LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Era de esperar que los caciques de Cuba no manifestasen agradecimiento, y aún menos reciprocidad, ante lo dispuesto por Obama para flexibilizar los intercambios académicos, culturales y religiosos de los Estados Unidos con la Isla, y para el aumento en las cifras de envío de remesas. Es que, como ya lo han demostrado hasta la desesperación (nuestra), ellos pueden prescindir de esas cláusulas. Incluso, visto el tema con objetividad, les convendría seguir prescindiendo.
Lo que desconcierta, no por desacostumbrada, sino por excesiva, rozando el irracionalismo, es la reacción de algunos políticos cubanoamericanos, quienes, con el rechazo a ultranza de estas nuevas medidas, demuestran que su oposición a nuestro régimen es tan redonda como el globo terráqueo, así que mientras más se empeñan en alejarse de él, más se le acercan y más se le parecen.
Las dictaduras irracionales no generan orquídeas sino repulsa. Es lo natural. Pero no lo es que esa repulsa nos impida guardar distancia y categoría ante su irracionalidad.
Y declarar públicamente que las nuevas disposiciones de Obama “socavan la política exterior y los objetivos de seguridad de EE UU”, requiere como base una conducta punto menos que delirante (y risible, si es que vamos a llamar las cosas por su nombre) que no se corresponde en lo más mínimo con los avanzados preceptos que esperamos de un legislador de la primera potencia mundial.
Por supuesto que estas medidas no ayudarán a que el régimen mejore la situación de los derechos humanos en Cuba. Ni esas ni ninguna otra que venga desde el exterior. Pero al margen de que represente un aporte material y conceptual para nuestra gente de a pie (y lo representa), quizá su mayor importancia radica en su carácter de gesto que marca una diferencia de actitudes.
Mientras que el régimen ha iniciado el año repartiendo zozobras, despidos y nuevas precariedades entre la población, estas disposiciones de Obama constituyen, de hecho, la primera y única buena noticia que recibimos los cubanos en 2011.
Lástima que algunos de los legisladores cubanoamericanos, que tan buenos servicios podrían dispensarle a la tierra de sus ancestros, estén perdiendo la ocasión (y no es la primera) de apoyar y hasta de impulsar medidas de este tipo, impartiéndonos sus patrones como avanzada democrática del mundo, marcando distinción, por encima de prejuicios, odios, y hasta quizá de pobres egoísmos.
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