LAS TUNAS, Cuba. — Hoy la nación cubana cumple 70 años de una sucesión de dictaduras ininterrumpidas. Este extenso período fue iniciado por Fulgencio Batista Zaldívar con el golpe de Estado ocurrido la madrugada del lunes 10 de marzo de 1952, cuando el exjefe del Ejército y expresidente constitucional (1940-1944), derrocó a Carlos Prío Socarrás, último presidente electo en sufragio universal que ha tenido Cuba en siete décadas. Tras ganar unas elecciones en las que participó el 79,5% de los electores, el doctor Prío asumió la presidencia de la república el 10 de octubre de 1948.
Aunque pretendió legitimarse con unas elecciones amañadas, la dictadura de Batista se prolongó desde el 10 de marzo de 1952 hasta el 31 de diciembre de 1958 (seis años, nueve meses y 21 días). En la madrugada del 1ro de enero de 1959, ante el inminente triunfo de la revolución en la que participaban desde mujeres y hombres humildes hasta personas de las clases pudientes, el dictador huyó, dando paso al régimen de Fidel Castro, o como los mismos castrocomunistas llamaron al régimen: “dictadura del proletariado”, una dictadura totalitaria que aún sobrevive.
En el 70 aniversario del inicio de esta sucesión de dictaduras hay que decir que, en el discurso de los dictadores Fulgencio Batista y Fidel Castro, existen similitudes notables. Batista se refirió al golpe de Estado como la “revolución del 10 de marzo”, y años después, pretendiendo justificar ese hecho nefasto para la nación cubana, dijo: “Para lograr la confianza interna e internacional la revolución del 10 de marzo mantuvo todas las normas, principios y garantías de la Constitución de 1940”.
Pero si Batista irrumpió en Columbia, cuartel general del Ejército la madrugada del 10 de marzo y desde allí dirigió el golpe de Estado que derrocaría al presidente Prío — quien, con todas sus virtudes y defectos, traspasaría la presidencia a otro presidente democráticamente elegido en algo así como en cuatro meses— , el 4 de abril de 1952, a menos del mes de tomar el poder de facto, también hizo sustituir la Constitución de 1940 por los llamados Estatutos Constitucionales.
Algo parecido haría Fidel Castro y sus allegados. Fidel Castro repetiría en 1959 que no era comunista, sino que la revolución era “verde como los palmas”, pero, poco después, el 16 de abril de 1961, diría: “Ésta es la revolución socialista y democrática de los humildes, por los humildes, para los humildes”; empero, “los humildes” y los no tan humildes, sumando cientos de miles hasta completar ya más de dos millones de emigrados, exiliados o desterrados desde 1959 y hasta este día de hoy, van surcando los caminos del mundo porque, “para los humildes”, en Cuba “no hay futuro”; “el futuro es para los hijitos de papá”, repiten los defraudados por la “revolución socialista” en alusión a los jefes castrocomunistas y sus descendientes, que hoy disfrutan las mansiones expropiadas a la antigua burguesía y ruedan automóviles flamantes, mientras los desposeídos en la “dictadura del proletariado”, muchos hijos, nietos o bisnietos de quienes lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista, malviven hacinados, carentes de transporte público y apenas con qué comer, mientras la clase dirigente cada día es más sibarita.
El viernes 16 de octubre de 1953, en su alegato de autodefensa por el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, refiriéndose al orden constitucional quebrantado por el golpe de Estado del 10 de marzo, Fidel Castro afirmó que si el asalto del 26 de julio de 1953 a los cuarteles de Santiago y de Bayamo hubiera tenido éxito, “la primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado, en tanto el pueblo decidiese modificarla o cambiarla”.
Pero siguiendo un camino análogo al de Batista, quien 25 días después de tomar el poder transformó la Constitución de 1940 en los llamados “Estatutos del viernes de Dolores”, 38 días después de la victoria por la huida de Batista el 1ro de enero, Fidel Castro, olvidando lo dicho por él en su alegato de 1953 luego llamado La historia me absolverá, el 7 de febrero de 1959 hacía transformar la Constitución de 1940, llamándola “Ley Fundamental”, la que, coincidentemente, el artículo 232 reproducía casi literalmente el artículo 257 de los “Estatutos del viernes de Dolores”, y, como aquellos, también suprimía el inciso a) del artículo 285 de la Constitución de 1940, que expresa: “La Constitución sólo podrá reformarse por iniciativa del pueblo, mediante la presentación al Congreso de la correspondiente proposición, suscrita, ante los organismos electorales, por no menos de cien mil electores…”
Yendo contra ese precepto constitucional que un día en su autodefensa esgrimió, luego de que la Constitución de 1940 fuera reformada por el Consejo de Ministros, llamándola entonces Ley Fundamental, de la que también reformaron el artículo 146, para hacer del presidente de la república una mera figura decorativa y desde el cargo de primer ministro — que asumió el 16 de febrero de 1959— convertirse en jefe político del país, Fidel Castro gobernó 47 años, hasta que en 2006, gravemente enfermo, traspasó el poder mediante una proclama editorial a su hermano, Raúl Castro — próximo a cumplir 90 años— , quien, a su vez, delegó el mando en Miguel Díaz-Canel, según la propia palabra del general de Ejército, un “sobreviviente” de las continuas purgas, defenestraciones, encarcelamientos, suicidios, desapariciones y muertes por fusilamiento, que han marcado la dictadura castrocomunista en sus más de 60 años de existencia.
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