrá que dejar a Gregorio dormido en la proa de El Pilar de vez en cuando porque él va a dirigir toda esta historia. Una historia escrita a cuatro manos con Hilary Hemingway, la nieta del hombre de Adiós a las armas.
La película se titulará Hemingway&Fuentes y comenzará a rodarse en los próximos meses. García se merece este chance. Tiene la posibilidad de recrear un episodio de valor y amistad que tuvo como escenario el país donde nació, la tierra que quiere y a la no puede regresar todavía. Y también se lo merecen Gregorio y Papa Hemingway. Un acercamiento a sus años entregados a la emoción del mar y la pesca hecha por artistas verdaderos que creen en los seres humanos y en sus sueños imposibles y eternos.