LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Ser mujer en Cuba es todo un desafío. O bien eres una oscura “ama de casa”, o bien trabajas para el sistema, o bien te prostituyes a la medida de tu capacidad e inteligencia. El primer reto es no perder la cabeza en medio de tanta miseria, hambre y escaseces. El segundo, sostener la dignidad entre tanto fracaso y corrupción.
Ser la mujer de la casa equivale a estar atada a un marido que te mantenga con el único salario, o con el dinero “inventado” de otras formas. En la actualidad, para sostener una economía doméstica resulta preciso disponer de hasta 200 cuc por mes. Y como ya se sabe, los salarios mensuales oscilan entre 16 y 23 cuc. El balance económico no da para 15 días, así que el resto te las debes ingeniar para abastecer un hogar con lo imprescindible. Cabe imaginar entonces lo duro que debe ser para las mal llamadas “amas de casa” encontrar un balance, combatiendo el estrés y la pobreza.
Luego está la mujer que trabaja para el Estado. Ya salió del hogar y se desenvuelve en otros medios, así que tiene la posibilidad de desarrollar nuevas capacidades. De alguna forma logró ascender un peldaño con respecto a la mujer “ama de casa”, pues también lleva dinero para el hogar y propicia que la economía doméstica sea un tilín más solvente. Sin embargo, está sometida a las decisiones de “un jefe”, con lo cual asume el reto de otra desventajosa convivencia.
En la sociedad cubana, ambos tipos conforman la media de “mujer normal”, pues no representan ningún peligro para los poderes hegemónicos: del marido, del sistema y de la sociedad eminentemente machista.
Pero para aquellas que decidieron no ser “ama de casa”, ni sumisa subordinada del jefe estatal, la vida se vuelve mucho más difícil. Ser mujer creadora o independiente equivale a que te salgas de los rangos sociales establecidos.
Significa que eres un “bicho raro”, pues prefieres ganarte el dinero con tus capacidades y a tu aire. Prefieres desarrollar tus talentos, y no depender de alguien que te dicte cómo se tienen que hacer las cosas. Esta decisión incluye arriesgarse a no tener pareja estable, y exige una gran dosis de soledad y complicaciones extraordinarias.
La mujer que en Cuba decide tomar a la vida por los cuernos y manda bien lejos los estereotipos sociales, está expuesta a mayor “vigilancia” por parte de los órganos del sistema.
¿Quiénes son los amigos con los que se mueve, a quién visita, quién la visita? ¿Qué viste, come y calza? El monitoreo sobre ella es constante. Es un foco de atención en el vecindario. Debe vivir a puertas cerradas y no dar cabida a intrusos o a gente que se dedica a perder su tiempo, en un país donde el tiempo permanece congelado desde hace décadas.
Su fórmula de supervivencia consiste entonces en el autodominio, o sea, en no perder la alegría de la vida, ni la confianza en sí misma. También necesitará pasar por los siguientes especialistas: quinesiología (para curar las heridas del alma), astrología (te dice o cree decirte cuál es tu propósito en la Tierra y te orienta como maniobrar en tu crecimiento), dietóloga (alimentos sanos para tu cuerpo sano), terapeuta/masajista (masajes corporales y estéticos para belleza del cuerpo), espiritista (escucha, o te hace creer que escucha lo que dicen los espíritus).
Con la aplicación de estas fórmulas, por lo menos a mí, la vida se me ha vuelto más elevada, nítida y transparente en medio de un entorno donde es complicado respirar.
Tal vez va siendo hora de que las mujeres cubanas, muy especialmente las jóvenes, se formulen, alguna que otra vez, preguntas como estas: ¿Qué haré para seguir creciendo? ¿Cómo podré sentirme mejor amada, dueña y reina de mi vida? ¿La vida es algo más que este maratón de sobrevivencia?