LA HABANA, Cuba.- Si nos atenemos a la copiosa información brindada por los medios oficialistas acerca de las muchas medidas adoptadas para mejorar la eficiencia del sistema empresarial, no nos quedaría más remedio que pensar que todo marcharía bien en dichas entidades.
Hay que recordar, por ejemplo, la flexibilización del objeto social de las empresas para que aprovecharan mejor su capacidad productiva; el permiso para que retuvieran a su nivel el 50% de las utilidades obtenidas después de cumplir con el pago de los impuestos; la posibilidad de que aprobaran sus sistemas de pago a los trabajadores, sin necesidad de ceñirse a la aplicación de las escalas salariales; y la eliminación de los indicadores directivos a la hora de conformar la estimulación salarial. Todo con vistas a lograr la cacareada autonomía empresarial.
Sin embargo, la más reciente reunión del mandatario Miguel Díaz-Canel con un grupo de empresarios estatales permitió apreciar que, por el contrario, las cosas marchan bastante mal en la empresa estatal socialista.
Aún persisten las empresas que trabajan con pérdidas, como la importante refinería de petróleo Ñico López, la cual presenta una alta fluctuación de su fuerza de trabajo. La directora de esa entidad reconoció que, en lugar de gozar de autonomía, se siente como “amarrada”, lo que le impide tomar decisiones propias.
Continúan los métodos administrativos de dirección por parte de las instancias que dirigen al sistema empresarial -algo así como ordeno y mando-, en detrimento de los mecanismos económicos. Por otra parte, se dijo en la reunión que había excesivos gastos administrativos en el aparato empresarial, plantillas infladas, mucho reunionismo, así como demasiada información a entregar por las empresas a sus organismos superiores. Y un detalle que debe haber puesto los pelos de punta a Díaz-Canel y compañía: la base productiva empresarial se queja de tener muy poco vínculo con la inversión extranjera.
El benjamín del poder debió reconocer, además, la mala calidad de las producciones y servicios que aportan las empresas estatales, y puso como ejemplo, entre otras, a las entidades que se dedican a entregar la paquetería procedente del exterior. Abundan las denuncias de ciudadanos que han sido víctimas de robos por parte de los empleados que tienen que ver con la manipulación de esa paquetería.
Y si de mal trabajo se trata, a Díaz-Canel le faltó mencionar la pésima labor que desarrollan las brigadas estatales de la construcción, las que en muchas ocasiones dan como terminada una construcción -muy visible en el caso de las viviendas- que al poco tiempo exhibe numerosas fallas en su estructura.
Mas, a pesar de todas estas insuficiencias que trascendieron en la reunión, el señor Díaz-Canel tuvo a bien apuntar que “El sector estatal todo lo tiene que hacer bien; en medio de una situación sumamente compleja, ustedes mismos han demostrado aquí que hay cosas que pueden hacerse mejor a pesar de las limitaciones que tenemos, como el bloqueo” (“El sector estatal tiene que hacerlo todo bien”, periódico Granma, edición del 11 de septiembre).
Claro, el heredero de los Castro no pierde oportunidad para insistir ante sus subalternos en el sentido de que es el “bloqueo” de Estados Unidos el culpable de todas las anomalías que muestra el trabajo de la empresa estatal socialista.
Pero no, señor Díaz-Canel. El problema no es ni coyuntural, ni el resultado de presiones provenientes del exterior. La cosa es mucho más grave: el problema es sistémico. Es el sistema de propiedad estatal lo que impide el desarrollo de la economía.
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