LA HABANA, Cuba. — Un jurado presidido por el principal comisario cultural del régimen, el exministro de Cultura y actual presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto, acaba de concederle al poeta Delfín Prats el Premio Nacional de Literatura.
El premio es bien merecido, pero llega demasiado tarde y no basta para resarcir todo el daño que le hicieron. El poeta merecería también, cuando menos, una disculpa pública por la censura, el ostracismo, la miseria y todas las humillaciones que tuvo que soportar por culpa de este régimen.
Ahora, al final de su vida, con 77 años, cuando tanta pobreza y sufrimiento le está pasando la cuenta a su mente, los comisarios, más por hipocresía y por lavado de cara que porque les remuerda la conciencia, le conceden un premio que conlleva una pensión mensual para que pase un poco menos de hambre y privaciones.
Como habrá periodistas que quieran entrevistar al premiado, va y hasta le envían una brigadita para que le reparen y no luzca tan fea ante las cámaras su mísera casa en Holguín. Ojala le remienden y aseguren las puertas y ventanas, no vayan los ladrones a intentar volver a robarle la laptop, que es lo único valioso que tiene.
También pudieran conseguirle una cocina decente y garantizarle una balita de gas, para que no se tizne cuando cocina con leña.
El régimen no le pide perdón al poeta, sino que luego de hacerlo entrar por el aro y morder el cordobán, es él quien le perdona sus versos inconvenientes del pasado, su conducta impropia, sus malas compañías y sus pecados de juventud, ahora que ya no es delito ser homosexual.
Hoy, se apresuran a felicitar a Delfín Prats por el premio los colegas que lo habían olvidado, los que dejaron de tratarlo durante décadas y que ignoraban si estaba vivo o muerto, cosa que, por demás, no les interesaba, y hasta comentan algunos lo generosa que es la Revolución a la hora de subsanar sus errores con los represaliados del ayer.
Prefieren muchos olvidar que en 1968 su poemario Lenguaje de mudos, que había ganado el Premio David de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), luego de ser publicado fue recogido de las librerías y cada ejemplar convertido en pulpa.
Ahí se inició su ostracismo, que fue peor a partir de 1971, con el Decenio Gris. En su caso, por ser homosexual, lo parametraron y le hicieron la vida imposible.
A él, que había estudiado ruso y filología en la Unión Soviética y era excelente traduciendo, no le daban trabajo como traductor. Tuvo que emplearse como dependiente en un restaurant y engavetar los poemas que escribía.
No fue hasta 1987 que le publicarían, en una pequeña tirada y sin promoción, su poemario Para festejar el ascenso de Ícaro, con el que ganó el Premio Nacional de la Crítica.
Luego regresó a su natal Holguín, donde malvive desde entonces, acompañado por sus gatos, los únicos amigos suyos que nunca le han fallado.
Su coterráneo y amigo Reinaldo Arenas nunca le perdonó que lo hubiese chivateado. No había quien lo convenciera de lo contrario. Por eso fue tan severo con Delfín en Antes que anochezca.
Me imagino a la Tétrica Mofeta, viendo este premio, a los premiadores, al premiado y a los hipócritas que hoy vuelven a acordarse de él y lo felicitan, exclamar, con las cejas enarcadas: ¡No puedo con esta gente!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.