LA HABANA, Cuba.- El 23 de diciembre de 1852 nació en Guamacaro (Matanzas) Miguel Ramón Demetrio Faílde, hijo de gallego y criolla, quien desde temprana edad desarrolló una admirable aptitud para aprender a tocar instrumentos musicales. Su padre se ocupó de introducirlo en el arte que le daría prestigio y un lugar imperecedero en la historia de la música cubana.
Con apenas doce años Miguel dominaba el cornetín. Tras la muerte de su padre recibió clases del profesor Federico Peclier, del Conservatorio de París, y aprendió a tocar la viola, el contrabajo y el piano; este último con un apreciable nivel de complejidad.
En 1871 conformó la Orquesta Faílde, que permanecería activa durante cincuenta años, gozando siempre de la preferencia del público. En el año 1879 estrenó “Las Alturas de Simpson”, primer danzón del que se tiene registro, aunque se cree que dicha sonoridad era popular en Matanzas desde algunos años antes.
El danzón causó furor por su aire europeo y la incorporación de una célula rítmica que le confería un sabor especial: el cinquillo. En 1903 fue declarado, por decreto, baile nacional, y a lo largo de la primera mitad del siglo XX aceptó mezclas intergenéricas y modificaciones en su estructura que lo mantuvieron en el repertorio de numerosas orquestas, hasta que se afianzó el señorío incuestionable del son.
Miguel Faílde aportó una base rítmica y melódica sobre la cual experimentaron talentosos músicos: desde José Urfé, quien introdujo el montuno para romper la monótona estructura del danzón clásico, hasta la propuesta de Antonio María Romeu, que sustituyó el formato tradicional por la orquesta tipo charanga y enriqueció el género con asimilaciones del son y el jazz. A finales de la década de 1920 Aniceto Díaz creó el danzonete, y poco tiempo después Antonio Arcaño presentó su danzón de nuevo ritmo, considerado el antecedente inmediato del mambo.
El trabajo de estos grandes maestros sobre la fórmula creada por Faílde terminó convirtiendo aquel género encorsetado que se bailaba “de a dos en un ladrillito”, en una respetuosa gozadera de salón que con el paso del tiempo fue capaz de amoldarse a sonoridades y estilos del siglo XXI. El son se impuso, al final, como la más acabada expresión de cubanía; pero el danzón es reconocido como la máxima expresión de elegancia y refinamiento presente en nuestro acervo musical.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.