LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -La venta directa de los campesinos al turismo a través de las Cooperativas de Crédito y Servicios (CCS), en vigor desde el 1 de diciembre de 2011, se analiza en un artículo publicado por Juventud Rebelde el pasado 24 de junio, tomando como base los resultados obtenidos en los suministros a Varadero, primer polo turístico de Cuba, que recibe anualmente más de un millón de visitantes.
Hasta el cierre de abril se había comercializado 249,9 toneladas de productos; una cantidad poco significativa si se tiene en cuenta que el balneario famoso por su bella playa requiere anualmente 2545,4 toneladas de vegetales, 324 toneladas de fruta, 184,3 toneladas de cítricos y 1584,0 toneladas de viandas, de acuerdo con fuentes del Ministerio de Turismo, que no detallan la cantidad de carne de cerdo, cereales y otros comestibles demandados por los visitantes. En esos volúmenes no se consideran los productos agropecuarios utilizados por las instalaciones pertenecientes al grupo Gaviota SA, gestionado por el Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR). Como es conocido también son importadas considerables cantidades de otros alimentos, como carnes (porcino, ave y bovino), granos (arroz, frijoles, maíz), productos lácteos (leche en polvo, queso, mantequilla), y otros como café (US$40 a 50 millones anuales para todo el país) y en oportunidades hasta montos de azúcar.
La decisión de que los campesinos vendan sus producciones a los hoteles a través de las CCS tiene elementos positivos, pero hasta el momento no es una solución relevante para dejar la enorme dependencia del turismo respecto a las importaciones. Resulta sorprendente que Cuba importa nada menos que yuca congelada, limón, zanahoria, remolacha, col morada…, lo cual es mencionado en el artículo de Juventud Rebelde. Además, basándose en datos aportados por el periódico Granma, en 2010 se adquirió en el exterior para el turismo 1360 toneladas de productos tan comunes como la cebolla. Esto resulta inexplicable en un país esencialmente agrícola. Al mismo tiempo cuestiona la utilidad económica del desarrollo del turismo, si esta situación de dependencia continúa creciendo.
Cuando se examinan los datos expuestos por Juventud Rebelde se aprecia que la decisión de que los campesinos vendan “directamente a través de las CCS” al turismo, está plagada de elementos desmotivadores. Según se puede apreciar en las entrevistas a los agricultores privados persisten las dificultades para obtener recursos, incluso a diferencia de la agricultura estatal para muchos productos no existe la garantía de suministros por parte del Estado, el denominado “paquete tecnológico”. A principios de 2012 se retiró la entrega de combustible subsidiado a los campesinos para que pudieran transportar sus mercancías.
Asimismo, los precios de los productos se fijan en pesos convertibles aunque se pagan en moneda nacional a razón de 7 pesos por 1 CUC, sin tener en cuenta que el campesino tiene que adquirir muchos recursos mediante moneda convertible en las tiendas del gobierno o en el “mercado libre” a una tasa de 25 pesos por 1 CUC, cuando es posible adquirirlos. Como puede apreciarse el Estado prefiere comprar en el exterior la yuca o mandioca que consumían nuestros indios tainos y siboneyes antes de la llegada de los españoles hace cinco siglos, ahora congelada y transportada en barcos refrigerados, en vez de pagarla a los campesinos cubanos en CUC, la moneda utilizada para la comercialización a los turistas extranjeros, fundamentalmente.
A esto se agrega que, de acuerdo con las regulaciones establecidas, los campesinos individuales tienen obligatoriamente que utilizar las CCS para vender a los hoteles y otras instalaciones turísticas, a las que aporta parte de las ganancias por sus gestiones. Sería justo que los campesinos tuvieran la opción de emplear las CCS o establecer los vínculos directos con los compradores.
El escaso avance en la comercialización de productos al turismo por los campesinos constituye una prueba más de que las medidas que se están tomando en la agricultura, aunque en principio podrían tener aspectos positivos, por las prohibiciones y cortapisas se quedan a mitad de camino y no llegan a ser verdaderas soluciones a los graves problemas existentes en Cuba.
Asi, las importaciones de productos agropecuarios perfectamente producibles en el país continúan en grandes cantidades, lo cual ahoga la limitada capacidad de compra externa en detrimento de la adquisición de mercancías muy necesarias para el consumo y el desarrollo nacional.