LA HABANA, Cuba. – Mi búsqueda del lunar en la frente que dicen que le falta a Luis Manuel en un video o en el otro duró cinco segundos. Hay gente que lleva dos días buscando diferencias entre una grabación y la otra, o que está perdida en los detalles cinematográficos: que si es un doble, que si falló, que si debió ser más enérgico y gritar, que si no debió tocar al supuesto médico, que si a los represores no se les trata así, que si nos defraudó.
La realidad es una: nos tuvieron que poner a un Luis Manuel en cámara, y no me importa que hayan inflado un muñeco o que hayan incursionado en la robótica para darnos la fe de vida que tanto pedimos. Si algo he aprendido con mi amigo es que siempre ganamos alguna cosa. Pero ¿qué hemos hecho con ese territorio que hemos ganado? Nada, seguimos el guion de hierro que nos impuso la dictadura aun pudiéndolo deconstruir a nuestro antojo.
Luis Manuel no es ingenuo ni santo ni mesías, pero sí demasiado empático para que lo entendamos. Ninguno de nosotros ha logrado entender a su verdugo como lo ha logrado hacer él. Y no creo que tenga ninguna vocación cristiana, él es más de espiritismo, palo monte y santería, aunque mencione a Dios como lo mencionamos todos.
Entonces, quien se sienta defraudado por Luis Manuel y su declaración de agradecimiento al que hace de médico en el video, es porque no lo conoce o quiere olvidarse muy pronto de todo lo que Luis Manuel ha salido airoso.
Pero yo tengo buena memoria, tengo buenas anécdotas y las puedo contar.
La noche en que sacaron el video íntimo de mi amigo fui una de las primeras en llamarlo preocupada porque algo así lleva al suicidio a cualquier macho cubano. Y no, Luis Manuel estaba, indignado, pero tranquilo. Al día siguiente nos encontramos porque aún no me creía que estuviera tan bien. Éramos un grupo de amigos. Nos reíamos como siempre y en medio de la conversación se me ocurre decirle que le había visto las nalgas demasiado negras en el video. Lo próximo fue el short a mitad de rodillas y las risas de todos.
Para entonces, en vez de esconderse como habría hecho cualquier otro “macho cubano”, ya había transmitido en vivo hablando de la vulnerabilidad que sufrimos todos bajo este régimen totalitario. No esperó a que bajara la marea. Su respuesta fue inmediata, de la misma forma que se llenaron las redes de amigos semidesnudos que lo apoyaban.
Años antes, le había dado vida a Miss Bienal, una bailarina de cabaret cuya sola presencia ponía en tela de juicio las demás piezas de arte del evento. Los que saben poco de arte se escandalizaron y todavía, a cada rato, sacan a relucir ese performance, así como aquel del stripper en una de las avenidas más céntricas del Vedado.
Luis Manuel ha ido de protesta a bares que se han reservado el derecho de admisión para parejas gais. Se besa en las redes con otros hombres, forma el escándalo y al día siguiente calienta San Isidro. Los machos que aún no han educado su masculinidad, como él, le dicen que es el más valiente que existe.
La gente anda buscando un líder, lo mismo para colgarlo que para venerarlo, pero mi amigo es solo un artista. Los cubanos necesitamos un líder para odiarlo o seguirlo ciegamente, de la única manera que sabemos hacer, y cuando eso falla, corremos al descrédito, sin matices, sin tratar de imaginarnos un panorama más saludable que no sea el de la derrota y la decepción anunciada.
En el video yo veo a un Luis Manuel débil que aprovechó la única oportunidad que le dieron para decir “Familia, estamos conectados. Patria y Vida”, porque él es un tipo que tiene siempre tremendas ganas de vivir. No es un suicida. El mensaje siempre fue “yo elijo cómo morir”, en respuesta al supuesto delincuente que, en un calabozo, un día antes de iniciar su huelga de hambre, le dijo que lo mataría con toda la impunidad que le otorgaba el régimen.
El video no me preocupa tanto. Puso a todos en el sitio que les corresponde estar. Pero hay quien sigue armando sus narrativas sobre el cuerpo de mi amigo, lo encierran aquí o allá basados en la crueldad de esta dictadura en la que nunca confiaré.
El cuerpo de Luis Manuel dondequiera que lo tengan está siendo torturado y, me duela o no, es la trinchera que muchos han escogido lo mismo para esconder sus miedos que para crecer como cubanos.
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