LA HABANA, Cuba. — Acaban de cumplirse quince años de la creación del Club de Escritores Independientes Cubanos (CEIC), fundado en mayo de 2007. En este tiempo, se han cumplido con creces sus objetivos: dar a conocer y abrir espacios a escritores prohibidos por el régimen y conseguir la publicación de sus obras.
La consecución de esas metas se ha llevado a cabo a pesar de las amenazas, intrigas, decomisos de libros y otros actos represivos de la Seguridad del Estado. Aun así, el CEIC logró convertirse en un referente del arte y la cultura alternativa en el país.
Durante los primeros cinco años (2007-2012), el Club realizó talleres de creación de técnicas narrativas y poesía, recitales, y lecturas de cuentos, ensayos y fragmentos de novelas en veladas culturales celebradas en las viviendas de varios de sus integrantes y en algunas sedes diplomáticas que ofrecieron su colaboración solidaria, como las de Estados Unidos, Suecia, la República Checa y Alemania.
Entre los talleres de creación sobresalieron los de “La narratología según Renato Prada Oropesa, “Herramientas para escribir en el plano poético” y “Figuras retóricas, verso libres y poesía conversacional”.
En cuanto a lecturas, se pueden señalar las de literatura cubana escrita en el exilio, con textos de Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Zoé Valdés, Gastón Baquero, Abilio Estévez, Angel Cuadra y Guillermo Cabrera Infante.
Entre las veladas celebradas se destacaron “Del jazz al son” y los puentes culturales, donde se contrastaban las obras de escritores de Cuba y otros países, como en “Las fórmulas del invierno: homenaje al poeta Tomas Trastomer (Cuba-Holanda); “Teatro de las prohibiciones: Vaclav Havel y Hugo A. Araña (Cuba- República Checa); y “Afinidades y bifurcaciones del Romanticismo literario: De Goethe a Martí (Cuba-Alemania); e “Imre Kertész: las rejas abiertas” (Cuba-Hungría).
En la segunda etapa (2012-2017), se hizo realidad un sueño: que más de una docena de miembros del Club de Escritores Independientes, proscritos y ninguneados por el régimen, consiguieran publicar sus libros. Así, vieron la luz en Neo Club Ediciones, de Miami, los libros El verano en que Dios dormía, de Ángel Santiesteban; Los tigres de Dire Dawa y Los más dichosos del mundo, de Luis Cino; El Libro de La Habana, de Juan González Febles; La chica de nombre eslavo, de Roberto Quiñones Haces; Revolución a la carta y Café sin Heidi frente al mar, de Víctor Manuel Domínguez; Así lo quiso Dios, de Orlando Freire Santana; el poemario Café amargo, de Rafael Vilches; El abismo por dentro, de Guillermo Fariñas; Aquí lo que hay es que irse, de Verónica Vega; y El carnaval y los muertos, de Ernesto Santana, entre otros.
También en Neo Club Ediciones apareció, en 2019, Cuentos del Club, una selección de 18 narradores cubanos hecha por Armando Añel, Víctor Manuel Domínguez y Luis Cino.
El más reciente de los autores publicados gracias a los auspicios del CEIC ha sido Julio Aleaga Pesant, cuya novela Maleconazo fue publicada hace unas semanas por Ilíada Ediciones, en Alemania.
El CEIC creó el Premio Nacional de Literatura Independiente Gastón Baquero, la revista literaria Puente de Letras, y los concursos Dulce María Loynaz (poesía) y Reinaldo Arenas (narrativa).
Integrantes del Club participaron en el Festival Vista de Miami, y pese al hostigamiento de las fuerzas represivas, consiguieron celebrar dos de estos festivales en La Habana.
Con estos no pocos logros, no es exagerado afirmar que el Club de Escritores Independientes ha sido una de las más activas y fructíferas organizaciones de la sociedad civil.
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