SANTA CLARA.- Desperdigados por toda la calle Luis Estévez, una de las arterias que fluye desde el parque Vidal de la ciudad cabacera de Villa Clara hasta la terminal de Ferrocarril, hay más de seis ancianos separados a un metro de distancia y mal acomodados sobre los quicios oblicuos de las paredes del banco. Encima de esos muros afilados disponen la mercancía a la venta: cuchillas de afeitar, baterías, paqueticos de bicarbonato o juntas para ollas de presión. Con la venduta diaria de esos artículos, la mayoría de estos jubilados garantizan, al menos, la compra de los medicamentos mensuales o aportan algún plus a los gastos de su familia.
La provincia de Villa Clara reportó este viernes 218 nuevos casos autóctonos de COVID-19, de ellos, 115 pertenecen a la ciudad cabecera. Dos santaclareños fallecieron y varios portadores de la enfermedad permanecen en estado crítico. En la red hospitalaria se encuentran ingresadas cerca de 748 personas y más de 15 viviendas están decretadas en cuarentena. Aun así, Alberto, uno de estos ancianos que vende menudencias a una cuadra del centro de la ciudad, se expone al riesgo de un contagio a sus 76 años.
“Miedo sí le tengo”, responde el viejo, que convive junto a su esposa, la cual no percibe jubilación alguna. “Nunca he querido que nadie me mantenga. Soy el soporte de mi casa y no me queda más remedio que vender estas cositas”. Agrega que padece de hipertensión y que, seguramente, también debe ser diabético porque suele tener antojos de “cucharadas de azúcar prieta en las noches”.
Una mujer se detiene en la venduta de Alberto y le pide dos bolsitas de quitamanchas en polvo que cuestan quince pesos cada una. Él recepta el dinero y le devuelve unos billetes a la señora que se ha retirado el nasobuco para que el viejo la escuche mejor. Ni él ni ninguno de los otros ancianos de la zona portan algún desinfectante de manos a la vista.
Según Alberto, diariamente pasan por allí cerca de treinta compradores que examinan con sus manos la mercancía o le hablan de cerca, porque él no comprende con claridad a través de las mascarillas. Son las diez y media de la mañana y se ha ganado cerca de 120 pesos, dinero con el que pretende comprar una calabaza en el mercado para la comida de ese día. En el mercado hay también una fila copiosa para comprar calabaza y mango maduro.
En la misma cuadra céntrica y transitada en la que permanecen estos ancianos en el horario permitido, desde el amanecer hasta entrado el mediodía, una fila de más de cincuenta personas espera su turno para entrar al banco o para acceder a los cajeros disponibles en el portal. Los primeros días de cada mes, las puertas de los bancos de Villa Clara suelen atestarse de personal que acude para el cobro de pensiones o sus respectivos salarios depositados en tarjetas magnéticas. Asimismo, muchos estudiantes utilizan esta vía para extraer el saldo de sus estipendios.
“En la televisión dicen que nos quedemos en casa, pero todos los que estamos aquí es por algún motivo, nadie quiere salir a hacer colas por gusto”, opina Zaida Castellanos, una señora en la propia cola para cobrar. “Yo vengo como otros a sacar mi dinero porque la tarjeta no se come. Los bancos cierran a la una y ese es el motivo de que tanta gente venga en el mismo horario. Si los dejaran abiertos hasta más tarde quizá no hubiera tanta aglomeración”.
En las afueras del banco, las personas de la cola están tendidas unas encima de otras para compartirse el poco espacio a la sombra. La propia fila para entrar a la instalación se confunde con otro grupo hacinado en la puerta de la Farmacia Campa. En esta primera semana del mes también sacan a la venta los medicamentos normados por el llamado tarjetón, entre estos, las pastillas prescritas para la hipertensión arterial que suelen agotarse fácilmente por la alta demanda.
Frente a la tienda en MLC más cercana otra masa aguarda para comprar detergente y otros productos de aseo. Al mismo tiempo, en el reparto José Martí, varios usuarios de redes sociales reportan una acumulación descomunal de personas frente a un mercado para comprar electrodomésticos.
“No todo el que está en esa cola lo hace por un lujo”, posteó en un grupo de Facebook un usuario identificado como Javi Díaz. “Conozco a muchos que necesitan vender esos equipos para mantener a su familia o arreglar el cuartico en el que viven. La gente tiene miedo, pero hay que salir a la calle si quieres resolver lo tuyo”
A cinco cuadras de la céntrica farmacia hay otro bulto de personas frente a una bodega. En la radio se escucha la conferencia diaria del Doctor Francisco Durán y la concurrencia hace silencio para escuchar el parte de la provincia: “En la región central, lo más llamativo es la cifra de casos en la provincia de Villa Clara”, manifiesta el vocero con evidente preocupación. “Realmente, dice mucho de cómo se está comportando el virus en estos momentos con la alta contagiosidad”.
Al término de la frase, un hombre se queja de la propia cola a la que ha tenido que someterse. Están allí para comprar la leche fluida a granel asignada a pacientes con dietas médicas. “Esta cantidad de personas aquí es por la leche, si no venimos a esta hora se corta y nos quedamos sin nada que desayunar. Es muy fácil echarle la culpa a la gente, como si uno quisiera morirse así de gratis”.
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