RANCHO VELOZ, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Ángel Luis no pudo haber llegado solo al Cuerpo de Guardia del Policlínico de Rancho Veloz, en Villa Clara, al centro de Cuba. Pero allí estaba, casi deshidratado, pues, el pequeño, de solo cuatro años de edad, sufría un ataque de asma desde las tres de la madrugada.
Eran ya las diez de la mañana, y la ambulancia no había llegado aún para llevárselo. La doctora de guardia, María Esther Moya, lo había remitido de urgencia para que fuera ingresado en el Hospital “Mártires del 9 de Abril”, de Sagua la Grande, ya que en el policlínico, recién estrenado e inaugurado, no había medicamento alguno para aliviar su crisis respiratoria.
La doctora Moya, con un buen haber internacionalista en Venezuela, Bolivia y Haití, había hecho hasta lo indecible para que Ángel Luis volviera a agarrar la pelota que su madre le ofrecía para entretenerlo. Pero era imposible. Parecía no verla. Aunque se notaba que hacía un gran esfuerzo para seguir su curso en el aire.
La madre y el padre del niño estaban desesperados, y trataban de alquilar un auto particular para trasladarlo, pero tampoco aparecía.
Como en el recién inaugurado policlínico de Rancho Veloz no hay ambulancia, se veían obligados a esperar por una que vendría desde el Policlínico Integral del municipio de Corralillo, ubicado a más de 20 kilómetros de distancia. Y mientras, el niño seguía empeorando.
Los padres, Liudmila Rodríguez Marín, jurista especialista del área de economía en las entidades de comercio, y Duniesky Martínez García, ingeniero controlador del Departamento de Elaboración del CAI Quintín Banderas, salieron ya casi arrebatados a conversar con los dirigentes del PCC municipal y con la Delegada de la zona, para ver si ellos les ofrecían una solución.
La respuesta de los dirigentes fue muy rápida y contundente: “Disponemos del carro, pero el combustible que nos queda es para trasladarnos esta misma tarde a la reunión que tenemos en Santa Clara, por las elecciones. No obstante, si ustedes tienen con qué comprar la gasolina, o cómo conseguirla, quizás podamos resolverle el problema”.
Fue entonces cuando Duniesky Martínez García, con una cara de ira muy poco habitual en él, se abrió paso por todo aquel salón de reuniones, y medio enloquecido por la desesperación, fue desbaratando todo el local con su carga de consignas, murales, banderas, bustos, burós, macetas… Entretanto, los dirigentes, espantados de miedo, no sabían dónde esconderse, porque hasta las cortinas de las paredes las arrancó Duniesky a tirones.
Dichoso arranque de locura, pues sería la única forma en que este ingeniero iba a lograr que en la puerta del Cuerpo de Guardia del Policlínico de Rancho Veloz, en cuestión de minutos, apareciera un auto, que no era ambulancia, sino un Lada, con chapa del gobierno, para trasladar con la mayor urgencia a su hijito Ángel Luís Martínez Rodríguez.
¿Qué vendrá después? ¿Cómo este hombre desesperado pagará sus destrozos? ¿Será condenado a una larga prisión por desafiar a los intocables dirigentes del partido comunista? ¿Cómo terminará esta historia de dolor popular e indolencia gubernamental? Es algo que está por ver. Pero de momento, ha ocurrido lo más importante: el hijo de Duniesky Martínez García se salvó de la muerte por asfixia.
Hoy, Ángel Luís agarra nuevamente su pelota. Y está a la espera de un nuevo hermanito para compartirla, porque tiene una sola. Mientras, encerrado en un calabazo desde hace varios días, su padre comenta, sentencioso: “Por difíciles que sean las circunstancias, si no pones algo de ti mismo para salir de ellas, entonces las circunstancias terminan comiéndote”.