LA HABANA, Cuba. – Susana tiene 42 años y proviene de la provincia de Las Tunas. A Artemisa llegó en 2017, cuenta, huyendo del padre de sus dos hijos, un maltratador. Estuvo a salvo por un tiempo, pero la violencia doméstica retornó a su vida durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus, cuando su actual pareja comenzó a mostrarse “agresiva”, relata.
Regla, de 49 años, reside a unos 100 metros de Susana, en un caserío insalubre que se va incrementando cada vez más en las afueras del poblado Alquízar. Ella también ha atravesado por matrimonios violentos, revela. En 2020, su entonces pareja le fracturó una muñeca.
Las dos mujeres pertenecen a sectores de la población más vulnerables: son de tez negra, desempleadas, viven en la pobreza con hijos menores de edad y han sido blancos de la violencia machista.
Ambos casos apenas son dos botones de muestra en la agenda de trabajo de Las Marianas, una organización de la sociedad civil que, en la provincia de Artemisa, presta ayuda a mujeres abusadas. Su presidenta, Arelis Rodríguez Silva, precisa que la pandemia fue el detonante público de la violencia de género como problema social, pero que “en realidad se trata de un fenómeno que tiene arraigo entre los cubanos”.
“Somos una sociedad machista y patriarcal donde la mujer debe someterse al hombre, que es quien orienta y decide cómo debe funcionar la relación y el hogar”, comenta Rodríguez, cuya historia de vida, también marcada por la violencia de género, la llevó a abrir el frente femenino de ayuda a otras víctimas de ese flagelo.
Las Marianas existe desde 2017. Según Rodríguez, a partir de entonces el grupo ha logrado prestar asistencia psicológica y económica a más de un centenar de mujeres de la provincia Artemisa, único territorio que de momento pueden abarcar debido a limitaciones logísticas.
Para llegar a las víctimas, la agrupación cuenta con el apoyo de la comunidad, que en múltiples oportunidades es quien informa sobre la ocurrencia de hechos de violencia de género. No obstante, destaca Rodríguez, el contacto directo es la vía que mejores resultados les arroja.
“La mayoría de las víctimas callan y las redes sociales nada más publican casos que tuvieron un final fatal o que ya tienen la atención de alguien. Por eso nosotros salimos a tocar puerta por puerta. Hay mujeres que no saben que son víctimas. A estas alturas todavía piensan que las amenazas o los empujones son comunes en las parejas. La tarea es difícil, pero nos enorgullece saber que hemos logrado salvar la vida de más de una mujer”, resalta Rodríguez.
¿Tabú o fallo del sistema?
De acuerdo con Daimara Fuentes, miembro de Las Marianas, las instituciones oficiales cubanas asocian el silencio de las víctimas de violencia de género a la autocensura como un patrón de conducta sociocultural, omitiendo el fracaso de los servicios que existen para la orientación y ayuda de mujeres violentadas o en situaciones de riesgo.
En la Isla funcionan las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia, las Oficinas Municipales de Trabajadores Sociales, la Fiscalía e instituciones como el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).
Sin embargo, Fuentes apunta que los canales habilitados no proponen estrategias para contrarrestar la violencia o asistir a las víctimas en todas las regiones de la Isla. Al respecto, especifica, en las zonas rurales de Artemisa el trabajo preventivo de las instituciones resulta nulo y las víctimas acusan de inoperancia a la Policía cuando acuden a realizar una denuncia por maltratos.
“¿Qué mujer del campo sabe que hay una línea de ayuda, o cuál va a ir al CENESEX a pedirle ayuda a Mariela Castro? ¡Ninguna! Aguantan el golpe y ya. Aquí no funciona ni la Federación de Mujeres Cubanas. De la Policía ni hablar, esos son un cero a la izquierda”, dijo Fuentes.
De acuerdo con la primera Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género, realizada por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) en 2016, indica que menos del 4% de las mujeres víctimas de violencia de género acudieron a alguna de las instituciones o servicios de ayuda habilitados por el Gobierno. Ese año la tasa de feminicidios fue de 0,99 por cada 100 000 mujeres comprendidas entre 15 y 74 años.
Sociedad civil toma la iniciativa
Organizaciones de la sociedad civil como la Red Femenina de Cuba, la plataforma YoSíTeCreo en Cuba y el Observatorio de Violencia de Género de la revista feminista Alas Tensas han intentado cubrir los vacíos del régimen en materia de violencia machista.
Precisamente, a principios de marzo un informe del Observatorio de Violencia de Género de Alas Tensas dio a conocer que durante 2021 ocurrieron 36 feminicidios en el país, lo cual supuso un incremento con respecto al 2020.
“Que el tema haya ganado visibilidad se debe a la labor de las organizaciones independientes. Cada caso documentado, cada mujer ayudada, las gestiones en la comunidad y en las redes sociales obligaron al Estado a dar la cara y sacar el problema del escaparate. Hemos podido colaborar con organizaciones como la Red Femenina, y pienso que es muy importante que entre todas nos apoyemos. Las víctimas de violencia de género serían las más beneficiadas”, comenta la presidenta de Las Marianas.
Hombres también
Las Marianas también agrupa a varios hombres. Además de apoyar a las mujeres en sus pesquisas, su labor incluye concientizar entre otros hombres la necesidad de abortar los comportamientos machistas y de odio por motivos sexistas.
Yasniel Adrián Rodríguez González es uno de los jóvenes que habla “de tú a tú” a otros hombres. “Intentamos ir a la raíz del problema, explicar que hombres y mujeres somos iguales y tenemos los mismos deberes dentro del matrimonio, aunque desempeñemos roles diferentes. Hacemos hincapié en la necesidad de evitar los maltratos físicos y psicológicos”, explica.
Por su parte, Alexander Sánchez Villafranda, uno de los coordinadores del grupo, apuntó que “resulta complicado que los demás tomen en serio la insistencia en que, por ejemplo, compartir los deberes de la casa con su esposa”.
A pesar de la represión, “hay Marianas para rato”
“Al parecer molestamos porque a cada rato detienen a alguno de nosotros, o impiden que podamos realizar las actividades del grupo”, señala Zahily Verdecia, otra miembro de Las Marianas.
Según Verdecia, la persecución arreció desde la llegada de la COVID-19 a la Isla, cuando el grupo también se dedicó a promover las medidas sanitarias para evitar el contagio en grupos vulnerables.
“Las citaciones a la Policía llovían, hasta por gusto nos mandaban a buscar. Comenzaron a impedir las reuniones y a rodear la casa para que nadie pudiera entrar o salir. Eso pasó varias veces. Lo más bajo fue que se vieron afectadas las colectas de donativos que todos los meses hacíamos en mi casa, sobre todo de ropas y zapatos para niños. Aun así continuamos trabajando; ni la pandemia ni la represión nos pudo parar. Aquí hay Marianas para rato”, sentenció Rodríguez Silva.
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