LAS TUNAS, Cuba. — “No te llamé porque me ibas a decir que yo estoy loca, pero acaba de ocurrir algo que nos sacudió la cama y el escaparate, no una, sino dos veces. Yo pensé que era Futo, pero miré y el perro no estaba ahí, y tampoco fueron explosiones de los guardias (en el campo de tiro). Eso tuvo que ser un temblor de tierra y bien grande como para sacudir esta casa”, me dijo mi mujer esta mañana al amanecer, quien, ya lista para salir corriendo de la tumba en que podría convertirse nuestro hogar, apresuradamente, sobre la bata de dormir, se había puesto un vestido.
Como nuestra casa es una pesada construcción de dos plantas de bloques, ladrillos y hormigón armado —a prueba de huracanes, pero no de terremotos—, y todavía me encontraba medio adormilado, extenuado luego de dos días de trabajo en el monte plantando árboles, miré a mi esposa y sólo atiné a decir, “bueno, ya saldrán las noticias”.
Estaba en el baño cuando Maggie llegó con “las noticias”, diciéndome que no conseguía sintonizar la emisora local. Tampoco se escuchaban comentarios de vecinos y en la calle nadie decía nada al respecto. En Las Tunas, a 52 kilómetros de Puerto Padre, ninguno de sus familiares había sentido las sacudidas.
“Ellos no las sintieron y tú estabas cansado y todavía bien dormido, pero yo sí las sentí, fuerte. Radio Victoria (la emisora provincial) estaba hablando de eso ahora mismo cuando el radio se apagó, y mira, la noticia está aquí”, dijo Maggie mostrándome su teléfono, donde, vía internet, un experto con acento extranjero explicaba cómo y por qué habían ocurrido aquellas sacudidas que la sobresaltaron, alertando sobre los peligros que corren Cuba y otras islas del Caribe por un sismo potencial.
¿Qué pasará en Cuba si se produce un terremoto como el que destruyó a Haití? ¿Qué haremos con los heridos teniendo los servicios médicos sin medicinas? ¿Dónde enterraremos a los muertos con los cementerios ya sin capacidad? ¿Cómo reconstruir las viviendas que ha llevado toda una vida construir?
Mientras un sismo sacudía la costa norte de Las Tunas esta mañana, otro meneo, paradójicamente de raíz inmovilista, el del estatismo del régimen totalitario, mantiene a los cubanos en un ajetreo constante, sin parar, en la agitación que conlleva la subsistencia, la vida diaria precaria en este país, donde un día no hay pan porque falta harina, otro porque la panadería está rota, y otro y otro, porque no hay electricidad.
En Cuba no hay pan, no hay leche, no hay café, no hay agua, no hay servicios públicos que merezcan llamarse gubernamentales en una nación permisiva del despotismo y el nepotismo, entiéndase en una nación abúlica. Y, sí, me pregunto qué va a pasar si, para colmo de nuestras desgracias, ahora un terremoto ahonda el cráter que ya hizo el castrocomunismo en más de 60 años de dictadura.
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