LA HABANA, Cuba. ─ No siempre los corresponsales de las agencias extranjeras acreditados en La Habana fueron tan complacientes con el régimen y soslayaron ─como hacen hoy─ a activistas y opositores.
A finales de la década de 1990, entre los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana no eran pocos los que mostraban interés por la oposición prodemocracia. Solían cubrir sus actos y reuniones y entrevistaban a las principales figuras opositoras de la época: Oswaldo Payá, Elizardo Sánchez, Raúl Rivero y Vladimiro Roca. Además, se reunían con periodistas independientes y tenían en cuenta sus informaciones.
Los que más asiduamente se relacionaban con los opositores eran Lucía Newman, de la CNN, Pascal Fletcher, de The Financial Times, y, paradójicamente ─porque luego serían de los más complacientes con el régimen─, Andrea Rodríguez (AP), el uruguayo Fernando Ravsberg, por entonces en BBC Mundo, y el español Mauricio Vicent (El País).
Estaban también Frances Kerry (Reuters); los franceses Corinne Cumerlatto (La Croix) y su esposo Denis Rousseau (AFP); Vicente Botín (Televisión Española); y Raquel Martori (EFE).
Tanto material llegaron a reunir sobre la situación en Cuba que, tras regresar a sus países, Vicente Botín escribió los libros Raúl Castro, la pulga que cabalgó al tigre y Los funerales de Castro. Por su parte, Cummerlato y Rosseau sacaron a la luz La isla del doctor Castro.
En aquel momento, para los periodistas extranjeros, el trabajo en Cuba resultaba sumamente interesante por las muy particulares características del longevo régimen de Fidel Castro, que, tras el derrumbe de la Unión Soviética, atravesaba su momento más difícil y parecía abocado a transformaciones decisivas.
Hacía poco tiempo que se habían establecido en La Habana las corresponsalías de agencias de noticias occidentales. En la segunda mitad de los años 80 desembarcaron CNN ─gracias a la relación amistosa de Fidel Castro con Ted Turner─, y AP. Luego vendrían EFE, AFP, Reuters, DPA, unos pocos corresponsales de periódicos, y, a partir de 1997, Televisión Española (TVE).
Los periodistas, para el desempeño de su labor, tenían que enfrentar innumerables dificultades. Constantemente vigilados por la Seguridad del Estado, a menudo eran presionados y amonestados por las autoridades. En ocasiones, fue el mismísimo Fidel Castro el encargado de los regaños a los periodistas, como ocurrió en el caso del francés Bertrand Rosenthal.
En aquel momento, para los periodistas extranjeros, el trabajo en Cuba resultaba sumamente interesante por las muy particulares características del longevo régimen de Fidel Castro, que, tras el derrumbe de la Unión Soviética, atravesaba su momento más difícil y parecía abocado a transformaciones decisivas.
Los periodistas oficialistas Luis Báez y Gabriel Molina, de Prensa Latina y el periódico Granma, respectivamente, fueron los encargados de advertir discretamente a sus colegas extranjeros acerca de los límites que no debían traspasar durante su estancia en Cuba. Especialmente, si se trataba de abordar la figura de Fidel Castro.
Si el régimen consideraba que sus reportes eran demasiado críticos, los periodistas podían ser expulsados del país, como ocurrió con Pascal Fletcher, a quien Fidel Castro le tenía una ojeriza que no se esforzaba en disimular.
También fueron expulsados o declarados personas no gratas Robert Powell (Reuters), Andres Birokoff, Noel Lorthiois y otros dos corresponsales de AFP. En 1998 le denegaron en el MINREX la renovación de la visa cubana al francés Olivier Languepin y a la canadiense Rosy Hayes. Y a Bertrand Rosenthal, que había sido corresponsal de AFP en La Habana durante varios años, le impidieron regresar a Cuba en 1994 por haber escrito con Jean-François Fogel el libro Fin de siglo en La Habana, los secretos del poder cubano.
La labor de los periodistas extranjeros en Cuba se hizo más difícil luego de la creación en 1996 del Centro de Prensa Internacional. Supuestamente se creó para gestionar las demandas de información y de entrevistas, pero lo que hizo en realidad fue implantar reglas de juego que se han ido haciendo cada vez más estrictas para los corresponsales.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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