LA HABANA, Cuba. — Tardaron más de dos años en “descubrir” que el sistema de lucha contra coleros (LLC) no funciona, pero aún se resisten a debatir públicamente el porqué de la cuestión. Y aunque desde el inicio se advirtió, tanto en redes sociales como desde los medios de prensa independientes, que la medida haría mucho más profundo y retorcido el fenómeno de la corrupción, al dejar intactos (y hasta legalizados) sus mecanismos de base, persistieron en el “error”, como igual ha sucedido con otras improvisaciones sobre las cuales se erige nuestro caos cotidiano.
El ordenamiento monetario falló, como igual ha fracasado todo cuanto han querido “vendernos” como solución temporal o definitiva a los males creados por ellos mismos.
Han fallado desde las “genialidades” de Marino Murillo —hoy reduciendo a cenizas lo que va quedando de la industria tabacalera— hasta la vorágine constructiva del difunto López-Calleja, que bien merecería registrarse como récord Guinness en tanto logró convertirnos en el país pobre con más hoteles de lujo totalmente vacíos, incluso con decenas de habitaciones aún sin estrenar.
Han fallado tantas cosas que enumerarlas nos llevaría a redactar una enciclopedia. Fallaron la “tarea ordenamiento”, el Sistema Eléctrico Nacional, los planes para extinguir el incendio en la Base de Supertanqueros y hasta los cálculos de la industria turística a raíz del deshielo de Obama, como igual después fracasó, a pocos días de su comienzo, el simulacro de mercado cambiario de CADECA que ahora pretende esconder su derrota, sus ridículos, tras una apk desarrollada por las Fuerzas Armadas (y que tan solo por sus orígenes nos advierte del peligro de instalarla en nuestros teléfonos).
Frente a tan extenso repertorio de fiascos, tal pareciera que el verdadero propósito de cuanto improvisan es fallar, sin embargo, al mostrarse tozudos y esquivos para reconocer las causas de la persistencia en el error, nos hacen sospechar de que, no teniendo verdaderas soluciones, apenas buscan distraernos con el primer disparate que se les ocurre.
A fin de cuentas, para un régimen que hace aguas y donde algunos listillos se aseguran de ponerse a salvo o de ir a la mesa de negociaciones (a todas las que se instalen el día después de la caída) con los bolsillos llenos, de lo que se trata es de ganar tiempo.
De hecho, hoy en las calles de Cuba, en nuestros barrios, no se habla de otro tema que no sea “las nuevas medidas” para comprar, de manera “regulada”, el puñado de comida que el régimen está dispuesto a vendernos en una moneda nacional que no la quiere de regreso ni el mismo Banco que la emite.
Ahora que hemos arribado a un diciembre sin carne de puerco y dolarizado, con apagones y sin turistas, han decidido “cambiar la bola” apenas sustituyendo la distracción de las colas de ayer por las nuevas colas de hoy, y si bien es cierto que se deja intacta la raíz del problema (la corrupción que recorre la sociedad en pleno porque está en la esencia del propio sistema), al menos por unas semanas la desmemoria nos hará pensar que al fin “algo bueno” sucede en esta descolorida Navidad cuando en realidad nuestra vida sigue igual o peor.
Nuevamente los pillos del régimen han logrado, con otra “resolución” y otra “nota informativa” (de las miles que han emitido en los últimos meses), que hoy los cubanos y cubanas, incluso quienes no residen en Cuba, entretengan sus vidas con un nuevo tema, así como que se colmen las redes sociales con otras publicaciones “menos letales” que la falta de pan, la inutilidad de los salarios, los apagones y una oleada migratoria que ya no saben qué hacer para detenerla o al menos disimularla.
Si algo nos ha quedado claro en estos años es que por cada problema que existe en Cuba los comunistas solo saben generar distracciones y no una solución definitiva. Y, por supuesto, que lo hacen teniendo absoluto conocimiento de nuestra colosal desmemoria, capaz de inmovilizarnos más que los miedos.
Ya del Código de las Familias nadie se acuerda, tampoco de cuánto malabar hacíamos para obtener ese CUC que, de “culpable” de todos nuestros males, ahora, frente a tanta miseria, ha pasado a ser suplicado su regreso como una bendición. Mucho menos se ha vuelto a reclamar sobre los responsables de la muerte de los jóvenes bomberos de Matanzas o sobre el doloroso destino de los chicos y chicas acuartelados en San Isidro.
Nuestra memoria es frágil, y tal vez el hambre sistemática nos la hizo mucho más precaria, enajenada, porque no es la verdadera memoria de una nación, sino el cerebro traumatizado de un país bajo secuestro.
Es lamentable, pero hoy nuestro “asunto colectivo” más importante —además de chismear sobre el vecino que se fue o sobre la última redada policial donde siempre enjaulan la cadena pero dejan suelto al mono— es cómo concretar en nuestros platos ese pollo que casi nunca logramos comprar en la tienda del barrio, sino de contrabando, así como inventarnos una estrategia personal de supervivencia que para nada tiene que ver con ese mal chiste de la “resistencia creativa”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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