LA HABANA, Cuba. – Entre octubre y noviembre de 2014 el diario The New York Times publicó cinco editoriales sobre Cuba durante cinco semanas consecutivas, todos en ediciones de fin de semana y todos en inglés y español, para que llegara a un público lo más amplio posible. En ellos se pedía explícitamente levantar el embargo a la Isla y reanudar las relaciones diplomáticas entre ambos países al más alto nivel.
El periódico incluso mencionó la posibilidad de que el subcontratista Alan Gross, encarcelado en Cuba, fuera intercambiado por tres espías cubanos que cumplían condena en Estados Unidos. Dicha operación, según el editorial correspondiente al 2 de noviembre, abriría el camino para el acercamiento y supondría para Estados Unidos la posibilidad de generar cambios positivos en la Isla mediante la expansión del turismo, el comercio y las relaciones pueblo a pueblo.
The New York Times anunciaba en sus editoriales el deshielo que se concretaría el 17 de diciembre de ese mismo año, cuando reabrió la Embajada de Estados Unidos en La Habana con la presencia del entonces secretario de Estado, John Kerry.
El equipo editorial de uno de los diarios más prestigiosos de la Unión Americana buscaba influir en los legisladores estadounidenses, pues consideraba que el escenario político en ambas naciones era propicio para el reinicio de las relaciones, y que las “reformas” impulsadas por Raúl Castro eran una muestra clarísima de la voluntad del Gobierno cubano de abrir el país a una nueva dinámica, de corte liberal, que necesariamente traería consigo el empoderamiento del pueblo cubano.
Si bien The New York Times ha mantenido siempre una postura anti-embargo, la aparición de estos editoriales coincidió con la introducción en su staff del periodista colombiano Ernesto Londoño y un mayor énfasis en temas vinculados con América Latina.
El acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, que alcanzó su punto álgido con la visita a la Isla del entonces presidente Barack Obama, quien se reunió con Raúl Castro y se dirigió a la sociedad civil cubana en un memorable discurso en el Gran Teatro de La Habana, demostró que el gobierno de Castro se sentía muy a gusto con las enormes ventajas económicas derivadas del deshielo diplomático; pero no estaba dispuesto a ceder en materia de derechos individuales.
Ocho años después de aquellos editoriales tan promisorios, Cuba atraviesa la peor crisis económica y migratoria desde 1959, marcada por una fuerte represión de las libertades individuales, el aumento exponencial de la cifra de presos políticos, la criminalización del disenso y un alto costo social.
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